Jue 02.03.2006
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ATENCION CON FRANZ FERDINAND

Las bandas, en su momento

› Por Roque Casciero

Esto de ser el culo del mundo –o el karma de vivir al sur– provoca que, por lo general, las leyendas lleguen a Buenos Aires antes que las bandas que las generaron. Pensalo bien... De haber tenido la misma edad que tenés ahora, ¿no hubieras preferido ver a los Rolling Stones en 1965 o en 1971? ¿No te hubiera encantado que los Beatles llegaran hasta acá en lugar de los Beetles, un remedo trucho que desfiló por la tele local a fines de los ‘60? ¿Cuánto más valor hubiera tenido ver al U2 de The Joshua Tree o al de Achtung Baby que al de Pop? O, más cerca, ¿qué tal si los Strokes hubieran venido a principios del 2002, cuando su caradurismo neoyorquino estallaba con Is this it, en lugar de a fines del 2005, con su valor puesto en duda tras Room on Fire? Esos “desfasajes” de tiempo no pueden quitarle una pizca de sentido a lo que uno siente al enfrentarse por primera vez a la banda a la que ya había perdido las esperanzas de ver en vivo, por supuesto. Tampoco significan que el concierto vaya a ser peor: sobran los ejemplos de shows impactantes de artistas con carreras larguísimas.

Pero los cambio mano a mano por la posibilidad de ver a una banda en “su” momento, cuando los ojos del mundo musical están puestos en la explosión que proponen tres, cuatro, cinco tipos con algunos instrumentos y un par de ideas como para agitar las aguas del rock. Así pasó con Nirvana en 1992, por más que el show no haya sido memorable. En esas condiciones llegaron The Police y Mano Negra, aunque muy pocos supieran de qué se trataba. También así fue la visita de los White Stripes del año pasado. Al momento de escribir esto, por esas cosas que tienen los cierres, Franz Ferdinand todavía no debutó en Buenos Aires, pero basta con ver el DVD que acaba de ser publicado aquí y tener algunas otras referencias –revistas, páginas web, algún que otro disco o DVD pirata– para saber que el cuarteto escocés llega en estado de ebullición, echando espuma por la boca y revoleando sudor en cada patada al piso que Alex Kapranos da para marcar el ritmo de sus canciones irresistibles. Quizá la fiebre por U2 haga que sus ilustres teloneros pasen más inadvertidos de lo que deberían, pero si tenés entrada para el show de River de hoy, harías bien en ir un rato más temprano. Nadie se atrevería a asegurar que Franz Ferdinand se convertirá en leyenda, porque podrían pasar demasiadas cosas para que así no fuera. Pero, a los efectos de disfrutar la energía de Take Me Out o Darts of Pleasure, es mucho mejor no haber tenido que esperar a que un legendario Kapranos debiera recurrir a un implante capilar en el flequillo.

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