Dom 19.02.2012
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FAN › UN ESCRITOR ELIGE SU ESCENA DE PELíCULA FAVORITA: JUAN DIEGO INCARDONA Y EL INCREíBLE HOMBRE MENGUANTE, DE JACK ARNOLD

El pequeño burgués

› Por Juan Diego Incardona

Vi por primera vez El increíble hombre menguante cuando era chico. Yo nací en el ‘71, tengo 40 años, así que probablemente la vi en Canal 11. En un principio sobrevivió el vago recuerdo de haber quedado fascinado con la historia de este tipo que se achicaba de a poco, y de todas las aventuras que se desencadenaban a partir del cambio de tamaño, de cómo todo su entorno se modificaba a partir de esa situación extraordinaria.

Fue una película que en su momento me volvió loco, y siempre me quedaron imágenes y algunas ideas dando vueltas en algún lugar de la memoria, pero fue recién de grande que me reencontré con ella. Cuando empecé con este tema, o mejor dicho este quilombo, de la literatura, fui interiorizándome más y más con películas y libros fantásticos. El interés por la ciencia ficción es algo que arrastraba desde adolescente y un día revisando DVDs encontré uno en el que venía junto con otra película llamada El mundo en peligro, sobre el ataque de unas hormigas gigantes. Ambas películas tienen que ver con el imaginario de la Guerra Fría, de los años ‘50, y la radiación; un imaginario monstruoso. Puede decirse incluso que los insectos son los monstruos de su época. Cada época tiene sus monstruos, por alguna razón en el imaginario de una comunidad se producen metáforas, y en los ‘50 ocurre que hay muchos insectos: un año después de El mundo en peligro iba a aparecer La mosca, de Kurt Neuman, y tres años más adelante aparece El Hombre Araña. El tema es pensar en estos monstruos más como un acontecimiento que como un personaje, como un Frankenstein, es decir, un producto colectivo, con sus partes cosidas a las mentes de los integrantes de toda una comunidad.

Muchos años después de haberla visto por primera vez en la vieja televisión de aire, uso El increíble hombre menguante en mis talleres. Me sirve mucho para mostrarle algunas cosas a gente que está dando sus primeros pasos en la escritura. De hecho, todo el género fantástico es una gran escuela para la narración, incluso la que no es del género, porque te enseña a escribir, a inventar historias, por un lado porque está la cuestión de cómo construye las metáforas, esto que decía recién acerca de cómo desplegó siempre el imaginario monstruoso de su tiempo, pero también por los distintos procedimientos que usa, porque es un género que habla mucho de lo que se dice y de lo que no se dice, ayuda a entender que lo importante es tanto aquello que escribís como lo que dejás sin escribir. El fantástico tradicionalmente está produciendo la sensación de lo no dicho a partir de los ambientes y los personajes. A través de sus monstruos y otros engendros sobrenaturales, consigue evocar lo reprimido. El psicoanálisis se puede hacer un festín con casi cualquier buen texto fantástico.

Y en este sentido, el de la metáfora del gran relato de ciencia ficción, puede decirse que en el fondo El increíble hombre menguante es la historia del derrumbe de un hombre burgués. Al principio es sencillamente la aventura de un hombre que se achica, y resulta graciosa. Pero luego esto va avanzando, evolucionando, a medida que el tipo va menguando, y entonces no sólo desciende de tamaño sino también de clase social. Cae al sótano, lo dan por muerto, duerme en una caja de fósforos, se trepa a los zócalos con un hilo de coser, come migas de pan caídas. Es como un hombre prehistórico en una casa burguesa, la historia de alguien que lo va perdiendo todo de a poco; es un gerundio, un proceso, no es una metamorfosis de la noche a la mañana como la de Kafka sino que su mundo se va transformando paso a paso, y un día se encuentra viviendo entre los objetos que alguna vez conformaron su universo cotidiano y que ahora son como las reliquias de una raza extinguida. Una secuencia clave marca el paso de ese comienzo bizarro y hasta un poco gracioso, a una segunda parte más reflexiva, filosófica. La secuencia arranca con la gotera de un termotanque, que crea un charco que arrastra al protagonista hasta el sótano. Allí, cuando bajan su esposa y su hermano, él ve una oportunidad para ser rescatado, pero grita y grita, y su esposa ya está convertida en una figura enorme, distante, convertida en una amenaza y un peligro. Lo que sigue a estas escenas, que son de lo más dramático de la película, es menos la aventura que la reflexión de tono existencial. Existencial, casi cartesiana: sobre el gran, emotivo final, mientras el tipo se va perdiendo en el pasto e ingresa en el mundo del nivel atómico, toma conciencia de que todavía no es la nada, que acaso se está fundiendo con la nada, pero todavía piensa, y por lo tanto todavía existe.

Por supuesto que yo no pensaba en todas estas cosas cuando vi la película por primera vez de chico y me voló la cabeza, pero de algún modo esas ideas ya estaban un poco en esos mundos pequeños que constituyen la dimensión infantil del juego. Esos universos en miniaturas que uno se arma cuando es un nene, y de los que yo me inventé muchos. Los chicos siempre ponen algo del mundo real en este mundo que pueden controlar. Creo que, aunque yo todavía no podía interpretar todo lo que veo hoy en El increíble hombre menguante, la película siempre estuvo a tono con ese mundo que es el mundo a escala de los chicos, y que era mi mundo cotidiano cuando vi la película por primera vez y su autor Richard Matheson empezó a convertirse en uno de mis autores favoritos.


Juan Diego Incardona programa y presenta ciclos de películas en el ECuNHi durante todo el año. En el ciclo de verano, titulado “Películas en el jardín”, comprende clásicos como Nazareno Cruz y el lobo (miércoles 22 de febrero), Annie Hall (jueves 23), All That Jazz (miércoles 29), y en marzo Alien, el octavo pasajero, Toro salvaje, E.T., el extraterrestre, Amadeus y Cinema Paradiso. Miércoles y jueves a las 20, al aire libre (no se suspende por lluvia) en ECuNHi, Av. Libertador 8465. Tel.: 4703-5089. Gratis.

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