AGUAS (RE) FUERTES
› Por Cristian Vitale
11 pm. Es la noche más fría del año. En la tele, el tipo que da el tiempo muestra los colmillos y comunica una sensación térmica abismal: tres grados bajo cero. No nieva pero parece, porque el aguanieve hiela la sangre. Dos opciones: alquilar Pink Floyd en las ruinas de Pompeya (¿otra vez?) y vaciar el legui que mora desde el invierno pasado en la mesada, o esperar que el 128 modelo 75` –amotinado por el frío– arranque de una vez. Media hora de bombeo y el motor, histérico, al final dice que sí.
1 am. Ya es domingo. En el borde entre Avellaneda y Lanús, Gerli City está sitiada por tribus suburbanas. Punkies bribones esperan por Topos en Falá; rockeritos con gorro de lana, por Bichos Raros; y Pancho Caribe, habitual a esa hora, está sitiado por viejos gateros en busca de una presa fácil. La mesera atiende en una tanga azul carcomida por los glúteos y el ojo semiótico y baboso de los habitués, se clava siempre ahí: en el ojo que mira al magma. Todo es demasiado previsible acá. Opción pirar.
2.30 am. Makena. Palermo. Sitio calmo. Tocan Los Mojitos. Bolero eléctrico, ranchera mexicana, historias losers y mesas largas. Hay amigos, familiares y fans de la primera hora, pero en el acto se dice “mirá cuando digamos yo estuve ahí”. Tal vez sea un logro: Los Mojitos –futurología– darán que hablar.
3 am. Niceto. Hay una banda sonando. Ni idea, pero está Javier Malosetti ¡en batería! El rubio gigante la toca muy bien, pero la gente espera el punchi-punchi étnico a la moda. Fin del show. Ronda de chicas rubias que no miran a nadie. Baile. Agua. Pastillas. Aburrimiento. Rutina; escape. 3.45 am. Teatro de Flores. Contraste con las dos noches en que Almafuerte presentó Toro y Pampa. Se llaman Fiestas Plop! Dos chicos, 20 años, se están comiendo a besos en la barra. Se tocan la cola, se acarician, pero nadie mira. Muchos nenes –pañuelo al cuello, ojos pintados– sostienen globos rosas. Se empujan, corren y se desesperan con temas de Shakira: ¡y saben todas las letras! Parece un festilindo gay, mientras Maluco Beleza –-vaya novedad– es un bodrio.
4.15 am. Barsucho de San Telmo. Clásico. Dos posters de Bob Marley, cuatro de Pink Floyd y cincuenta de Led Zeppelin. Suena Dazed and Confused y la cerveza –nueve pesos la Wasteiner– pega psicodélica a esta hora. Ojos chinos. Mística setentista. Charla de borrachos. Amistad rocker.
4.30 am. Sitio vecino en el que no se puede caminar de tan chiquito. Alberto Verenzuela, el de la Bersuit, acoda la barra con un trago y se escucha un viejo tema de The Clash: es Cristian Aldana pasando música. ¿Lo tenían? Alguien, metro noventa y pico, se está chamuyando una gringa hermosísima –tal vez irlandesa– y la invita a correrse 20 metros: Mitos Argentinos. A esa hora no se puede caminar. Mayoría alcoholizada y el musicalizador va a lo seguro: Piojos, La Vela, Redondos, Stones. Es la clase trabajadora divirtiéndose. Rareza: acá todavía se saca a bailar y se chapa grueso.
6.15 am. Regreso. Los primeros camiones del día esquivan autos en zigzag. El 51, repleto, devuelve a los lindes suburbanos a los cumbieros de Constitución y la cresta de la ola, ya sin plata, es el Panchos 95 de Pavón. Un paty y una coca bajativa salen seis pesos... la lechuga, a esa hora y en ese lugar, es la más rica del mundo.
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