Dom 11.03.2012
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SALí

A comer y beber a lugares de moda

› Por Rodolfo Reich

Nacido para triunfar

Leopoldo, ambiente glam con la mejor gastronomía

Hay un juego de palabras que asegura que hay personas que nacen con estrella y otras que nacen estrelladas. Deformando un poco esta mirada determinista, puede decirse que el restaurante Leopoldo nació con estrella. Sólo que en este caso la responsabilidad no responde al azar, sino a un diseño. Leopoldo fue armado para ser una luminaria en la noche porteña. Su estética glamorosa y cuidada responde a Javier Iturrioz, ambientador muy utilizado por las marcas de lujo de la Argentina. Un enorme cuadro technicolor de Cynthia Cohen suma un costado arty, que se completa con un pequeño jardín al fondo, completa barra con taburetes al frente, además de sillas y sillones color borravino. El resultado convence: se nota la pretensión, pero no abruma. Un equilibrio difícil de lograr.

Leopoldo es el resultado de la sociedad entre dos reconocidos gastronómicos. Por un lado está Javier Cainzos, con gran experiencia en el rubro de la mano de lugares populares. Por el otro, Diego Gera, premiado chef que tras una estadía en el exterior decidió volver a su patria. Gera es el que define la propuesta de la cocina, que luego será plasmada en cada plato por Renato Rossano, un ex Palacio Duhau. La bartender Mona Gallosi tuvo a su cargo el diseño de la carta de cócteles. Y diversos Djs suelen poner música en vivo.

Iturrioz, Cohen, Cainzos, Gera, Rossano, Gallosi. Tantos nombres abruman, pero ésa no es la idea. A fin de cuentas, nada de esto importa. Lo que vale, lo que debe valer, es el resultado. En Leopoldo ese resultado se traduce en uno de los más interesantes restaurantes del país. Una propuesta de cocina que ofrece sabores intensos junto a pequeños giros lúdicos, detalles de autor, toques por aquí y por allí. No hay platos simples, sino que cada uno tiene su recorrido. Un ojo de bife no es tan sólo una carne grillada, sino que es un ojo de bife madurado con papas anna trufadas, huevo perfecto, puré de arvejas, hongos salteados y crocante de jamón crudo ($102). No sirven ravioles sino tortelloni de mozzarella y zucchini con flor de zucchini rellena de centolla con emulsión de azafrán ($97). Y no se trata de vana literatura: cada ingrediente y modos de cocción utilizados suman sabor y personalidad.

La carta ofrece tapeos (“healthy finger food” y “hot finger food”) como el ceviche de vieiras con mousseline de palta y esferas de coco ($77). Luego hay “platos livianos” (atún marinado con sésamo, raviolis crudos de mango y jengibre con ensalafa de curry verde, $85), “principales” (cochinillo crocante con langostinos salteados, $107) y postres (Moelleux de dulce de leche, sopa de banana y menta y helado casero, $45).

Por precios (promedio de $250 por persona), por estética, por intención, Leopoldo no es un restaurante para ir todos los días. Es, más bien, para pasar una noche especial. Con glamour, sí. Pero también con una de las más ricas propuestas gastronómicas de los últimos años.

Leopoldo queda en Blvd. Cerviño 3732. Teléfono: 4805-5576. Horario de atención: domingos a jueves de 20 a 2. Viernes y sábados de 20 a 4.


Una puerta al laberinto

Patio del Liceo, donde nace el arte emergente

En los años ’20 fue el Liceo N0 1, un colegio secundario para señoritas. Décadas más tarde se convirtió en una galería comercial, de las que abundan sobre Av. Santa Fe. Pero lo más interesante está ocurriendo ahora, como lugar de reunión de algunos de los mejores artistas plásticos emergentes de la ciudad. Allí, en lugar de locales de ropa o decoración hay galerías de arte, ateliers compartidos, una preciosa librería especializada y locales de venta de productos únicos. También hay un muy pequeño bar, que de manera casi azarosa convoca a cientos de jóvenes en medio de Barrio Norte. De todo esto se trata el Patio del Liceo.

La angosta puerta roja pasa desapercibida para los transeúntes que caminan por Av. Santa Fe, entre bocinazos, gritos y más ruidos ciudadanos. El cartel, que dice Patio del Liceo - Espacio Creativo, está demasiado alto para que se vea a simple vista. Pero una vez dentro, la ciudad queda atrás. Esta galería ex escuela tiene forma laberíntica. Hay semipisos, un gran patio interno, otros en los rellanos de las diversas escaleras. No es fácil de entender, y en esa complejidad reside parte de su encanto. En cada recoveco se encuentran locales, muchos con las vidrieras intervenidas. En la galería Kuku se lee “Todos mis amigos vencen en dos meses”. En la pared del patio principal, una enorme ilustración toma posición ideológica y dice: “Popular de lujo, el viaje del dibujo”. En un primer piso, Purr ofrece libros de arte y fotografía, además de ediciones independientes. Mite es tal vez la galería más conocida, tras sus incursiones en ArteBa, como parte del Barrio Joven Chandon. Pero hay mucho más: el taller de producción “El Sendero del Espíritu Libre”, la flamante disquería Mercurio (cuyos dueños son un grupo de reconocidos artistas, incluyendo uno de los creadores de las fiestas Zizek, Dj Villa Diamante), las galerías Central de Proyectos, Pasto y Fiebre, entre varias otras. Un laberinto ecléctico, algo venido a menos, mezcla de trash e indie, con espíritu de bohemia siglo XXI.

