Dom 05.09.2010
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FAN › UNA ESCRITORA ELIGE SU ESCENA DE PELíCULA FAVORITA: CLAUDIA PIñEIRO Y RíO MíSTICO, DE CLINT EASTWOOD

Sangre de amor no correspondido

› Por Claudia Piñeiro

Vi Río místico, una película del año 2003, dirigida por Clint Eastwood y basada en la novela de Dennis Lehane, en cuanto se estrenó en Buenos Aires. En ese momento la película provocó mi admiración, pero también me devastó. Es de esas historias que cuentan algo que uno quisiera olvidar en cuanto sale del cine, pero que sin embargo te acompañan durante un largo tiempo. Más aún: es de esas historias que permanecen escondidas en algún lugar, dispuestas a aparecer en el momento menos pensado.

Y eso fue lo que me pasó a principios de este año. Estaba escribiendo un texto en el que uno de los personajes había sufrido un abuso siendo un chico, y me apareció la imagen vívida de Tim Robbins (Dave Boyle en la película), explicándole a su mujer Marcia Gay Harden (Celeste Boyle) por qué él suele pensar en vampiros. O intentando explicárselo. Y después del recuerdo de esa escena, aparecieron otros: tres niños tratando de sacar una pelota de hockey del desagüe de una calle, la cara de Sean Penn (Jimmy Markum) cuando se entera de que la mujer asesinada es su hija, o la escena que transcurre en el dormitorio de los Markum en la que Laura Linney (Annabeth) le declara a su marido que acaba de enterarse de que él mató a alguien y, en lugar de asustarla, eso la enamora más. La intensidad del recuerdo de esas escenas me llevó a buscar la película hasta encontrarla en un local de venta de DVDs en Corrientes y Rodríguez Peña, donde voy cada tanto con desesperación a buscar películas inhallables. Cuando estaba en el negocio, una mujer que no sabía qué película comprar preguntó de qué se trataba la que yo llevaba. El vendedor le resumió el argumento. “Ya bastantes cosas espantosas hay en la vida como para ver eso en el cine”, dijo, y se perdió de ver una gran película.

Desde que la conseguí hasta que la vi por segunda vez pasaron unos días: tenía que juntar coraje. Y otra vez me atrapó, confirmó mi admiración por ella, y me devastó. A Jimmy Markum, un hombre duro que pasó algunos años en la cárcel y que sabe hacer justicia por mano propia, le matan a su hija de 19 años, la hija a través de cuyos ojos él ve el mundo. Una muerte violenta. Sean Devine (Kevin Bacon) es el policía encargado de investigar el crimen. Y Dave Boyle, un hombre algo extraño sobre quien finalmente caen todas las sospechas. Los tres eran amigos en la infancia, y compartieron un hecho traumático que los marcó para siempre: un día como tantos otros en que juegan en la calle, mientras escriben en el cemento fresco sus nombres, se detiene un auto en el que vienen un cura y un policía, y Dave es secuestrado por estos hombres. Luego de varios días de cautiverio durante los que los hombres abusan de él, Dave logra escapar. Pero ya no será el mismo. Ni lo serán sus amigos.

La escena que más me conmueve de la película, la que no puedo olvidar, la que me hizo verla otra vez, es aquella donde Dave intenta explicar a su mujer lo que siente. Apenas un diálogo entre dos personajes casi quietos. Pero qué diálogo: Celeste entra de la calle, Dave está mirando una película de vampiros. “¿En qué estabas pensando?”, le pregunta ella, pero casi como una excusa para poder contarle en qué estaba pensando él. “En vampiros”, dice Dave. “¿Qué tienen?”, le pregunta Celeste. “Son muertos resucitados, pero tal vez hay algo de hermoso en eso. Quizás un día despiertas y olvidas lo que es ser humano. Quizás entonces está bien”, confiesa. “¿De qué carajo hablas, Dave?” “De vampiros, corazón, de hombres lobo”, dice él. “No tiene sentido lo que estás diciendo”, contesta ella.

Pero sí que lo tiene, y mucho.


Río místico (2003) es una excepción: una versión cinematográfica que logra estar a la altura de una muy buena novela. Además de haber sido aclamada instantáneamente por la crítica, fue nominada a seis Oscar de los cuales obtuvo dos: al mejor actor (Sean Penn) y al mejor actor secundario (Tim Robbins), consolidando así el éxito como director de Clint Eastwood, quien en sus primeras películas había sufrido la indiferencia de la crítica.

Dennis Lehane publicó la novela en la que está basado el film en el año 2001, y también resultó un quiebre en su carrera, convirtiéndose en su libro más exitoso hasta el momento. Convencido de que había llegado el momento de dejar atrás su serie de policiales con los detectives Patrick Kenzie y Angela Gennaro, se animó a escribir un relato ambicioso sobre tres amigos de un barrio pobre de Boston, cuyas vidas se modifican para siempre una vez que uno de ellos es secuestrado.

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