Lo único capaz de competir con la programación de cada Sónar es su campaña gráfica. Aparte de las mellizas vestidas de novia que hoy empapelan Buenos Aires (una de ellas, Meritxell Soler Gonzàlez, vive acá, a partir de una invitación de Eliseo Subiela para que dé clases en su escuela de cine, y ya fue, junto a su hermana, imagen del encuentro en 2000), desde una estatua de cera de Elvis a caca en la nieve y operaciones quirúrgicas de la antigüedad fueron leitmotiv del evento. Con motivo del Mundial de Fútbol de 2002, a los organizadores no se les ocurrió mejor idea que convocar a Diego Armando Maradona. El astro recibió en México al equipo gráfico del festival para ser retratado de diferentes formas. Sergio Caballero, uno de los directores del encuentro catalán, y autor de la idea de convocar al 10, justificó su decisión con el argumento de que el jugador argentino es “un auténtico mito de la iconografía popular”, al punto de que tiene un alcance mundial a la par de figuras universales “como el Papa o Elvis Presley”. También explicó que el ídolo se sintió muy satisfecho de que la campaña lo ligara de vuelta a Barcelona, pues en esa ciudad se dio a conocer mundialmente.