FAN › UNA ACTRIZ ELIGE SU ESCENA DE PELíCULA FAVORITA: RITA CORTESE Y GLORIA, DE JOHN CASSAVETES
› Por Rita Cortese
Hay una frase genial de Cioran que dice así: “Recuerdo que alguna vez fui un niño, eso es todo”.
Y vuelvo a pensar en esa frase cuando veo esa maravilla que es Gloria, de John Cassavetes. Esa película que vuelvo a ver cada vez que la encuentro en televisión, la que no puedo dejar de mirar cuando vuelve a aparecer.
De Cassavetes qué puedo decir: es un director enorme y también un gran actor, un actor con pensamiento.
Pero si la obra de Cassavetes está llena de grandes momentos, Gloria sencillamente me impresiona. Me impresiona cómo ha logrado crear un vínculo casi de pareja, de matrimonio, entre sus personajes, una mujer de unos 40 y pico de años y un chico de unos 9 o 10, a quien decide proteger. Por momentos funcionan casi explícitamente así, como una pareja amorosa: por ejemplo, cuando el chico le dice, firme, “no vamos a salir”, se le impone a ella en la postura de “¡Yo soy el hombre acá!”. En Gloria Cassavetes retrata esa relación con todo lo que implica, sin que eso se vuelva molesto, sin llegar a romper ningún tabú, narrándolo todo desde el amor impresionante que se genera entre los protagonistas.
De las muchas grandes escenas de la película, la que más me gusta es la final, cuando ella, que ha perdido al chico, lo va a buscar a uno de los lugares donde alguna vez habían estado: al cementerio. Ahí va, se baja del auto, camuflada con una peluca. El la reconoce y va corriendo hasta ella, que lo levanta, y se abrazan. Y entonces él le saca la peluca y en ese momento es como si le estuviera quitando la ropa y la película alcanza una sensualidad sublime. Todo encuentra sin embargo el punto justo entre lo amoroso y ese otro lugar, sexual, prohibido. Por supuesto que Cassavetes sabe perfectamente lo que está filmando y la relación que narra no es en absoluto inocente. Todo tiene una enorme fuerza de sugestión, sin vulgaridad, sin nada que perturbe, con ternura. Se destaca la sensualidad de ese niño, que es capaz de enamorarse, como cualquiera de nosotros se habrá enamorado de un adulto alguna vez cuando era niño. Eso está ahí, perfectamente contado.
Yo creo que la sensualidad de esta escena está en la cámara de Cassavetes. Su cámara es sensual, y eso es el cine para mí, un punto de vista. Su modo de narrar permite que nos distanciemos, que lo veamos de afuera, y que nos llegue y nos golpee con fuerza.
Otra de las claves es, por supuesto, la actuación de Gena Rowlands, una de las mayores actrices de cine de todo el mundo. Es su comprensión del punto de vista sobre aquello que está contando, que es absolutamente genuino, genuino como un niño, como su enamoramiento. Y es la precisión con que Rowlands encara cada interpretación: hay algo muy preciso en su mirada, en cómo mira, que nos permite ver lo que piensa. Nunca hace un gesto de más, sabe muy bien lo que quiere, lo que tiene que obtener y el impedimento que debe superar. Es esa precisión que admiro y que a mí me cuesta mucho obtener como actriz. Yo soy más de “tirar perdigones”: así me definió Ure, y yo se lo tomo porque fue un gran maestro para mí, una de esas personas que inspiran de verdad, que crean vocación.
Por supuesto que para cuando vi Gloria por primera vez, en el cine, yo ya tenía una larga relación con el cine de Ca-ssavetes, había visto sus películas previas, desde las primeras –desde esas obras maestras que son Rostros y Maridos– y ya había admirado las actuaciones de una muy joven Gena Rowlands. Además ocurre que yo veía mucho cine, desde niña, algo que es, en parte, generacional: yo tengo 62 años, se veía mucho cine. Pero también tiene que ver con mi padre, que era un cinéfilo y estaba un poco loco, porque me llevaba a ver, a los seis años, las películas de, por ejemplo, Alfred Hitchcock. Como La ventana indiscreta, una que me marcó a tal punto que es el día de hoy que veo una ventana iluminada en la noche y automáticamente me lleva a aquella película, y me intriga como intrigaba a James Stewart. Ese contacto con el cine que viene de cuando era chica, me llevó a ver grandes películas más adelante. Mi padre murió cuando yo todavía era chica, cuando tenía 12 o 13 años, pero antes de eso, yo ya había conocido el cine de su mano. Y, como dice Cioran, hoy recuerdo que alguna vez fui una niña.
Rita Cortese es protagonista y anfitriona, junto con Lidia Borda, Teresa Parodi, Carolina Peleritti y Dolores Solá, de La jaula abierta. También están Laura Peralta, Fernando Noy y algún artista invitado, en este espacio lúdico de música compartida; “tertulia musical como las de antes, peña, living, patio con parras, fiesta entre amigos”. Los viernes 16 y 23 de marzo a las 22, en el Teatro SHA, Sarmiento 2255. Tel.: 4953-2914 www.teatrosha.com
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux