Dom 24.07.2005
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FAN › FAN > UN ESCRITOR ELIGE SU ESCENA DE PELíCULA FAVORITA: CARLOS GAMERRO Y CORAZóN SALVAJE, DE DAVID LYNCH

Canta, no llores

Por Carlos Gamerro


Mi escena favorita en el cine es aquélla de Corazón salvaje, de David Lynch, en que Bobby Peru, “just like the country” (Willem Dafoe), acorrala a Lula (Laura Dern) aprovechando la ausencia de su novio Sailor (Nicolas Cage), en una habitación de un motel del sórdido pueblito tejano de Big Tuna (que es también el infierno) y tras pedirle si lo deja usar el baño y mear con la puerta abierta le pregunta si “coge como un conejo” y después la acosa, en una yuxtaposición surrealista en primerísimo plano de los peores dientes y el bigotito más fino y más cerdoso con los labios más carnosos y pintados que el cine haya dado en mucho tiempo, para que diga “fuck me” hasta que ella (entregada al deseo, no tanto de sexo, como de humillación, degradación y sufrimiento) accede y dice “fuck me, fuck me” como quien se entrega a la muerte. Entonces Willem Dafoe, que ha logrado asustarnos y asquearnos y sobre todo meternos en esa espiral de abyección en que también nosotros seríamos capaces de repetir esas mismas palabras imposibles, pega un saltito hacia atrás y sonriendo como un enano saltimbanqui dice con voz de pito: “Algún día lo haré, nena, pero ahora tengo que irme”. Y ya por salir agrega: “Canta. No llores”.
Y sí, es el anticlímax más guarango de la historia del cine. Hay pocos directores que serían capaces de lograr el clima de esta escena, y uno solo (Lynch) capaz de tirar ese clima a la mierda por un chiste, y encima un chiste boludo. (Y lo peor, lo mejor, es que funciona, porque el rechazo gratuito del inmundo Bobby es más humillante para Lula que lo que cualquier cogida hubiera sido, y cumple la función dramática esencial de marcar que ha llegado al final del camino –que en este caso es el fondo del pozo–.) En eso consiste el genio único de Lynch: estar siempre en otra parte de la que uno espera. No tanto el estar siempre un paso adelante (one step ahead) del espectador, que era el talento especial de Hitchcock, sino un paso al costado. Es por eso, claro, que jamás podemos alcanzarlo.

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