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Domingo, 19 de agosto de 2007

FAN › UNA PINTORA ELIGE SU PINTURA FAVORITA

El artista en el espejo

 Por Renata Schussheim

Siempre me identifiqué con Foujita porque él era más dibujante que pintor, y porque pintó muchos autorretratos, cosa que yo también hice en un período de mi vida.

Me encanta que en este autorretrato esté rodeado por sus armas de trabajo, que estén sus pinceles, sus lápices, su gato... como si alguien le hubiera tomado una fotografía, cuando en realidad fue él mismo, en su momento y con sus elementos. Porque creo que, pintando autorretratos a uno lo pueden acusar de narcisista, pero en realidad es un disparador para contar otras cosas. En mi caso partió de que yo era lo que mejor conocía, a mí misma. Personalmente soy muy narrativa en toda mi parte plástica, siempre estoy contando una historia, aunque no haya elementos que la cuenten. Está más pegada a la literatura que a la pintura, y por eso me identifico más con un dibujante que con alguien que te arrasa con el color, que ves el color como primera emoción en cuanto estás frente al cuadro. Este autorretrato es muy claro y el dibujo resalta mucho la línea, eso es lo fantástico que tiene –aparte de ser japonés y tener 20 mil millones de años manejando la línea–.

Conozco a Foujita desde muy joven, pero me interioricé mucho más de su obra cuando conocí a mi amigo Jean François Casanovas. Lo que pasó fue que cuando lo vi a Jean François lo primero que dije fue: se parece a Foujita –sobre todo por ese flequillo que usaba–. Ahí él me contó que había tenido un Foujita auténtico y que tuvo que venderlo en un momento de desesperación en París.

Lo curioso es que nunca había visto este autorretrato, ni en libros ni en el Museo de Bellas Artes, y eso que es un lugar al que fui muchísimas veces. Lo encontré por primera vez recién el año pasado, cuando estaba montando mi muestra Epifanía... justo, como si fuera una epifanía. Yo había hecho un camino diferente del que solía hacer en el Museo y ahí lo reconocí a Foujita: porque no es que vi un cuadro del "autor Foujita", sino que es su cara la que me saltó a la vista, porque es él el del cuadro...

Empecé a hacer siempre ese camino, que es más largo, para poder ver todos los días el cuadro, porque me encantaba verlo, me encantaba pasar y darme cuenta de que era un original, decir: "Wow, esto lo pintó él". Es la emoción de ver la pincelada en vivo, el tamaño real en el que lo hizo, el lienzo que utilizó, y recrear a partir de ahí todo el contexto tan atractivo en el que vivía durante los días en el que pintaba ese cuadro, porque además me fascina él como personaje, todo lo que lo rodeó en esa época maravillosa que fue París en 1926, esa especie de torbellino de los pintores, las modelos, Kiki de Montparnasse... Tengo una foto maravillosa que es un grupo muy grande donde están Foujita, Kiki, todos los pintores... ¡Un reviente! Se ve que se entretenían.

Ver ese cuadro todos los días era una sorpresa cotidiana. Creo que nunca dejás de sorprenderte, siempre lo ves con la misma emoción, es una emoción que sigue viva en la medida que lo mirás. Esa es la maravilla del arte.

Nacido en 1886 en Tokio, Tsugouharu Foujita es considerado uno de los primeros artistas japoneses en expandir y trastocar fuertemente la imagen clásica y legendaria del arte de su país. Si bien realizó sus estudios en la Escuela Imperial de Bellas Artes, decidió mudarse a Europa después de un viaje a Londres en 1912. Se asentó en París, donde se hizo amigo de Picasso, Braque, Modigliani y Matisse. Hacia 1924 era uno de los expositores más importantes del Salón de Otoño parisino –ya había sido toda una sensación gracias a un retrato de Kiki de Montparnasse, desnuda–, y lograba cautivar a los espectadores proponiendo un puente detallista entre las tradiciones, las técnicas y los temas de Oriente y Occidente, y un dibujo fino, libre y movedizo, en el que el color se aplicaba en capas suaves. Foujita recorrió y produjo una cantidad de obras en Sudamérica, sembrando seguidores en diversas ciudades. Figuras delicadas, naturalezas muertas y gatos forman parte de su repertorio. Murió en 1968 en Zurich.

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