Domingo, 7 de enero de 2007 | Hoy
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Por Martín Pérez
El disco punk perdido de Celeste Carballo
Después de ser la Janis Joplin de Coronel Pringles y antes de liberarse de toda atadura para cantar “Soy lo que soy” junto a Sandra Mihanovich, Celeste Carballo tuvo su mítico capítulo punk. Como bien señala Marcelo Fernández Bitar, responsable de esta reedición, Celeste lo hizo cuando su estilo de folk y blues que la había catapultado a la fama parecía un sendero para recorrer durante toda una carrera. Pero, de regreso de un viaje a España, hizo honor a aquel título de su álbum debut —Me vuelvo cada días más loca—, rapó parte de su largo cabello hippie, y grabó un disco crudo junto a una banda ad-hoc bautizada como La Generación, de la que formaba parte Marcelo Montolivo, ex integrante del iniciático grupo punk Los Baraja. “En todos lados nos miraban como marcianos”, escribió Montolivo. “Celeste tuvo que romper con su antiguo representante y el sello con el cual tenía contrato discográfico se sintió espantado después de escuchar los demos que habíamos grabado.” La razón por la cual aquellos temas llegaron al disco fue Charly García, quien ofició de cazatalentos y productor. Largamente olvidado y hasta aquí sin reedición en CD, Celeste y La Generación es un fascinante objeto de época, en el que “Los poetas de Latinoamérica” es lo más Clash que logró jamás el punk local, la electrizante “¿Seré judía?” explica por qué los miraban como extraterrestres y la regrabación new wave de “Sabemos que vuelvo pronto” funciona como excelente eslabón perdido entre su pasado folk y un futuro que no fue.
Celeste Carballo
Celeste y La Generación
(Universal)
Llega al compact Candiles, el segundo disco de Aquelarre
La leyenda del rock nacional tiene a Los Gatos, Manal y Almendra como el trío de grupos fundadores del mito. Pero otro trío no menos iniciático es el que surge de la separación del grupo de Bajo Belgrano: Pescado Rabioso, Color Humano y Aquelarre. El primero fue el vehículo de la furia rocker de Luis Alberto Spinetta, con el segundo fue que escuchó silbar su cabeza el guitarrista Edelmiro Molinari, pero fue el último el que reunió a la base rítmica del grupo original, integrada por el bajista Emilio Del Guercio y el baterista Rodolfo García. Junto al contundente guitarrista Hugo Starc y el órgano Hammond de Héctor González Neira, Aquelarre fue puro rock sinfónico, con letras con veladas alusiones políticas —propias de la época— como “Violencia en el parque” y “Aves rapaces”. No resulta extraño entonces que haya sido el último grupo de aquel trío post Almendra en ser rescatado por las nuevas generaciones, y también en llegar a su reedición en CD. De hecho recién ahora, con las nuevas reediciones comandadas por los propios integrantes de Aquelarre junto al sello Acqua, es que el segundo disco de la banda, el mítico Candiles, llega al CD. La historia cuenta que Aquelarre tenía tanto material cuando grabaron su disco debut, que a los seis meses ya estaban entrando a estudios para grabar un segundo álbum. Con un cuadro de Goya como portada, Candiles es un disco un tanto menos oscuro que el primero del grupo. Pero la época se filtra en todos sus surcos —o sus bits— desde su primer tema, “Cruzando la calle”, que Juan Carlos Baglietto versionó en su disco Acné.
Aquelarre Candiles (Acqua)El debut de Totem, la primera gran banda de rock del Uruguay.
Una de las pruebas de que Rubén Rada es uno de los músicos populares más importantes de Uruguay es que formó parte de tres de las bandas fundamentales del rock de la otra orilla del Río de la Plata. La última de ellas fue Opa, el trío de los hermanos Fattoruso que en la segunda mitad de los años ‘70 internacionalizó la fusión con el candombe. Todo un estilo que comenzó con El Kinto, un grupo de compositores —entre los que estaba Eduardo Mateo— que inventó el Candombe Beat e hizo historia casi sin editar ningún disco oficial. “Pero lo que con El Kinto hicimos de corazón, con Totem lo hicimos profesionalmente”, señaló alguna vez Rada. Con tres discos editados en la primera mitad de los ‘70, Totem unió decididamente candombe y rock. “Fuimos los primeros en meterle tumbadoras al rock, antes que Santana”, precisa el cantante. Abucheados en el B.A. Rock por semejante atrevimiento, pero celebrados por la revista Pelo luego de verlos en un festival en la ciudad uruguaya de Salto, el primer disco de Totem incluye temas clásicos como “Dedos” y “Biafra”. “Totem fue un invento de Eduardo Useta: una banda que decía cosas cuando era el momento de decirlas”, agrega Rada. Aunque ya había sido reeditado en CD en Uruguay junto al segundo disco del grupo, esta nueva reedición internacional que se consigue en las disquerías porteñas es responsabilidad de Gerardo Michelin y Angel Atienza —fundadores del heroico sello uruguayo Perro Andaluz— y respeta cuidadosamente la hermosa portada original.
Totem
Totem
(Vampisoul)
Comida China, la banda más under del pop de los ochenta.
Una de las joyas de la última camada de discos del rock nacional reeditados en CD por Universal, el sello internacional que reúne aquellos viejos lanzamientos de Interdisc, es Laberinto de pasiones, el único disco del grupo fantasma por excelencia del pop de los ‘80. Comandados por Rafael Bini, que hoy se dedica al periodismo empresario en el diario La Nación, Comida China fue un grupo de amigos, por el que pasaron en plan festivo y/o solidario todos los músicos de la escena porteña, desde Andrés Calamaro hasta Charly Alberti, baterista de Soda Stereo. La lista de colaboradores es interminable: Tom Lupo, Miguel Zavaleta, Hilda Lizarazu, Rinaldo Rafanelli y muchos más. Un primer demo permitió, allá por el ‘82, que Comida China llegase a aquellas primeras FM porteñas. Las noches eran largas, la fama aún no había golpeado a la puerta y las canciones debían grabarse como fuera. Y se escuchaban. Precursores del sonido digital, pop inteligente y por momentos contestatario, Laberinto de pasiones es un disco que llegó tres años más tarde, demasiado tarde tal vez, y en su momento apenas si dejó el hit “Shiva” —coros de Fabiana Cantilo, saxo de Willy Crook— antes de desaparecer en el olvido y la leyenda. Esta primera reedición en CD permite descubrir que no sólo la nostalgia mantiene vivos sus temas, de entre los que se destacan la desfachatez de “Romano por un día”, “Sueño en blanco y negro” (con arreglos de Calamaro), los coros de María Rosa Yorio en “Nuestro pueblo es bueno” y la hermosa balada romántica que bautiza el disco, cantada por Claudia Puyó.
Comida China
Laberinto de pasiones
(Universal)
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