Una locomotora atravesando un muro, un jab estremeciéndose en un mentón y un cometa al rojo vivo encarándole a la Luna. Así lo pensó Hugo Lobo y así lo desparramó el diseñador Leandro Escobar en cada una de las tapas de Non stop. Las tres imágenes responden a un mismo título de la misma forma que los tres discos responden a una misma idea: ya no se podrá detener aquello que está en marcha. Algo similar le pasó a Lobo, cuando empezó a atar cabos y los números le cerraban por todos lados. “No estaba planeado hacer un disco triple. Empezaron a aparecer músicos, contactos, confirmaciones y quedaron representantes de cada una de las décadas del ska. Todo cerraba, de pedo, con una movida que conmemora sus 50 años de historia. Tuvimos que tirar toda la data junta y salió esto”, resuelve.
Cuarenta y siete canciones clave de la historia del ska (y también del jazz, como Charlie Parker y Henry Mancini), releídas según el trazo fino y grueso de su árbol genealógico: Winston Francis, Carrol Thompson, Winston Reedy, de Cimarons, o amigos de la casa como ya lo son Pauline Black, de Selecter, Doreen Shaffer, de Skatalites, y el trombonista Rico Rodríguez. Entre los convidados locales, asoman Maikel, de Kapanga, los ex Cadillacs Flavio y Vicentico, Pablo Lescano (con quien hicieron cumbia de Take Five de Dave Brubeck) y su padre Rubén Lobo, otra gran influencia que no puede faltar en un disco de reivindicaciones estilísticos y autohomenajes.
–¿Te queda alguien con quien tocar o grabar?
–Después de este disco, no, al menos de los que están vivos. Me di todos los gustos, aunque me quedó afuera Dionne Warwick. Había grabado dos bases y se las fui a llevar a Chile, en bondi, una vez que tocó ahí. Escuchó los temas y se copó, una divina, pero no pudo por una cuestión contractual con su discográfica. Encima, a los meses hizo una fecha en Buenos Aires, así que viajé al pedo.
–Siempre grabás con tu papá, Rubén,un baterista de dilatada trayectoria en otros palos. ¿Cómo es la conecta musical?
–Lo disfruto mucho porque hay una conexión muy grande entre los dos. El me enseñó mucho sobre música y valores, y hoy en día sigo haciendo temas que escuchaba él. Yo siempre estuve en la música, pero el click lo hizo cuando grabé el primer disco de Dancing. Hasta ese entonces, siempre me criticaba, pero ahí notó una madurez en mí y cambió su actitud, comenzando a tratarme como músico.
–Por primera vez, incluiste dos canciones de tu autoría. ¿Tenés sensibilidad para la composición así como para los arreglos y la improvisación?
–Tengo un montón de cosas mías, pero éstas dos eran las que creía que encajaban en el concepto del disco, que no desenfocaban para nada. Quiero ir largándome de a poquito, posiblemente lo siga haciendo en el futuro. Pero me lo tomo con calma porque no estoy pensando en Sadaic, como hace la mayoría de los compositores, que escriben notas pero también hacen números. Lo pienso más del lado conceptual, desde la música que nos gusta hacer y del deber pedagógico que nosotros sentimos tener, mostrando artistas, interpretándolos, y metiéndolos de alguna forma dentro de lo que se llama rock nacional. Que los pibes lo puedan escuchar. No me quita el sueño hacer un disco con todos temas míos, más que nada porque la función por el momento es otra y se disfruta mucho
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