SALí
› Por Sandra Martinez
La historia de El Quetzal es la de muchos espacios culturales que se gestaron en los últimos años: un grupo de amigos que, buscando escapar de la tiranía del trabajo de 9 a 18 horas, se animó a abrir un lugar dedicado a las artes. A pocas semanas de festejar su segundo aniversario, el objetivo está más que cumplido. En su sala siempre hay una muestra de artes plásticas para disfrutar, que rota constantemente. Por estos días, por ejemplo, reinan las bellas cerámicas y pinturas de Mirella Musri, y la buena curaduría asegura la presencia constante de jóvenes promesas. Los martes se suma un ciclo de cine y en los miércoles de primavera volverán las varietés de humor teatral. Hacia el fin de semana, se impone la música, bien variada y cambiante, que puede ir desde un DJ set de house hasta algún acústico solista y bandas under.
Para acompañar la velada, la cocina a cargo de Marcelo Mateus ofrece una carta acotada pero sabrosa. Están presentes los clásicos infaltables del fast food local, empanadas ($ 10) y pizzas (desde $ 50), entre las que tienta especialmente la de vegetales, cubierta con zu-cchinis, cebolla, berenjena y morrón salteados, más rúcula y tomate fresco. Pero la estrella son las bocatas, una especie de sándwiches calientes al horno, gratinados con queso y con distintos rellenos, como carne cocida al horno marinada con vino tinto y aceto o –la favorita– de pollo salteado con salsa crema de mostaza de Dijon.
Si en la sala las paredes son de un blanco impoluto para destacar la creatividad de los artistas invitados, el patio contrasta con una explosión de color. Esta galería a cielo abierto está dedicada al street art, con murales que se renuevan cada seis meses. En julio estrenaron la nueva obra, realizada por Nice Naranja y Primo, un fantasmal mundo submarino que se une a la exuberancia de una selva. Rodeados de follaje y criaturas flotantes, las mesitas del sector invitan a relajarse y disfrutar de una cerveza (desde $ 30), un vino (desde $ 50), tragos clásicos como el Ruso Blanco ($ 40) o el Malibú Criollo ($ 50), según cuentan, muy pedido por las chicas. La especialidad de la casa es un shot dulzón al que llaman “El pone pilas”, invento del staff, que se niega a revelar sus ingredientes secretos, y que se convirtió en un favorito de los habitués. Sin dudas el dios emplumado de los aztecas al que debe su nombre este centro cultural debe velar para que la onda y la creatividad desplegada cada noche no se agote nunca.
El Quetzal queda en Guatemala 4516. Teléfono: 3526-4805. Horario de atención: martes a jueves y domingos de 19 a 3. Viernes y sábados de 19 a 5. Sólo efectivo. Agenda en www.elquetzal.com.ar
La historia atraviesa esta casa de Palermo: fue un centro dadaísta en los setenta, un gimnasio, una sastrería y una sala de ensayo, donde vivían algunos músicos. Hoy, esa pequeña puerta y la escalera empinada conducen a Vuela El Pez, un centro cultural con dos vidas, ambas dignas de ser vividas. De lunes a lunes, durante el día, funciona el Club de Enseñanza Artística, con cursos de literatura, pintura, improvisación teatral, diseño, percusión o yoga, además de charlas gratuitas sobre gestión cultural, siendo uno de los objetivos del lugar fomentar que la gente se anime a seguir sus sueños. En cambio, por la noche, de miércoles a domingo, la casa modifica sutilmente el clima a través de la poesía, el teatro o las artes plásticas, en el salón principal que sirve como galería donde exponen artistas emergentes. A esa hora la reina es la música, especialmente a través de cantautores que adoptaron como propio este lugar: su estilo acústico y cuidado por las letras vibra en perfecta sintonía con el espíritu reinante, aunque también son bienvenidas otras expresiones como el rock, el tango, el blues y el folklore. Bajo este signo abre la cocina, pensada para acompañar los momentos musicales: nada mejor para picar que esas crocantes papas rústicas con cazuelitas de queso fundido y salsa picante ($ 23 o $ 55 con una Warsteiner de litro). Para espectadores hambrientos, muy recomendable la hamburguesa de lentejas con pan casero ($ 30, la hamburguesa completa; $ 45 con porrón de Isenbeck) y, para los grupos, la pizza grande de mozarela con cerveza de litro ($ 65). Algunas veces suman un plato del día, como guiso de lentejas o risotto de quinoa, todo pensado desde cierta óptica de saludable y casero. Los fines de semana, el final del show no marca el cierre de la jornada. Ya no hay una actividad específica, pero sí una consigna: socializar. Para acompañar, el dj intercala ritmos pop, funk, dub, reggae y algo de cumbia, con temas de artistas independientes, induciendo sutilmente nuevos sonidos entre la tribu que frecuenta este espacio. Buen momento para aprovechar los 2x1 de la barra, donde las botellas importadas aseguran calidad: $ 50 para los fernets y Cuba Libre, $ 58 los gin&tonics y $ 55 los Campari con naranja. Mientras tanto, amigable y cálida, la casa y sus anfitriones contagian energía a todos los que buscan allí refugio. La alegría de la cultura en buenas manos.
