FAN › UNA FOTóGRAFA ELIGE SU IMAGEN FAVORITA: HELEN ZOUT Y CORDERO DE DIOS, DE MARCOS LóPEZ
› Por Helen Zout
Elegí esta foto por varios motivos. Primero, porque se la siente tan cercanamente argentina como el dulce de leche, la birome o Marcos López. Segundo, es simple y a la vez profunda. Tercero, la tengo muy presente. Señal inequívoca, para mí, de una buena foto. Cuarto, es también universal porque alude, inevitablemente, a La Ultima Cena, la maravillosa obra de Leonardo Da Vinci.
Leonardo creó esta pintura –quizá su mejor obra, la más serena y alejada del mundo temporal– durante años de conflictos bélicos, intrigas, preocupaciones y calamidades.
El asado de Marcos López es, según mi criterio, una adaptación de esta magnifica imagen, en concordancia con algunas costumbres argentinas. En este caso, la comunión ritual de los domingos. Por supuesto asociada con nuestras tradiciones carnívoras: exquisito asado, achuras y cordero, no explícitamente redentor, pero sí en manos de ávidos comensales. Y, sumado a todo esto, el infaltable tinto.
El cordero está a punto de ser cortado por las manos de un muchacho de barrio después de un partidito de fútbol. Es el personaje central: un cuarentón pelilargo con aspecto setentoso y pancita de cerveza que mira a la cámara y nos expresa a través de sus ojos y sin retaceos su estado emocional. Se lo ve melancólico pero “acostumbrao”, como diría Inodoro Pereyra.
Un Cristo humanizado y pagano. Los límites de sus sueños se chocan justo en la intersección de la costillita, el chorizo y la morcilla. Placeres menores que compensan males mayores en un país difícil y complicado. La expresión de sus ojos también parece dejarnos en claro que el asado no cura, sólo alivia. Es en ese lugar común donde el autor nos deja asomarnos al abismo propio, al ajeno. Al abismo de los límites y de la banalidad con la que a veces se sobrellevan los límites.
Ni angustia, ni dolor, ni alegría. Banalidad. Entonces, me pregunto: ¿cuáles son las diferencias entre los personajes de La Ultima Cena de Leonardo y los de Marcos? ¿Y las semejanzas? Antes y ahora, todos los personajes son capaces de amar, disfrutar y traicionar; sencillamente porque los une su condición humana.
Quizá la diferencia radique en que en esta obra Marcos López mató y domesticó la solemnidad de la obra original. Los personajes se parecen tanto a la cotidianidad, que incomoda. En esta obra, alejándonos un poco del chiste o la ironía, Marcos permite identificarnos hasta la ternura con estos personajes tan humanamente queribles. Y por qué no, también nos deja ver la posibilidad del disfrute momentáneo del asado.
Al final, Marcos tenía razón. Su obra y la mía hablaban de lo mismo, pero dicho de otra manera. Eran otras las máscaras, pero debajo de ellas habitaban los mismos fantasmas.
Cuando nos conocimos, él recién venía de Santa Fe y quería trabajar con los estereotipos de cartón de las “chicas” de tamaño humano de las publicidades, y yo estaba trabajando con máscaras en mi obra de los niños con sida, dándole una nueva dimensión al dolor con el que estaba atravesada mi propia vida.
En el transcurso de todos esos años quizá las máscaras, tanto las suyas como las mías, se fueron desvaneciendo, dejando espacio para los seres de carne y hueso que, por reales, son los que más nos duelen.
En fin. Es hora de levantar la copa, por lo que pudieron y lo que no pudieron. Ellos y nosotros. Por los sueños alcanzados y por los frustrados. Por todo lo vivido hasta ahora, en la mitad de nuestras vidas. Y por Marcos López y sus fotos. Salud.
Testimonio recogido por Mercedes PomboMarcos López es fotógrafo y nació en Santa Fe, Argentina, en 1958. Sus imágenes, tan personales y latinoamericanas, se separan de la estética fotográfica típica de otros artistas. En los ’90 López desarrolló la serie Pop latino, que arrasó con las pautas establecidas en el campo fotográfico del momento e impuso su propia mirada pop, totalmente alejada de Warhol y sus amigos. Distintos personajes, distintas miradas y estereotipos locales han quedado fijados en estas fotografías, marcadas por su inconfundible ironía de colores brillantes y saturados. A partir de ahí, López se zambulló en la era digital. Su camino se focalizó hacia el uso del photoshop y la manipulación de imágenes. Fotografías en donde no faltan el humor y la apropiación del arte y su historia.
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