VALE DECIR
Hay quienes afirman y reafirman que el artista callejero Oak Oak no ve la realidad como el resto de los mortales, y, de cara a su obra, es fácil comprender a qué se refieren. Finalmente, donde una vasta mayoría solo observaría una grieta, él contempla el comienzo de una historia. Relatos donde bloques de cementos devienen en gritos munchianos; caños torcidos acaban siendo obra del patadón de Bruce Lee o, por qué no, el puño de Astroboy; fisuras de estructuras se convierten en tela del mismísimo Hombre Araña. Dondequiera que vaya, el muchacho deja su marca: de Bangkok a Toulouse, Newcastle o París, dando segunda vida a objetos a menudo devaluados. Oriundo de la industrial Saint Etienne, donde ha pertrechado buena porción de sus ocurrentes y jocosas piezas de 2006 a la fecha, el joven francés rastrea intrascendentes detalles del paisaje urbano y, lúdico pensamiento lateral mediante, les da nuevo significado. Con sobradas referencias a iconos de la cultura pop (Los Simpson, South Park, el universo Marvel, Mortal Kombat, etcétera), dicho sea de paso. Así, sus pequeñas bromas visuales –que interactúan con espacio y forma– no sólo le han valido una saludable famita viral; también le han permitido exhibir obra en galerías numerosas oportunidades y editar libros como Urban Diversion (2014) y Oak Oak (2011), que reúnen parte de una serie que él continúa engordando. Después de todo, si su trabajo “esencialmente consiste en encontrar imperfecciones en las calles y jugar con ellas”, ha de tener inspiración para rato.
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