Dom 20.11.2011
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FAN › UN MúSICO ELIGE SU CANCIóN FAVORITA: RUBIN Y “SUSPICIOUS MINDS”, DE ELVIS

Me estás atrapando otra vez

› Por Sebastian Rubin

Uno de mis recuerdos más potentes de Elvis es el de “Suspicious Minds” en su versión del disco en vivo en el Madison Square Garden. Yo tendría unos seis años hacia la época en que murió Elvis. A mi padre le gustaba mucho el rock de los ’50 y ’60, y los Beatles y Roberto Carlos, que era lo que más se escuchaba en mi casa –a los cinco años yo ya era un fan confeso de Roberto Carlos–, y me acuerdo de que cuando murió Elvis, se compró una típica compilación, una de esas cosas de Discos ATC o por el estilo, y ese increíble álbum en vivo del Madison Square Garden, en casete, obvio. Y yo me fanaticé. Debe haber sido en el auto de mi papá que la escuché por primera vez, y aunque recuerdo vagamente haber escuchado “Suspicious Minds” en su versión original en aquel entonces, la versión que más presente tengo es la del disco en vivo, en parte porque yo sabía (por el librito del casete) que había sido grabada el 10 de junio del ‘72, el día que cumplí un año. Creía tener algún tipo de relación personal con esa grabación, ¡si la había grabado en mi cumpleaños! Una de esas pavadas que cuando uno es chico parecen tan verdaderas como importantes. Y aunque la primera canción que me sedujo de ese álbum en directo fue una versión casi punk de “All Shook up”, súper rápida y energética, con el tiempo la que fue ganando un lugar mayor y más importante en mi vida fue la que por entonces traducían como “Mentes sospechosas”. Creo que me gusta más aún que la versión original, de estudio, aunque claro, seguro que mi opinión está sesgada por el hecho de que es la primera que escuché y por el amor que le tengo a ese disco en vivo en particular.

Y por supuesto que hoy creo que su letra es genial, pero de chico no entendía lo que estaba diciendo: gracias que podía hacer una imitación fonética imaginaria. La canción repite muchas veces el final, se queda como cinco minutos diciendo “We’re caught in a tramp I can’t walk out”, al punto que se te va pegando, y yo, aun sin entenderla, llegó un momento en que me la sabía de punta a punta. La letra habla de, como dirían Los Rodríguez, un amor a pesar de todo, de un amor inevitable, enfermo, un amor en el que “estamos atrapados”, como en una trampa de la que “no podemos salir”; es una canción sobre los celos, las sospechas, de cómo todo eso va corroyendo una relación, cosas que de chico uno no tiene el sistema emocional necesario para entenderlas. Así que, sin entender la profundidad de la letra, lo que me atrapaba era su energía, su melodía, su ritmo, la voz de Elvis y el coro a contrapunto de las chicas, las cuerdas, las trompetas, la batería que va cambiando de beat todo el tiempo, y ese final en el que se van sumando solos de bajo y redobles imposibles. Toda esa construcción la torna una canción muy emocional que para mí es el pináculo de la obra de Elvis, que después de pasarse diez años haciendo películas de segunda línea vuelve al rock y a la música popular con un auténtico discazo. “Suspicious Minds” es el epítome del que tal vez sea su mejor momento: todavía es joven, tiene 32 o 33 años, y lleva adelante esta canción que crece y crece, y de pronto cae y baja a mitad de tempo para decir “tratemos de que nuestro amor sobreviva”, y vuelve a arrancar y ya no para de subir hasta que cuando termina es como un alivio absoluto, una liberación repentina; como si te hubiera estado ahogando a fuego lento, para finalmente soltarte, y quedar como después de jugar un partido de fútbol increíble: contento, exhausto y aliviado.

Cuando con los años fui descubriendo qué decía la letra, entendí que estaba en perfecta concordancia con esa música. Yo creo que las canciones se acercan más a la perfección ahí, cuando la música te hace sentir lo mismo que la letra, cuando las entendés más tarde o finalmente les prestás atención. Y creo que la música y la letra de “Suspicious Minds” tienen ese mismo efecto cuando Elvis la interpreta en directo. He visto muchos shows suyos y es obvio que era un gran showman, pero a veces me gusta más escucharlo que verlo porque en aquellos primeros años de su regreso a la música, su humor y su carácter naturalmente bromista le restaban dramatismo a sus canciones. Así, cuando canta “Suspicious Minds”, la empieza “canchereando” y con esa sonrisita de costado tan suya. Pero a medida que va avanzando la canción, se va metiendo en la letra, y eventualmente cierra los ojos y deja de lado la comedia, atraído por el influjo hipnótico irremediable de la canción. Se va dejando atrapar un poco, como la dice la primera e increíble línea de la letra: “Estamos atrapados en una trampa de la cual no podemos salir, porque te quiero demasiado”. De la misma manera que ese amor inescapable que describe desde el primer verso, la canción te va atrapando; la canción es una trampa, una trampa de las buenas. No podés dejar de escucharla, te enrosca de a poquito, te da placer y te va ahogando hasta que se diluye en los aplausos del Madison Square Garden y lográs recuperar el aliento, como si hubieras terminado un maratón.


Rubin toca con Los Campos Magnéticos el domingo 26 en el Festivago en el C.C. Konex y junto a Alvy Singer, Pablo Dacal, Alfonso Barbieri y Jimena López Chaplin en un especial de traducciones dentro del ciclo Martes de poesía y música, junto a Ezequiel Zaidenwerg, el martes 29 a las 19 en el Cceba, Florida 943 (con entrada gratuita).


“Suspicious Minds” fue compuesta por el compositor norteamericano Mark James (alias Francis Zambon) y entregada a Elvis a través del productor Chips Moman —el dueño del American Sound Studio— después que la grabación original a cargo de su autor, en 1968, resultara un fracaso. Suele considerársela el simple que marcó por sí solo el regreso de Presley, tras el Comeback Special de 1968. La canción fue grabada en ocho tomas durante la madrugada del 23 de enero de 1969, junto con “I’ll Hold you in my Heart (Till I Can Hold you in my Arms)”, “Without Love (There is Nothing)” y “I’ll Be There”. Su primera presentación en público fue en el Hilton de Las Vegas en julio de ese año; luego sería el último número uno que alcanzó Elvis en los rankings norteamericanos hasta su muerte.

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