SALí
› Por Rodolfo Reich
La gastronomía suele exigir un derecho de piso. No alcanza con una buena propuesta; también es necesario ser consecuentes en el tiempo. Eso hizo Rey de Copas, abierto hace poco más de un año y que, tras un período de prueba y error, logró en los últimos meses convertirse en lo que estaba destinado a ser: uno de los mejores bares de Palermo. Por fuera, la casona semeja una más; por dentro, Rey de Copas es único. Es necesario cruzar un pequeño patio descubierto para llegar al corazón estético e ideológico de este lugar: un gran salón repleto de obras artísticas, máscaras colgantes, esculturas metálicas, instrumentos musicales, sillas y mesas artesanales; todo perteneciente a la colección personal de Sebastián Páez Vilaró, socio fundador que exhibe además obras de su padre, el reconocido Carlos Páez Vilaró. La barra, construida con durmientes del ferrocarril, cubre el fondo del salón y exhibe a sus espaldas un fantástico mural hecho en cobre. Si bien el patio es pequeño, todo el bar puede ser visto como una suerte de gran patio: el techo es corredizo y se abre en las noches para dejar paso a la luz de la luna. El principal atractivo de Rey de Copas son los cócteles, a lo que se suma una correcta carta de tapas. Como jefe de barra está Martín Vespa, quien armó una propuesta de autor donde brillan ejemplos como el Gauchito Gin (gin, cordial de yerba mate, tónica, a $65), el Vermucito (Punt e Mes, menta, limón, almíbar patagónico, soda, a $60), el King Zombie (receta de reminiscencias tiki, que lleva ron 7 años, damasco, falernum, ananá, lima, bitter angostura, almíbar, a $70) o el clásico Rob Roy añejado en pequeñas barricas de roble ($70). Apenas unos ejemplos de lo mucho que sale de esta barra, todo bien elaborado, con esmero y pasión. Para comer, básicos como las rabas a la romana con mayonesa de limón casera ($65) o los tacos de carne con salsa picante (opcional) a $60.
Tras un año de vida, Rey de Copas logró destacarse como un gran bar. Un lugar con una estética única, muy buenos tragos y comida sabrosa. Una fórmula que no falla.
Rey de Copas queda en Gorriti 5176. Teléfono: 2068-5220. Horario de atención: martes a sábados, de 20 al cierre.
El patio sorprende y seduce, como un espejismo ciudadano: el piso en damero blanco y negro delata su arquitectura tradicional, el gran palo borracho provee la necesaria sombra. Las plantas crecen aquí y allá, caprichosas, entre mesas y sillas que logran un efecto informal. Se trata del Restaurante del Museo Evita, lugar que desde 2005 es una de las mejores opciones gastronómicas del Palermo más coqueto, a pocos metros de la espalda del zoo porteño. Como pasa con otros grandes museos del mundo, este restaurante es parte del museo pero a su vez funciona por sí mismo, con puerta a la calle. Ambos, museo y restaurante, aprovechan la belleza de la histórica casona construida en el 1900.
Desde sus inicios, el chef Ramiro Solís incursiona allí en una cocina porteña con licencias mediterráneas. Entre las entradas, rabas a la plancha ($60), empanada de carne cortada a cuchillo ($22) o unos geniales pinchos de surubí con mayonesa de olivas verdes ($30), los mismos que ofreció en la feria Raíz hace sólo dos meses. La carta sigue con pastas caseras y arroces (ricos ñoquis de papa y remolacha, con crema de queso de cabra y limón, $68), carnes y pescados (surubí a la plancha con puré de arvejas a $96, pastel de papas y carne con copos de merengue dulce a $75). Abierto todo el día, el lugar cuenta con su propia rutina: el patio es muy concurrido desde la mañana por clientes en búsqueda de café y desayunos, meriendas con tortas caseras y atardeceres de refrescante cerveza y tapas. El público es ecléctico: vecinos con sus perros, otros que llegan pedaleando (el lugar se define como bike & pet friendly) y varios que entran atraídos por este oasis en plena ciudad.
“Cada argentino construye su propia Eva”, dice la arquitecta Cristina Alvarez Rodríguez, sobrina nieta de Eva Duarte y fundadora del museo que la homenajea. Son también infinitas las formas de homenajearla. Este restaurante encontró la suya, con rica comida en un ambiente que siempre da la bienvenida.
El restaurante del Museo Evita queda en J. M. Gutiérrez 3926. Teléfono: 4800-1599. Horario de atención: lunes a sábados de 9 a 24; domingos de 9 a 20.
Una casona italiana, de esas que poblaron en los cien barrios porteños a principios del siglo pasado. Ese es el escenario donde, hace unos pocos meses, abrió Agosto, uno de los más nuevos “puertas cerradas” de Buenos Aires.
El lugar es precioso: la dueña de casa, Paula, es vestuarista publicitaria y entiende de estéticas y de colores. Dos pequeñas salas albergan a los comensales en los días fríos, pero sin dudas lo mejor comenzó con la primavera y atravesará el verano: se trata del patio, al fondo de la casa, como manda la tradición. Allí, un enorme laurel de jardín oficia de techo en un espacio inundado de plantas, sillas y mesas eclécticas, velas encendidas que forman claroscuros, una barra para los vinos y tragos, y otra dedicada al DJ invitado, que suma melodías relajadas a la noche de los viernes.
La propuesta es simple: no hay carta fija, sino que el menú se compone de un tapeo de seis pasos, que llegan en serie a la mesa. Cada semana los platos son distintos, a gusto y creatividad del cocinero Santiago Tomás Rodríguez, quien pasó por restaurantes icónicos porteños, entre ellos El Diamante y Sanbenito. Habrá, por ejemplo, unas croquetas de jamón crudo, un tartare de tomates y morrones, una terrina de pato, unos fish and chips crocantes servidos en cucurucho de cartón, y unos perfectos anticuchos de corazón cocinados sobre las brasas humeantes de una parrilla improvisada. Para terminar, el suspiro limeño reproduce el sabor inequívoco de la leche condensada. La barra ofrece el trago de la casa, el Tiki Drink, con maracuyá, frutos rojos, jugo de naranja y vodka, además de mezclas simples (Campari y naranja, fernet y Coca). Los vinos apuestan al mundo natural, con ejemplos como “Sólo el amor salvará al mundo”, una etiqueta orgánica (ciento por ciento sin sulfitos, algo muy poco común incluso entre orgánicos) de la interesante bodega Familia Cecchín. Agosto tiene algo de hippie y de alegre, pero también de profesionalismo en la cocina y un servicio dedicado. En esa tensión y mezcla invita a una larga sobremesa, bajo las estrellas de la Chacarita.
Agosto queda en Chacarita. Teléfono: 155-762-1469. Horario: viernes de 21 al cierre. Menú semanal en www.facebook.com/agosto.resto.buenosaires.
Fotos: Pablo Mehanna
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