SALí › LA RUTA DEL TABACO
› Por Daniela Pasik
Pasaje Solar: Cantina artesanal con patio ideal para sueños de humo.
Como cuando un autor joven escribe su primer cuento y quiere poner ahí todo, el Pasaje Solar —el barcito más nuevo de San Telmo— es “café, cantina y patio”, pero también “conventillo” (que en realidad es un modesto pero hermoso hostel) y mucho más. El artesano Edgardo Hernández decidió hacer algo con ese local que supo ser una cortina cerrada durante años y su primo Ignacio Calvo, con su amigo Fernando Stigman se embarcaron en la empresa. Un día salieron a la calle a buscar cartoneros para proponerles ser artesanos-albañiles de esta obra con forma de restaurante y ahora, hace un mes y después de cuatro temporadas de trabajar a mano cada detalle (hasta la última silla y la primera anécdota), abrieron su lugar soñado.
“Atendido por sus propios dueños no es un eufemismo, somos de familia italiana y nos manejamos así”, dice Fernando sentado frente a unos suculentos sorrentinos, una panera repleta de delicias recién horneadas y un buen vino tinto (alrededor de $40). Al mediodía hay menús por $20 que incluyen bebida y postre y los días de semana a la noche un descuento del 20 por ciento en la carta.
Como toda cantina que se precie tiene mesas tablones para compartir, pero también hay otras más íntimas, con silloncitos de terciopelo y muebles como de abuela de buen gusto. Los domingos es posible pedir una pizza “Histérica”, “Psicótica” y etcéteras, porque están “bautizadas con nombres de patologías psicológicas” ya que, asegura Fernando, “acá todo es por capricho”.
Con el verano en marcha, el Pasaje Solar cuenta con uno de los mejores y más lindos patios del barrio, ideal para fumar un cigarrillo después de la panzada o para prender uno tras otro en los intensos atardeceres de picadas y cervezas que, aunque no vienen en happy hour, tienen precios más que accesibles. La pregunta obligada es: “Cuál es el secreto de la pasta perfecta” y la respuesta que los tres dueños dan a coro, sin dudarlo, es la misma: “amor”.
Pasaje Solar queda en Balcarce 1024 y está abierto de martes a domingo de 11 de la mañana a 2 de la madrugada, aprox.
London City: confitería de culto donde escribía, cigarrillo en mano, Cortázar.
Permanece en su esquina, la del antiguo edificio anexo de las tiendas Gath & Chaves, como si antes ahí no hubiera habido nada, pero se inauguró en 1954. Clásico porteño, bar de culto literario y confitería fetiche de varios en la que no sólo se puede fumar, sino que tiene acordonada y con placa conmemorativa la mesa a la que se sentaba Cortázar de joven a pensar, escribir y pitar los cigarrillos con los que lo inmortalizan las fotos.
Oficinistas ávidos de menús ejecutivos o deseosos de la cerveza que cierra la jornada laboral. Políticos expertos en cafecitos. Turistas que se maravillan con las masas y confituras que se pueden espiar desde la vereda por la ventana. Cronopios tras la pista de sus famas. Todos ellos pasan frente al London cada día y, como quien mira una película y de pronto decide ser parte, cruzan la puerta que da a la calle Perú, dejan atrás Avenida de Mayo y eligen dónde sentarse para pedirle al mozo su menú ejecutivo, su cerveza, su cafecito, sus confituras.
Las normas que regulan el consumo de tabaco en el espacio público hicieron mella en los bares y confiterías porteños; cambiaron las costumbres de permanecer por horas en una mesa con un pocillo leyendo un libro, o con una cerveza fría debatiendo sobre política, o solitario y fumando mientras se escribían notas que un día terminarían siendo usadas en una novela antológica como Los Premios (1960), que dice cosas como “La marquesa salió a las cinco –pensó Carlos López–. ¿Dónde diablos he leído eso? Era en el London de Perú y Avenida; eran las cinco y diez. ¿La marquesa salió a las cinco? López movió la cabeza para desechar el recuerdo incompleto, y probó su Quilmes Cristal. No estaba bastante fría”.
Pero el London se rebela a las normas establecidas y no se resigna sólo a las mesas en la vereda, sino que tiene un espacioso sector fumadores. También, hay que decirlo, se corre de la pequeña mala fama que le hizo Cortázar, porque las cervezas llegan frías, hay aire acondicionado y la atención de los mozos es muy buena. Claro que cuando el autor frecuentaba el lugar, todo eso que cuenta sí sucedía o, tal vez, también es parte de la ficción.
