SALí
› Por Rodolfo Reich
Hace pocos meses abrió este templo dedicado a los feligreses de la mejor coctelería. A cargo de la propuesta está Federico Cuco, verdadero fanático y conocedor, coleccionista de herramientas, libros antiguos y botellas exóticas, bloggero, twittero y maestro de muchísimos otros jóvenes bartenders que trabajan en la ciudad.
Verne Club debe su nombre a Julio Verne, y el espacio fue pensado como un guiño al steampunk, la corriente estética que representa en el día de hoy cómo se imaginaba el futuro hace doscientos años, durante el triunfo de la máquina a vapor. Hierro y cobre, colores oxidados, mecanismos relojeros y toques que recuerdan películas como Metrópolis y Brazil. El salón es amplio y alto, con una preciosa barra, taburetes cómodos, mesas bajas y sillones de cuero con capitoné. De los parlantes, jazz y música de los ’50 a ’70. Una mezcla que logra un ambiente muy seductor. Sirve para salir de a dos, pero también para ir en grupos de amigos.
Los cócteles son protagonistas, servidos a la perfección por Federico Cuco y su equipo. La carta propone una vuelta al mundo en ocho cócteles, cada uno asociado a los puntos donde Phileas Fogg se detuvo en su propia vuelta al mundo en ochenta días. Dos ejemplos: un exquisito Breakfast Martini (receta del maestro Salvatore Calabrese), que recuerda a Londres con gin, Cointreau, limón y mermelada de naranja ($50). Y el Opium Old Fashioned, best-seller de la carta, que referencia a Hong Kong y lleva almíbar de té negro, bourbon, bitter de naranja y... humo ($60). Sí, humo que se coloca en la copa utilizando un pequeño ahumador portátil y que cede su intenso aroma al líquido.
Hay mucho más para beber: los tragos del Faro del Fin del Mundo usan ingredientes emblemáticos de la historia local, como Hesperidina, Legui y grapa Carajo!. Un emblema: el Ferrocarril 1922, con Pineral, Hierroquina, Maraschino, vermout rosso, vermouth dry y granadina. La lista sigue con clásicos, Martini y Negroni e incluye cerveza tirada.
Un detalle: sobre la barra se encuentra una jarra antigua, con agua, hielo y unas preciosas canillas, para realizar el servicio de la absenta, al modo en que se bebía durante el modernismo parisiense.
Y, para acompañar la bebida, la especialidad de la casa son los panchos, en versiones originales con pepinillos, panceta o guacamole, y que en octubre sumarán más opciones.
“Cómo beber un cocktail del siglo XIX a principios del siglo XXI”, afirma uno de los lemas de Verne Club. Una frase que esconde buena parte del corazón de la propuesta.
Verne Club queda en Medrano 1475. Teléfono: 4822-0980.Horario de atención: todos los días de 21 al cierre.
La noche porteña abunda en propuestas repetidas, burdas fotocopias que apuntan a un mismo concepto, tanto en la bebida, como en la comida y en la música. Pero hay ejemplos que logran ir más allá. Y uno de ellos es Eter Club, el bar oculto en un primer piso de Villa del Parque, dedicado desde hace ya seis años al jazz, funk, soul y otros ritmos en vivo.
La idea surgió de Leandro Hernández y su mujer Anny. “Encontramos este espacio y nos gustó. La idea de que fuera a puertas cerradas tiene que ver con una búsqueda de intimidad. Si levantás mucho la cabeza, siempre está el riesgo que te la corten”, explica.
La base ideológica de Eter Club tiene dos puntos claves: la música en vivo y una muy buena coctelería. El espacio replica cierto ambiente hogareño, con livings y sillones, unas mesas altas redondas, un pequeño patio apto fumadores y una barra desde donde despachan los tragos.
Leandro es músico, y de allí se explica la intención de los shows, que alternan funk, blues, jazz y soul, siempre a un volumen que permite seguir la charla en las mesas. Los jueves suman jam sessions, donde se invita a la improvisación.
La pasión por la buena bebida le nació a Leandro tras estudiar sus primeros pasos en coctelería de la mano de José Luis Jáuregui, verdadero especialista argentino en la materia. “Queremos que la gente pueda beber bien, con calidad. Por eso tenemos una carta de tragos amplia y algunas bebidas especiales, como whiskies exóticos (incluso alguno de Japón) y absenta.”
