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Un actor elige su película favorita: Testigo de cargo (1958), de Billy Wilder.
› Por Ciro Zorzoli
La primera vez que vi Testigo de cargo era muy chico, no me acuerdo exactamente cuántos años tenía, pero sí recuerdo que quedé muy impactado por lo imprevisible de la trama, una historia de suspenso muy atractiva escrita por Agatha Christie. Los protagonistas son Tyrone Power, Marlene Dietrich y Charles Laughton, un actor al que ya había visto anteriormente en El Jorobado de Notre Dame y que me había impresionado mucho (todavía recuerdo su rostro deformado por el maquillaje, apareciendo repentinamente en la pantalla del televisor).
Cuando volví a ver Testigo de cargo, años después, empecé a descubrir más cosas y a apreciarla mucho más. El director, Billy Wilder, es un gran contador de historias: logra enhebrar los hechos de un modo atractivo y atendiendo siempre hasta el más mínimo detalle. Y en esta ocasión encuentra en Laughton un aliado excepcional. La película podría ser un drama, pero él siempre consigue encontrar claroscuros de humor, sin ser explícitamente humorístico, y logra hacer algo notable. En realidad, nunca nada es drama ciento por ciento, siempre lo que sucede es ambiguo. Todo transcurre alrededor de un juicio, pero lo interesante es lo que pasa alrededor. Allí, Laughton interpreta a un abogado que tiene que defender a alguien que está acusado de homicidio (Tyrone Power) y finalmente consigue salvarlo de la acusación, a pesar del testimonio de su esposa (Marlene Dietrich), pero al final se da cuenta de algo que, por si alguien no la vio, no voy a develar.
El abogado que interpreta Laughton es un hombre grande que acaba de sufrir un ataque al corazón y al que, por ende, le han prohibido meterse en juicios penales. También, beber y fumar. Y además tiene una enfermera que lo vigila todo el tiempo. Y es notable cómo Laughton saca provecho de cada uno de estos detalles, y también de cada objeto que usa. Hay una escena en la que se lo ve yendo de un lado a otro, discutiendo con la enfermera, hablando con un asistente, recibiendo al acusado a la vez que todo el tiempo intenta conseguir un habano que tiene su amigo en el bolsillo del saco porque se muere de ganas de fumar. En otra se lo ve jugando con sus pastillas para el corazón mientras interrumpe una y otra vez al fiscal que está haciendo las acusaciones. O manipulando su peluca de abogado inglés mientras decide si toma o no el caso. Todo muy teatral, porque no tiene carácter cotidiano, pero a la vez absolutamente verosímil. Nada resulta exagerado. Es un actor que hace que todo parezca natural y a la vez inesperado.
Hay películas a las que inevitablemente se les nota el paso del tiempo pero, a mi modo de ver, Testigo de cargo sigue siendo sumamente efectiva. También sucede lo mismo con algunas actuaciones, que quedan atadas al estilo de una época, pero la actuación de Laughton es de una modernidad sorprendente. Te das cuenta de que, más allá del rol que interprete, su actuación se mantiene sensible, sin caer en ningún momento en sentimentalismo. Es algo que tiene que ver con la vulnerabilidad. Todo el tiempo se puede sentir que hay algo frágil detrás, algo que puede quebrarse en cualquier instante. Como si en lo que hace hubiese siempre algo riesgoso. Entregándose por entero en cada gesto. Eso me resulta conmovedor en un artista. Y es lo que me atrae de él en Testigo de cargo.
Testigo de cargo es considerada una de las mejores películas de Hitchcock, sólo que fue dirigida por Billy Wilder. El film, basado en la obra de teatro de Agatha Christie, terminó por resultar una de las películas de Wilder más críticas e irónicas, además de una de las favoritas del público. Llegó a recaudar casi 8 millones de dólares y el New York Times festejó: “Para ser un melodrama de tribunales sujeto a una única trama... Testigo de cargo resulta ser una película extraordinaria”. La propia Christie no fue menos y alabó la versión de Wilder.
En líneas generales, el film sigue la historia de un prestigioso abogado criminalista enfermo del corazón que se enfrenta a lo que puede ser su último caso: la defensa de un hombre acusado del asesinato de una dama rica. El abogado también cuenta con la defensa incondicional de su esposa, interpretada por Marlene Dietrich, en su segunda cooperación con Wilder tras Berlín Occidente y en una de las actuaciones cumbres de su carrera. Fue la propia Dietrich la que propuso llevar al cine la obra de Christie: ella quería el papel y exigió que el director fuera Wilder, a quien adoraba sin tapujos. De hecho, una vez le preguntaron con quién le gustaría pasar una noche y contestó: “Con Billy Wilder; pero no una noche; muchas. Yo lo amaba, pero lamentablemente nos dimos cuenta demasiado tarde, cuando nuestro trabajo había terminado”.
Sin embargo, la gran revelación de Testigo de cargo es la magistral actuación de Charles Laughton, a quien el propio director atribuyó todo el éxito de la película: “Laughton es el mejor actor con el que he trabajado —dijo Wilder—. Podía hurgar en su talento como un niño feliz en una caja rebosante de juguetes”.
Ciro Zorzoli dirige Alguien de algún modo, un proyecto del departamento de Artes Dramáticas del IUNA (domingos a las 18 en El Portón de Sánchez, Sánchez de Bustamante 1034). Como actor ensaya Karamazov, de Alejandro Tantanian, y como director prepara junto a Diego Velázquez una obra a partir de Acquaman.
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