Confitería London City queda en Avenida de Mayo 599, esquina Perú, y está abierto de lunes a viernes todo el día y los sábados de mañana, mediodía y tarde.
Cienfuegos: Pequeña tabaquería muy completa para vecinos y amigos.
En la puerta siempre hay algún fumador de pipa, pitando despacio y mirando la lontananza. Alguno que otro se anima con un habano y se arman tertulias aromáticas. Adentro está Alejandro Weill, el dueño de Cienfuegos, un pequeño local esquinero que tiene todo lo que un fumador puede llegar a desear: tabacos del mundo, pipas, puros caros y baratos, accesorios-fetiche para gustos diversos, asesoría de onda y un sinfín de etcéteras.
Es como un viaje a la infancia. Es entrar y sentir el olor a la casa de un padre o un abuelo soñado. Es imaginarse un poco Groucho, con un habano en la comisura de los labios, o —por qué no— un Einstein con la pipa siempre rondando. En el medio de las estanterías, Alejandro sonríe como un hobbit de Tolkien y cuenta que su sueño siempre fue jubilarse con una tabaquería y cuenta orgulloso que fue el ganador del último Torneo de Fumada Lenta que consta, básicamente, en ver a quién le dura más tiempo encendida la pipa.
Como le gusta tanto lo que hace, siempre está ahí, en la puerta pitando o detrás del mostrador, de lunes a lunes, menos algunas mañanas. Cuando raramente no hay Alejandro, atiende una chica joven y bonita que es “una vecina que siempre venía cuando era una nena y ahora que ya es grande trabaja acá y fuma un poco”, cuenta el hombre que ama el tabaco en su buena forma desde que tiene 18 años y avisa: “No me gusta esa cosa de elite que algunos tratan de generar y por eso en Cienfuegos todo es simple y amigable”.
En su local ofrece mezclas propias, Cienfuegos, seleccionadas por él. Buenos blends como el Black Aromatic ($42), Premium Pipe ($42) y el más nuevo, Classical English ($48), que vienen en latas de 50 gramos. “Tengo clientes de todo tipo, también turistas, pero lo que más disfruto es los sábados a la tarde, cuando se llena de amigos y fumamos juntos”, cuenta Alejandro y después explica, con la alegría del que hace lo que más le gusta, los consejos básicos para disfrutar de una buena pipa.
Cienfuegos queda en Avenida Independencia 399, esquina Defensa, y está abierto de lunes a viernes de 10 a 20 y sábados y domingos de 13 a 19.
Casa Lotar: Exclusivo salón fumadores para paladares negros.
Si fumar sin culpa es un regalo que se pueden hacer sólo unos pocos, pocos de los que tienen tiempo y dinero pueden resistir hacerlo en los salones de Casa Lotar, un lugar en el que cada rincón, empleado y producto ofrecido viene a ser como la confirmación de que algo de humo no puede ser tan malo. Caro sí, pero malo nunca.
El local tiene dos sedes, una en Flores (Avenida Nazca 19) y otra, que es la más nueva y la que hoy tiene movimiento constante, tanto que casi no hay descanso, en el microcentro. Es un salón para fumadores adonde empresarios y ejecutivos presurosos pueden detener un rato el tiempo para ir a degustar sus tabacos sin prisa en las 20 plazas dispuestas en sillones individuales o grupales, que hay que reservar con mucha anticipación si no se es un cliente habitual.
Casa tradicional de tabaqueros desde hace 30 años, se vanagloria y cumple en tener los mejores cigarros del mundo y, como si eso fuera poco y después de media década de investigación, también ofrece uno de factura propia, Puros Lotar, que toman en cuenta el particular paladar del fumador argentino, explica su dueño, Sergio Sciaroni.
“Puros, tabacos, pipas, accesorios, indumentaria”, anuncian y no exageran. El local, de exquisita decoración, también cuenta con venta de vinos boutique, ropa masculina de elegante sport y, aunque no hay comidas ni servicio de gastronomía, está el minibar, muy completo, con cafés, variedades de té, whiskies y licores varios.
Elite de las elites, Casa Lotar obviamente tiene wi-fi y, además, asegurándose de brindar el confort necesario, pasa películas o recitales en una pantalla gigante que domina el living-local y ofrece servicios de entrega a domicilio las 24 horas en Capital, en el día. Para rematar, lujo de lujos, están los Gabinetes Personales Acondicionados (GPA), unas cabinas o lockers de cedro macizo, únicos en el país, ideales para guardar, añejar y conservar los habanos del elegante cliente gourmet.
Casa Lotar queda en 25 de Mayo 385 y está abierta de lunes a viernes de 9 a 19.
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