La carta va de los clásicos populares (Spritz y Mojito, rondando los $40) a recetas históricas menos conocidas (Hanky Panty, con gin, vermouth rosso, fernet y piel de naranja, a $50). Los tragos de autor están pensados para satisfacer todos los gustos, del “molecular” Perlas de Angostura (vodka de vainilla, pera y esferas de Angostura Bitters) al Phil Collins (gin, Gancia, maracujá, cardamomo y soda); del intenso Little Italy (bourbon, Cynar, Angostura y alcaparras) al goloso Andrómeda (Amarula, helado de dulce de leche, chocolate). Mención aparte merece la nueva carta de Gin&Tonics especiales, como el Luis Buñuel, con Tanqueray, tónica, Angostura y aceituna macerada en vermouth seco ($40). Además, cervezas industriales y la artesanal Kraken, y comida simple y contundente (hamburguesa casera, picadas, pizza, nachos, woks y las muy ricas espigas, una suerte de empanada alargada con distintos rellenos).
En un primer piso de Villa del Parque se esconde una de las propuestas más originales de Buenos Aires. Un soplo de aire fresco, que ya viene soplando desde hace seis años.
Eter Club queda en Cuenca 2783. Teléfono: 153-487-9085.Horario de atención: miércoles a sábados de 20 al cierre.
La coctelería mundial les debe buena parte de supervivencia a los grandes hoteles de la historia, lugares como el Savoy de Londres o el Ritz de París. Fue allí donde los cócteles clásicos encontraron refugio durante los años en que la coctelería “callejera” decayó a costa de un mal servicio e ingredientes artificiales. Esto sucedió también en la Argentina: entre 1970 y fines de 1990, resultaba imposible beber un Old Fashioned o un Dirty Martini por fuera del Claridge, el Alvear o el Plaza. Hoy mismo, son muchos los hoteles que ofrecen una coctelería de calidad en la ciudad, sea clásica (como en el Plaza) o moderna (como en el Four Seasons). Entre esas opciones, acaba de sumarse una nueva: el Artesano Bar, del Alvear Art Hotel.
El Art Hotel busca ser la versión moderna y descontracturada del grupo de lujo Alvear. Y en esa búsqueda presentaron su nueva carta de tragos, elaborada por Renato “Tato” Giovannoni, uno de los mejores bartenders del país, y parte de la camada que revolucionó la coctelería local en los últimos quince años.
Para esta tarea, Tato recorrió libros y recetarios antiguos y elaboró una carta homenaje a la historia y a los hombres de la coctelería argentina, la misma que supo brillar como una de las mejores en el mundo a mediados del siglo pasado. La carta comienza con una suerte de manifiesto –firmado por el periodista e investigador Martín Auzmendi– que dice así: “Santiago ‘Pichín’ Policastro, Rodolfo San, Raúl Etchenique, Julio César Clave, Enzo Antonietti o Eugenio Gallo fueron los amos de los cócteles en el corazón del siglo XX. Trabajadores lúcidos y esforzados que encontraron detrás de las barras su lugar en el mundo. Hombres que sabían que antes que saber hay que escuchar. Artesanos, también soñadores”.
La carta ofrece una sección “homenaje”, con tragos como el Geneve (receta de Rodolfo San), que lleva gin, Cointreau, limón y licor de cassis; o el Mar del Plata (de Enzo Antonietti), con gin, Benedictine, Grand Marnier y vermouth seco. Y también cócteles modernos, con la firma de Tato, siempre relacionados al sabor local. Entre ellos, el Legui & Hesperidina Sour (Hesperidina, Legui, jugo de naranja, clara de huevo, bitter de naranja) y el Tereré Tonic (gin Príncipe de los Apóstoles, yerba mate, tónica, piel de pomelo rosado). Todos cuestan $85 y, a modo de inauguración, de lunes a viernes de 18 a 21 hay un happy hour imbatible de 2x1. La posibilidad es única: ambiente de lujo, barra impecable, cócteles que honran la historia y precios amables. Para aprovechar.
Artesano Bar queda dentro del Alvear Art Hotel,Suipacha 1036. Teléfono: 4114-3400. Horario de atención:todos los días, de 9 a 24.
Fotos: Pablo Mehanna
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