Este cóctel creativo debía devenir en encuentros festivos. Así, al menos una vez por semana se arman grandes reuniones, a las que asisten los propios galeristas, amigos y hasta algunos turistas, en un poderoso boca a boca. La galería cierra formalmente a las 20, pero a esa hora, en especial los viernes, comienza la música de djs en vivo, que durará hasta pasadas las 23. Baby Snakes, autodenominado “barcito”, se encargará de dar de beber a base de litros de cerveza, Campari y fernet, a precios muy amigables.

No hay horarios fijos. El Patio del Liceo se mueve con cierta anarquía, entre vernissages, presentaciones de revistas, eventos propios y ajenos. La mejor manera de estar al tanto es chequear su Facebook.

Al mejor modo de las usinas creativas que se multiplicaron en los años ’80, el Patio del Liceo promueve un espíritu de arte y fiesta. Una mezcla que la ciudad recibe agradecida.

Patio del Liceo queda en Av. Santa Fe 2729. Horario “formal”: martes a viernes de 15 a 20. Sábados de 16 a 20.


Fiel a su espíritu

Café San Bernardo, timba y leyendas

Tiene cien años de vida, y es, para muchos, todavía un secreto. Mucho ayuda que desde afuera el Café San Bernardo diga poco. Un cartel sin nombre que acusa pool y billares. Una vidriera angosta y oscura, donde adentro se pispea una barra larga y pocas mesas. Ése es el afuera. Por dentro, la historia es otra. Por dentro, la Historia debe escribirse en mayúsculas.

El Café San Bernardo es uno de esos lugares emblemáticos de la Buenos Aires tanguera y timbera. Dentro circulan decenas de leyendas, que hoy se recopilan para el festejo de su primer siglo. Dicen que a sus mesas se sentaba Marechal. Que allí debutó la orquesta de Pugliese. Que bajo su sombra Celedonio Flores sumó palabras a su lunfardo.

Para entender cómo es el Café San Bernardo hay que pasar por esa angosta puerta, saludar al mozo, pedir un Cynar con sifón de soda ($14), y recién entonces enfilar para el fondo. Un fondo que parece no tener final. Primero aparecen las mesas de pool y billar, unas quince que se extienden al infinito. Entre los habitués habrá japoneses con vaso de whisky en mano (“los sábados, esto se convierte en la embajada de Japón”, dice un mozo), parroquianos del barrio que prefieren la ginebra y el vermouth. Y algunos jóvenes refugiados en la cerveza y el Campari.

Más al fondo, donde ya la vista apenas llega, otros más juegan al dominó, al truco y a la generala. Todos parecen conocerse, se escuchan risas, cargadas y chicanas afectuosas. Una radiografía de la timba porteña, que pareciera de otra época, de otra porteñidad. Pero siempre hay sorpresas. En este caso, hay que ir incluso más al fondo, donde entre paredes descascaradas aparecen las mesas de ping pong, nuevas vedettes de una generación que jamás en su vida vio a Pugliese ni reconoce el barrio piringundín y malevo de Celedonio. Porque hoy, caprichos de la moda mediante, en este espacio conviven varias generaciones. Están los de siempre, que fueron jóvenes y no lo son más. Y están los nuevos, grupo de djs, artístas plásticos, diseñadores, actores y actrices, que llegan al Café San Bernardo y ocupan las mesas de ping pong, para una partidita nocturna. Tanto es así que incluso, las noches de los martes, al ruido ambiente se le suma una pequeña cabina de música house, organizada por un grupo de djs con respetuoso permiso del dueño. Lo extraño, lo bueno, es que nada desentona. Una pareja de apenas 20 años juega con más gracia que talento al ping pong, mientras que unos japoneses apuestan a la carambola de tres bandas, con palos propios que guardan en pequeños armarios con candado. Unos comen sándwiches de milanesa, otros maní con cerveza de litro. Esto sucede las 24 horas del día, los siete días de la semana. Porque como dice su página Facebook, porque tiene página Facebook, el lugar está siempre abierto.

La mejor manera de ser fiel a un espíritu es seguir representándolo en cada momento. El Café San Bernardo supo convocar a una generación. Y sin grandes revoluciones, hoy sigue haciendo lo mismo.

Café San Bernardo queda en Av. Corrientes 5436. Teléfono 4855-3956. Horario de atención: todos los días, las 24 horas.


Fotos: Pablo Mehanna

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