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Por Cecilia Sosa
Los más ortodoxos aún se empeñan en considerarlo alta traición. Pero casi no queda milonga donde no resuenen los loops sensuales e hipnóticos de Narcotango, ese disco fundante que abreva casi tanto en Björk y Massive Attack como en la melancólica canción popular. El músico, compositor y guitarrista iniciado en el rock Carlos Libedinsky fue uno de los responsables de la extraña oleada conocida como tango electrónico. Con una producción casi artesanal consiguió que su cruce de bases programadas, sampleados de base electrónica, violín, batería e inconfundible bandoneón se infiltrara en las pistas donde sólo mandaba el dos por cuatro, anticipando el furor más empresarial de Bajo Fondo.
Ahora, luego de pasear disco y orquesta por milongas del mundo, Libedinsky presentará por primera vez en vivo su nueva creación: Narcotango 2. El lugar elegido es el baile mensual de El Motivo, en el tradicional Club Malcolm, allí donde desde 1928 pasaron D’Arienzo, Di Sarli, Troilo, Pugliese; y ahora se consagró como meca de los nuevos jóvenes tangueros.
Su nuevo disco viene con diez temas que siguen el camino abierto por su antecesor. Un demo con los más canyengues –“Esa”, “Sólo por hoy” y “Gente que sí”– ya se testeó de incógnito entre los bailarines de El Motivo que festejaron la inquietante mezcla de tango, candombe uruguayo y música disco. Libedinsky suele decir que Narcotango nació para esa hora en la que quedan pocas parejas bailando en la pista y los cuerpos cansados se niegan a terminar la noche. Es entonces cuando el baile se vuelve más suelto y juguetón, donde el abrazo se desarma y rearma pasos más adelante.
Carlos Libedinsky presentará Narcotango 2 el sábado 13 de mayo a las 22 en la milonga de El Motivo, Córdoba 5064, 4923-9283, 4771-7483. Entrada: $7.
Por C.S.
Pura poesía patagónica. Nacido en Viedma en 1975, el cantautor rionegrino Lisandro Aristimuño es una voz extrañada en el medio de la gran ciudad. Verlo tocar en vivo es casi una ceremonia de iniciación: mezcla de ritual introspectivo, íntimo, casi secreto de suaves canciones que parecen llegar de lejos y que traen colores y sonidos nuevos que brillan bajo una voz suave, dulce, estremecedora.
Luego de una gira por España, y con dos discos editados por Los Años Luz (un sello pequeño e independiente casi a su medida), Aristimuño presentará las melodías entrañables de Azules Turquesas y Ese asunto de la ventana, en la sala naranja de Plasma, un reducto escondido en San Telmo casi llegando a Barracas. Las noches de viernes de mayo, junto a Carli Arístide, Ariel Poleta, Rocío Aristimuño y algunos invitados sorpresa, Aristimuño recreará ese pedacito de cielo que se abre desde cada ventana urbana en su cruce de chill out con gusto a folklore y marca electrónica.
A Aristimuño le gusta vestir de azul. Y también es el color de muchas de sus canciones. “Blue”, por ejemplo, que suena a sauces, frío y nostalgia sureña; o la magia alegre de “Anochecer” (Del agua salían magnolias/pensaba vestirme de azul al verlas/danzando/el sauce llorando abraza lo poco de luz que queda). En su nuevo disco, además de la suerte de oda rabiosa a la gran ciudad de “Lobofobia” (Lobo suelto, escóndeme en tu cueva de murciélago y no me saques más), hay lugar para el amor (en especial para uno que Aristimuño viene persiguiendo desde el sur) de “Despertando a Dodó” y “Vos”. Y también para una plegaria a la extraña cercanía del vecino descubierta por el caño roto de “Agua” (El agua que une tu casa por la cañería).
Lisandro Aristimuño se presentará los viernes de mayo, a las 22, en Plasma, Piedras 1856, 4307-9171. Entrada: $8.
