Domingo, 26 de agosto de 2012 | Hoy
FAN › UNA ARTISTA ELIGE SU OBRA FAVORITA: PAULA MASSARUTTI Y LA CARTA DE FEDERICO MANUEL PERALTA RAMOS A LA JOHN SIMON GUGGENHEIM FOUNDATION
Por Paula Massarutti
Hacer todos los días lo que a uno se le da la reverenda gana,
(y hacer de esto un mandamiento para la vida)
¿Cómo es posible?
Intento, intento y NO ME SALE
NO ME SALE, NO ME SALE
NO ME SALE
intento,
y sí, no tengo ni el humor, ni el carisma, ni la alcurnia de la familia de Federico Manuel Peralta Ramos. En este caso ser fan podría ser eso: (sentir), amar y sufrir por ese “otro” que posee algo que uno no trae genuinamente.
Escribo esto mientras en la tele pasan una competencia de vallas, en las pruebas de atletismo de las Olimpíadas Londres 2012. Veo que en esa carrera gana un yanqui, un moreno muy fibroso. Su cuerpo tiene las marcas del esfuerzo, de la disciplina del entrenamiento y, quién sabe, también la huella de algún anabólico. Ahí las reglas son claras: un disparo (todos los atletas saben exactamente qué hacer), hasta cruzar la meta final 00:12.92 segundos después. Justo a 1 segundo del record olímpico, se escucha decir al comentarista de turno. Todo parecería ser tan definido y medible, aunque no descarto que en esta exigente competencia se ponen también a prueba las subjetividades y el azar.
Hete aquí la Carta que FMPR dirigió a Mr. James Mathias, de la John Simon Guggenheim Foundation, en 1971. Una respuesta bastante concreta de cómo él decidió gastar el dinero de la Beca de Pintura, que esta reconocida institución le había otorgado tres años antes. En esta carta, el niño Federiquito (como le decían en su casa) describe las operaciones que realizó con el aporte de la beca: la invitación a un banquete para veinticinco de sus amigos en un hotel lujoso de Buenos Aires (con posterior salida a bailar a una boîte de moda), la confección de tres trajes, el pago de una deuda por una exposición que había hecho anteriormente, la inversión de parte del dinero en una financiera para cobrar los intereses mensuales, la compra de tres cuadros (un Robirosa, un Deira y un De La Vega), que regaló a su padre, a su madre y a él mismo respectivamente. Este escrito es, también, una declaración de su filosofía de vida: El Arte como un acto de Dar.
Me pregunto si esta obra podría ser la confirmación de un estado inmensurable del arte o “de las dudas que muchos seguimos teniendo”.
Corro tan fuerte que sólo logro sentir el viento, que se mete en los espacios vacíos de mi imagen. Luego desacelero, respiro y me sale un soplido como un chillido que se pierde en el vapor. ¿De qué vivimos los artistas?
Pienso en la dignidad de Grippo y en todas las contradicciones y fantasías especulativas que han venido a mí últimamente, me desconcentro y me pego unos buenos tumbos. Salgo a flote y por unos instantes creo que no van a excluirme. La incertidumbre me provoca un terrible agotamiento. Siento una gran sed, una sed irrefrenable e irreversible.
Hay algo de lo que el atleta yanqui y Federico pueden vanagloriarse: ambos han sabido bancarse la “desesperación de la resistencia”.
PD: Yo tampoco quiero viajar a la Luna, quiero ser como vos: “un cacho de atmósfera”.
Federico Manuel Peralta Ramos nació el 29 de enero de 1939 en Mar del Plata. Tataranieto de Patricio Peralta Ramos, fundador de Mar del Plata, fue uno de los seis hijos de Federico Peralta Ramos y Adela González Balcarce Bengolea. Su statement era: “Pinté sin saber pintar, escribí sin saber escribir, canté sin saber cantar. La torpeza repetida se transforma en mi estilo”. En 1965 ganó el Premio Nacional del Instituto Di Tella con la escultura de un huevo gigante hecho de yeso y madera. Para él, no hubo diferencia entre artista, obra y vida. Entre los muchos gestos que alimentan el anecdotario de este artista de culto, se destacan: la compra de un toro premiado en la Exposición Rural Argentina, en 1967, para exponerlo como objeto de arte; la organización del Festival del Mate Cocido durante su internación en un hospital neuropsiquiátrico; su exposición de 1964 en la Galería Witcomb porteña, donde, al comprobar que las obras no pasaban por la puerta, pidió un serrucho y las cortó en dos, y el destino que le dio a la Beca Guggenheim que ganó en 1968, narrado en esta página por Paula Massarutti. Cuando la entidad se enteró de cómo había gastado la plata el artista, pidió que se le devolviera el monto y Federico respondió con una carta al director de la organización detallando el gasto y explicándole: “Ustedes me dieron esa plata para que yo hiciera una obra de arte, y mi obra de arte fue la cena”.
Fundó la religión gánica, cuyos postulados rezaban: Hacer siempre lo que uno tiene ganas, creer en el gran despelote universal, no mandar, no endiosar nada, regalar dinero y dejar a Dios tranquilo. En 1970 grabó un disco editado por el sello Columbia del que se hicieron 1333 copias vendiéndose en farmacias y disquerías y cuyos temas eran “Soy un pedazo de atmósfera” y “Tengo un algo adentro que se llama coso”. Desde 1973 participó semanalmente en el programa de Tato Bores donde cerraba cada programa comiendo en cámara un plato de tallarines. Actuó en el Café Mozart de Buenos Aires junto a Laura Rivero y Alberto Favero. Allí lo sorprendió un infarto y murió el 30 de agosto de 1992. En el año 2003 se realizó un retrospectiva de su obra en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires.
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