Dom 13.08.2006
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FAN › UNA ARTISTA PLáSTICA ELIGE SU OBRA FAVORITA: MARGARITA PAKSA Y EL MICKEY Y LOS “BRUSH STROKES” DE ROY LICHTENSTEIN

Nada personal

› Por Margarita Paksa

Hace algunos años había decidido hacer una exposición analizando o, mejor dicho, parodiando las obras del Pop Art norteamericano. Quería unir a varios autores en una sola pintura. Trabajé mucho, pinté, pero finalmente, llegado el momento de exponer, lo hice con otro tema y éste quedó pendiente. El proyecto Pop Art lo había empezado por Lichtenstein y una de sus primeras obras, de alrededor de 1961, sobre los dibujos animados, el Ratón Mickey y el Pato Donald pescando: Look, Mickey... Lo pinté en una medida de 100 x 70 cm y cuando lo terminé me dije: “¡¡¡Esto ya lo hice antes!!!”. Y entonces recordé que cuando era una niña me anoté en las Escuelas Zier para aprender a dibujar historietas por correspondencia, y que en aquel entonces yo ya había dibujado esa misma obra por primera vez. Y lo hice antes del ‘61, que es cuando Lichtenstein pintó el suyo. De alguna manera, le gané de mano y me apropié de Mickey antes que él...

De alguna manera, la obra de Lichtenstein ha estado presente una y otra vez en mi vida.

Creo que es muy difícil elegir una obra favorita porque, cada vez que el artista habla de quien sea que hable, le costará mucho ser objetivo, siempre estará refiriéndose a su propia obra. Pero creo que lo mismo pasa con la literatura y los libros que leemos, con las películas que vamos a ver, donde siempre se impone nuestra identificación. Pero hecha esta salvedad, decidí elegir a Roy Lichtenstein, quizá por su relación con los diferentes momentos de mi vida, muy afectivos, y porque lo acabo de recordar unas semanas atrás en una clase magistral sobre dibujo que di en el IUNA (Instituto Universitario Nacional del Arte).

Ya había enseñado Lichtenstein antes. Durante trece años fui titular de la materia Dibujo complementario 2, 3 y 4 en la Facultad de Bellas Artes de La Plata. Junto a un equipo docente, recibí 250 alumnos todos los años hasta que me retiré, en el 2000. Y durante ese tiempo, mi programa siempre incluyó un cuatrimestre sobre la práctica de la gestualidad, del cuerpo como herramienta, y también de avanzar en el conocimiento histórico del desenvolvimiento de la línea a través de diversos autores, como Picasso, Matisse, Leger, y autores nacionales como Carlos Alonso; así, llegábamos indefectiblemente al uso de la línea en el expresionismo abstracto, en el expresionismo alemán y en el art nouveau, y culminábamos con la importancia del gesto en los Brush Strokes de Lichtenstein. Yo creo que el artista debe ir atrás y debe ir adelante del tema que uno quiere desarrollar. Lichtenstein hace un proceso que es la razón por la que verdaderamente me gusta. Yo hago prácticamente lo mismo: trato de evitar lo personal. Trato de expresarme en primer término con el tema, fundamentalmente. Hay artistas que se sirven del arte, y otros que servimos al arte. Yo siento que uno tiene que aportar algo, decir algo. Estoy en contra de esos artistas que dicen: “Ah, se abrió la inspiración, y de pronto me iluminé y produje esto, sin saber lo que hacía siquiera”. Ah, esa “chispa”, ese “aura” que algunos artistas pretenden tener... Yo creo que lo racional y lo irracional vienen muy batidos, muy interconectados. Pero hay artistas que se niegan totalmente a hablar de un cierto nivel racional y venden una imagen de estar “iluminados” cuando hacen arte. Uno tiene que desmitificar esa idea, romper ese engaño. Por supuesto que lo irracional también está: yo sueño, como todas las personas, y me mueven cosas que a veces no sé cuáles son. Pero llega un momento en el que puedo razonar sobre mi propia actividad. Los Brush Strokes, que tienen toda la fuerza y la frescura del trazo del pincel, pero un trazo congelado, frío, sintético, muy mental, muy conceptual, se oponen al expresionismo abstracto, como todo el pop art. Ponen la razón y la “inexpresividad” evitando este gesto personal que tenían De Koenig y otros autores, y lo estilizan. Eso es lo que hace Lichtenstein con el brushstroke, la pincelada, como lo hace también Warhol. Hace un artepopular, como si él no existiera, como diciendo, “yo miro y digo, pero yo no soy”. Ese tipo de estilización que hace en los brushstrokes lo hizo con la historieta. Lo hizo con Mickey. El retoma a principios de los ‘60 esa época del boom de la historieta, que viene de mediados de los ‘40, con excelente raza de autores que eran dibujantes y escritores, y que son los que hicieron historietas como Little Nemo, Flash Gordon, El príncipe valiente, Dick Tracy, que son las que yo devoraba de chica. Creo que seguí la carrera artística por lo mucho que me gustaban las historietas. La historieta me encanta y me encantó siempre por la limpieza de sus recursos, por su síntesis. Y en Lichtenstein no sólo Mickey y los Brush Strokes están ligados a través de las viñetas; Lichtenstein sacó toda su obra artística y su vida de la historieta.

Look... Mickey!
Oleo sobre tela 170 x 120 cm
Colección del artista

Fueron sus hijos quienes le dieron a Roy Lichtenstein (Nueva York, 19231997) el envoltorio de chicle globo con el dibujo del Ratón Mickey y el Pato Donald que el artista pop reproduciría cuidadosamente en un óleo. En Look Mickey! (1961) Lichtenstein operó, en sus propias palabras, una reformulación del “objeto copiado en otros términos”.

En 1964, la obra de Lichtenstein se volvió especialmente célebre cuando la revista Life publicó un artículo sobre él preguntando “¿Es el peor artista de Norteamérica?”. Por su parte, el artista decía estar “interesado en lo que normalmente se considerarían los peores aspectos del arte comercial”. Fue en aquella misma década que Lichtenstein incorporó los célebres “brushstrokes” a su obra. Los Brush Strokes (“pinceladas”) fueron interpretados como parodias del expresionismo abstracto. En una entrevista con David Silvestre en 1966 (publicada en el libro Some Kind of Reality) el artista contó las dificultades que tuvo originalmente para lograr el efecto buscado por esta serie de obras (“parecían fetas de panceta o algo así”) y ensayó una especie de definición: para Lichtenstein, los brushstrokes “simbolizan que el arte es arte, pero al mismo tiempo hacen el dibujo de una pincelada. Toman algo que tenía cierta sensibilidad y la descartan, y luego la restituyen, pero a la manera de un cliché. La cuestión era desarrollar un cliché o una apariencia arquetípica de pincelada que fuera convincente como pincelada. Por eso no son tanto una parodia de las pinturas de nadie como un epítome o codificación de las pinceladas. Creo que es una suerte de expresionismo abstracto sintético. En cierta manera es lo que el cubismo sintético le hizo al collage, al hacer un cuadro de un collage. Esto es, en cierta manera, un cuadro de una pincelada”.

Por su parte, el mismo Silvestre escribió tres años después que la “cuidadosamente concebida y ejecutada reconstrucción de una pincelada explosivamente violenta parece mucho más explosivamente violenta que el objeto (una pincelada) real”.

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