Jason Harvey (Estados Unidos, 1973) es un artista que frecuentemente expone obra en forma no convencional. Finalmente, sus detalladísimos retratos realistas acaban en los alertas de “Buscados” de las fuerzas de seguridad neoyorkina o, en su defecto, en archivos policiales, amén de cumplir el fin con el que han sido creados: el de identificar variopintos sospechosos. Jason Harvey es, después de todo, un artista forense, y a la labor de pergeñar identikits ha dedicado los últimos 10 años de su vida, tras egresar de la Escuela de Arte y Diseño de Sarasota, Florida, formarse luego cual detective en el New York Police Department y completar formación con un curso de imagen facial del FBI. Y aunque a testigos oculares debe buena parte de las piezas que ha diseñado en el correr de la pasada década, este rati de 42 pirulos -cuyos sketches hacen las veces de evidencia en intrincados procesos judiciales- recientemente ha saltado la valla policial para prestar el lápiz a retratos de seres fantasiosos. Personas, sí, pero sin existencia real ni, bueno, delitos en su haber. Sucede que, familiarizados con el trabajo de Harvey al verlo habitualmente en canales de noticias, los galeristas del museo Fort Gansevoort, ubicada en la Quinta Avenida, decidieron invitarlo a exponer piezas “semi-caricaturescas de la humanidad”, bocetos forenses imaginarios, dibujos en lápiz y papel meticulosamente bosquejados. “Generalmente, estoy restringido a laburar a partir de la memoria de otros; no es un proceso creativo. Es un ejercicio de habilidad. Aquí, logro realizar los rostros que estoy verdaderamente interesado en hacer”, destaca el hombre que no se deja engolosinar por su primera exposición (Fantasy Composites, en cartel hasta el 10 de enero), y se muestra presto a volver a su trabajo habitual porque, en sus palabras, “se siente verdaderamente genial ayudar a resolver un crimen”.