Vuela el Pez queda en Av. Córdoba 4379. Teléfono:2076-8971. Horario de atención: lunes a lunes. Shows y cocina, de miércoles a sábado, desde las 21. Sólo efectivo.Agenda en www.facebook.com/vuelaelpez
En una cuadra anodina de Almagro, el frente de Espacio Moebius brilla entre el gris preponderante gracias a los colores vibrantes de los personajes que Pum Pum, una de las más reconocidas street artists porteñas, plasmó en la fachada. Esta librería se especializa en historieta e ilustración y sus mesas y estanterías son un punto de partida perfecto para los que quieran iniciarse en el género, y un verdadero parque de diversiones para los más fanáticos, con una selección que incluye comics de superhéroes, novelas gráficas europeas de autor y trabajos selectos de manga (historietas japonesas).
Hace apenas unos meses decidieron sumar un toque gastronómico y así nació Laurel, su pequeña cafetería. Un sillón, unas pocas mesitas, un pizarrón con la carta son todo lo necesario para crear un ámbito relajado, que invita a hojear libros mientras se disfruta de un buen café italiano Lavazza ($ 12). Budines ($ 10), cookies ($ 10) y medialunas ($ 4) –todo casero– completan la oferta, pero la especialidad son los muffins de arándanos y vainilla ($ 10), aunque a veces vale pedir las otras variedades, como los de canela. Para un almuerzo liviano están los sándwiches de pollo o de berenjena con tomate y rúcula, en baguette crocante y servida caliente, con unas buenas papas como guarnición ($ 30). Para la primavera prometen algunas novedades, algo de pastelería americana (como carrot cakes), y un plato fresco y vegetariano para combatir el calor, con la limonada ($ 15) como complemento perfecto.
Pero antes de irse, vale la pena recorrer el espacio: Espacio Moebius forma parte de Submundo Estudios, un entramado de ateliers que se hunde en el corazón de la cuadra como un laberinto, donde muebles, obras y objetos se acumulan en los rincones con descuidada belleza. Por eso no extraña que la librería sea también punto de encuentro para el arte emergente y para la difusión del trabajo local, que en los últimos años mostró un crecimiento importante en la cantidad y en la calidad de las ediciones. Sus paredes se aprovechan como galería, con muestras de fotografía y dibujo que se renuevan cada quince días. También es frecuente encontrar autores como Liniers, Sala o Decur firmando ejemplares o presentando un nuevo libro, ocasiones en las que la música se suma con la presencia de algún cantautor o banda indie.
Sin pretensiones, el tándem Moebius-Laurel recupera la mística de los cafés de antaño, esos refugios de cultura que aquí renuevan su espíritu.
Espacio Moebius y Laurel quedan en Bulnes 658. Teléfono: 4866-6960. Horario de atención: cafetería, lunes a viernes de 12 a 20; la librería atiende desde las 14.
Fotos: Pablo Mehanna
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