FAN › UNA ESCRITORA ELIGE SU ESCENA DE PELíCULA FAVORITA: VICTORIA BAYONA E INDIANA JONES Y LA úLTIMA CRUZADA
› Por Victoria Bayona
“Llegó la hora de ver en qué crees.” Así comienza mi escena favorita de película. El profesor Henry Jones (Sean Connery) acaba de ser alcanzado por la bala que obliga al desahuciado Indiana Jones (Harrison Ford) a enfrentarse a las temibles pruebas que tiene que pasar para llegar al Santo Grial. Ah, la cara de desolación de ese hombre cuando le abre la camisa a su padre, examina la herida y mira a un lado y otro en busca de consuelo.
Corría el año 1989. Película interesante que salía, película que íbamos a ver con mis papás y mi hermano al Metro, que quedaba en Cerrito a pasos del Obelisco. La pistola desnuda, Cuando Harry conoció a Sally, Mentiras verdaderas, peliculones que vimos en ese cine inmenso de los que ya no hay. Pero ninguna como La última cruzada, mi preferida, la que vi más veces que ninguna, la que conozco al punto de decir los diálogos junto con los personajes.
“Sólo el hombre penitente pasará”, murmuran los Jones, uno baleado, el otro internándose en ese pasadizo de donde sólo salen cabezas rodantes. Y yo estoy ahí, en la butaca del cine, murmurando también, sin saber que años más tarde voy a escribir una novela en donde pondré un cuaderno con anotaciones como el que usa Indi para pasar las pruebas y mi capitana (a quien bauticé Marion en honor a la primera novia de nuestro héroe) lo va a utilizar para resolver los acertijos de la isla de Aletheia.
Se agacha, gira. “¡Pasé!”, celebra. Y pasamos todos. Respiramos, pero nos enfrentamos ahora a un camino con letras en el suelo. “La palabra de Dios, el nombre de Dios.” Ojo, no es Jehová, porque en latín se escribe con “I”. Por suerte se da cuenta antes de despeñarse.
Lo siguiente es complicado: se enfrenta a un abismo, tiene que dar un salto de fe. Los gritos de papá lo alientan: “Tienes que creer, hijo. Tienes que creer”. Se lleva la mano al pecho. Levanta el pie. Y cree. Una rampa camuflada. ¡Aplausos! La magia del cine. Ya por entonces envidiaba las buenas ideas. ¿A quién se le habrá ocurrido?, pienso. Un genio. El arqueólogo llega a una sala repleta de copas. Un caballero anciano que lleva esperándolo 700 años lo ataca con la espada. El peso del acero lo hace trastabillar y cae. Ese humor tan de Spielberg y Lucas. Los amo.
En la isla, mi capitana se enfrenta a cinco hermanas. La primera, Charcal, está ataviada con una pesada malla de acero. ¿En homenaje a quién? Adivinen. Momento sensiblero, el último guardián lo nombra su sucesor. Se corta con la entrada de los malvados Walter Donovan (Julian Glover, el actor que ahora interpreta al Maester Pycelle en Game of Thrones), y la Dra. Elsa Schneider (Alison Doody), esa zorra que engaña a Jones padre y a Jones hijo y se hace odiar toda la película.
–¿Cuál es? –pregunta Donovan, inspeccionando las copas.
–Debes elegir –responde el caballero–. El grial verdadero te dará vida eterna, pero el falso te la quitará.
Elsa pide que la dejen. Le entrega a Donovan un grial de oro con piedras preciosas. El, chocho, lo llena de agua y toma. El horror. Su cuerpo se consume, los ojos se le hunden en las cuencas, le crece el pelo canoso hasta convertirse en esqueleto y polvo. Una genialidad, con efectos especiales de los buenos, nada de computadoras. Esa escena, y la de Los cazadores del arca perdida, cuando abren el arca y se derriten todos, me traumaron para siempre.
Por suerte Indi sabe lo que hace y busca la copa de un carpintero. Madera, decoración rústica. Ese sí es el Santo Grial.
“Has elegido sabiamente”, frase icónica del cine de todos los tiempos. Ovación de pie.
Salgo del cine con mis 11 años y el alma encendida. Quiero estar en la película, quiero acompañar a Henry Jones Junior en sus aventuras. Quiero ir por la vida desenterrando tesoros, combatiendo nazis, conociendo el mundo. Esa noche sueño. Sueño que cabalgo junto a los Jones, Marcus y Sallah rumbo al sol que se pone en el horizonte. Esos sueños se repiten, se reinventan y se transforman en nuevas historias, con nuevos personajes. Es el principio, la primera escena de la película en la que yo termino convirtiéndome en escritora.
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