Dom 07.02.2010
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SALí

A comer pescados y mariscos por natali schejtman

¡Encontrado! Delicadeza gourmet

Nemo: todos los pescados, todos magníficos

Allá por el barrio que a veces recibe el nombre de Little Italy y otras es un Palermo más, los negocios son como pequeñas boutiques discretas y refinadas, y se reproducen año a año, convirtiéndose en un paseo de consumo intenso, pero elegante. Entre las propuestas y los pioneros, aparece Nemo, un pequeño y reconfortante restaurante que además abrió una opción delivery y ofrece pescado en sus diferentes formas. Y sus diferentes formas son muchísimas: se sugiere especialmente un tableo de pescado que es ideal para aprender a diferenciar texturas y sabores entre los ejemplares marinos, y compartir. Allí se despliegan pescas variadas (600-650 g) que pueden incluir mero, el sabroso pacú de río, salmón rosado, lenguado y más, con dos guarniciones a elección (atentos a las sugerencias del día), muy bien condimentadas y sin excesos de ningún tipo. Los pescados vienen acompañados por dips, como un aceite de chile (bien picoso) o el aceite de eneldo, entre otros, que logran un sabor inusitado y especial en su ensamble con las carnes blancas. La otra opción sugerida es el tapeo, que hace desfilar por el paladar una variedad en mariscos y pescados en dosis pequeñas y sabrosas: salmón Gravlax, mejillones marinados, ceviche y langostinos grillados son algunos ejemplos. Para elegir un plato único saltan a la vista la brochette de mero y el risotto crocante con variedad de mariscos. El pulpo a la gallega, servido sobre papas al natural, refuerza una idea que sobrevuela en la propuesta de Nemo: alimentos muy condimentados, pero respetando la liviandad y la frescura que algunos buscan en la opción marítima. La carta de postres es particularmente recomendable, con una irresistible torta Tatin tibia de manzana a la cabeza. Combina muy bien.

Llevando mariscos a La Boca

El Bar Portuario: un restaurante lejos del turismo y Caminito

Hace alrededor de medio año nació la propuesta del Bar Portuario, un restaurante alejado del circuito más turístico de Caminito et al y bien inmerso en La Boca, con sus veredas desniveladas, sus casas bajas y su historia. Los responsables de llevar a cabo la obra que derivó en el restaurante cuentan que quisieron rescatar la tradición del bodegón —hoy disminuido— que tanto supo atraer a los marinos que pasaban por la zona. Y también reivindicar el barrio y su cultura del pescado, que es evidente considerando la cercanía con el puerto. Por eso eligieron una esquina de la calle Pinzón, frente a la Prefectura, para delinear una carta que abunda en propuestas marítimas, otra de las características que pintaba gastronómicamente al lugar. Pero, además, remodelaron las instalaciones, obteniendo como resultado un espacio atractivo que suma un aire de delicadeza y holgura a la manzana a la que pertenece. Cocina a la vista, apariencia de almacén de época sin caer en una melancolía for export y una barra muy vistosa y cómoda para el comensal, le brindan una fina mezcla de modernidad con historia. Los platos ofrecidos le quedan bien: la brochette de langostinos con verduras, servida en colchón de lechuga y papas españolas, entrega seis langostinos grandes, convirtiéndose en una opción principal. La cazuela de mariscos es de lo más pedido, así como la tabla que incluye rabas, calamarettis, queso a la milanesa y cornalitos. Claro que además aparecen otras opciones de cocina de mar, como paella a la valenciana o pulpo. A veces es cuestión de moverse un poco para descubrir nuevos lugares e incorporarlos.

Cada plato, una fiesta

El Centro Vasco-Francés: una gozada

“¡Oh, tradición!”, como gritaba el entrañable Tevie de El violinista sobre el tejado, pero lejos, muy lejos de los judíos de la Rusia pogrómica. Nos situamos en el Centro Vasco-Francés, que por esas cosas de la idiosincrasia argentina nos remite a algo bien nacional. De hecho, el club tiene 114 años, y el restaurante al que hacemos mención, y que comparte edificio, nombre y estilo, unos 30. Como propuesta ha elegido especializarse, dentro de la comida vasca, en su vertiente marítima (serán otros los que opten por la comida de montaña). En un primer piso que suma intimidad, el salón de techos altos, cortinas rojas y arañas, sofisticado y entrañable como un caballero, tampoco implica una solemnidad en el vestir ni en el actuar: las mesas están ocupadas tanto por elegantes señores como por familias y grupos improvisados que salen de jugar a algo en el club. Disfrutar es la palabra clave: la cocina del Vasco-Francés es una reconocida delicia y cada plato, contundente, es una fiesta. Las gambas al ajillo presentan una suave e intensa mezcla de sabores, el pulpo a la gallega es uno de los hits y las paellas llegan a la mesa crujientes y rebosantes, para dejar pipón al más famélico. La carta es muy variada: las entradas danzan entre calamaretes leonesa (con vino blanco y cebolla), chipirones en su tinta y ostiones gratinados a la parmesana. La diversidad de arroces es estimulante: desde el negro vasco-francés (con tinta de calamar, vieiras y langostinos) hasta el especial (con centolla, langostinos, seta y crema). Además de las combinaciones fijadas, las distintas pescas pueden pedirse a la manteca negra, al roquefort, a la plancha o en salsa verde. Una opción fina, sabrosa y probada para darse un gustito importante y salir contento.

Mundo marino

La Cocina del Pescador: pizzas de mar en Villa Crespo

Ubicado en el barrio de Villa Crespo, La Cocina del Pescador envuelve su propuesta en un clima familiar y relajado, incluso cuando la idea sea brindar a los comensales una enorme cantidad de preciados y divinos frutos de mar, una comida a la que uno no recurre todos los días. Con mesas adentro y afuera, sobre una vereda de una esquina barrial, el verano le sienta ideal para sus opciones: tabla de pescados fritos, boquerones a la pimienta, cintas negras de tintas de sepia con salsa de tomate y calamar, entre otras. La estrella de la carta pronto hará su aparición. Se trata de la muy recomendable pizza de mariscos, una base de masa de pizza casera con queso y una acumulación incomparable de toda la familia del mar: almejas, calamares, berberechos, mejillones, camarones y un enorme langostino en el centro de la fiesta. Además destacan otras pizzas, como la de berberechos, la de atún, la de calamar y la de gambas al ajillo. Es una buena elección que mezcla sabores que solemos degustar por separado.

El salón, espacioso y aireado, cuenta con un espacio para festejos. Además, La Cocina del Pescador tiene aceitado su servicio delivery, donde también se pueden encargar riquísimos langostinos asados, picada fría y caliente de frutos de mar, cazuelas o empanadas de distintos pescados. Ideal para proponer algo distinto en una cena con amigos. Y atención: el domingo de los enamorados, a la hora de la cena, el restaurante interrumpe sus vacaciones para ofrecer exclusivamente todas estas pizzas. Porque ya se habló mucho de las propiedades amatorias de la ingesta de cerdo. Ahora, el mundo marino espera su reivindicación.

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