Por Carolina Prieto
Mezcla el tango con el jazz, toca el contrabajo y canta en un trío –el Aureliano Tango Club– con el que sorprendió en la última edición del Festival de Tango de Buenos Aires. Tiene una voz gravísima, un fraseo atípico y un tono que parece el de un cantor bastante mayor. Pero Aureliano Marín tiene apenas 31 años e integró durante más de una década en Córdoba, su ciudad natal, grupos de distintos géneros. Tocó de todo: rock, folklore, cuarteto, bossa y, obviamente, jazz y tango tradicional.
Morocho y de ojos claros, el cantante y arreglador hace música ciudadana con una formación más cercana al jazz (contrabajo, piano y batería) en busca de una sonoridad nueva. “No quiero quedarme en el ’40”, asegura Marín.
Quienes aún no lo conocen pueden descubrirlo los sábados de mayo, pasada la medianoche, en Notorious. Allí, Marín está presentando su primer disco, Cool Tango, en el que interpreta clásicos como “Niebla del Riachuelo”, “Maquillaje”, y “Flor de lino” con una fuerte impronta jazzera, además de una prodigiosa versión de “Los ejes de mi carreta”, de Yupanqui, y de dos composiciones propias, “El tatuaje”, un tango bien arrabalero, y “Los ojos de Palermo”, un vals encantador.
Lo cierto es que el disco produce un efecto raro: ambos géneros conviven en un equilibrio inusitado y los climas son más potentes y densos que “cool”. Nada parece improvisado en este músico autodidacto que prefirió el estudio solitario y la práctica constante a la academia, y que desde hace un año vive en Buenos Aires. Llegó a esta ciudad en forma casual pero, desde entonces, su carrera encontró un impulso renovado. “No paré de tocar en distintos lugares, pude grabar el disco, mostrarlo y hasta participar del Festival de Tango”, explica con la mirada ya puesta en Europa, donde desembarca en el próximo otoño boreal.
Aureliano Tango Club se presenta los sábados a la 0.30 en Notorious, Callao 966. Reservas al 4813-6888.
Por C. P.
Música de Zimbabwe en Buenos Aires. Más precisamente, la que ejecutan desde hace más de mil años los Shona para convocar a los espíritus. Lo hacen con un instrumento particular: la mbira o piano de pulgar, hecha de un cuerpo con veintidós flejes metálicos –que se tocan con los dos dedos pulgar y un índice– insertado dentro de una gran calabaza que hace de caja de resonancia. El responsable de esta impensable traslación es Santiago Vázquez, artista talentoso e inquieto que además de fundar Puente Celeste, integrar el grupo Será Una Noche y crear la orquesta de improvisación Colectivo Eterofónico, está presentando su segundo disco solista después de Raamón: Mbira y Pampa. El trabajo le llevó más de cinco años de investigación de una tradición musical casi desconocida en Occidente.
La propuesta llenó las noches de los viernes de la sala de No Avestruz y se muda al auditorio de la Facultad de Agronomía con un sonido envolvente e hipnótico. A la mbira de Vázquez se suman dos más, a cargo de Pablo Paz y Ana Archetti. La disposición de los músicos es circular, como la estructura de las composiciones que parecen largas repeticiones de motivos con sutiles variaciones. En ciertos momentos, Paz cambia la mbira por un bajo y Archetti por un bombo legüero. Marta López acompaña con un par de hoshos, especie de maracas que sacude y rota marcando el tempo. Juntos producen una sonoridad muy fluida y cálida, casi acuática, y no extraña que en Africa provoque un estado cercano al trance. Para los porteños, Mbira y Pampa (este último término tal vez se deba a la presencia del bombo, a ciertos pasajes musicales con aires del folklore argentino, o a que gran parte de las grabaciones de las mbiras se hizo en el interior de una iglesia de provincia) es una experiencia inusual.
Santiago Vázquez tocará el sábado 13 de mayo a las 18 en el auditorio de la Facultad de Agronomía, Avda. San Martín 4453. Entrada: $10 y $7 (estudiantes).
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