Domingo, 25 de septiembre de 2016 | Hoy
VALE DECIR
Si, como suele decirse, nadie es ateo treinta segundos antes de un orgasmo, bien podría decirse que la reciente serie fotográfica del lituano Albert Pocej (1974) es una oda a Dios. Que, como también se menciona habitualmente, puede encontrarse en cualquier lado: contra un piano o contra leños cortados, sobre el fragoso pasto de una verde pradera, frente a un espejo en una refulgente habitación, al lado de un lago… Apenas algunos de los varios sitios donde el artista Pocej ha capturado a mujeres “en su punto máximo de placer físico”; léase, alcanzando el clímax por propia acción, teniendo un orgasmo. “La idea me vino en sueños”, explica el renombrado retratista y docente que reside actualmente en Mónaco, y se intuye qué tipo de gozosa imaginería invade sus noches. “Para alcanzar los mejores resultados, a veces debí programar mi cámara para que automáticamente tomara una imagen por segundo, mientras yo me alejaba de la escena. Eso ayudó a algunas modelos a relajarse. En otros casos, sin embargo, no fue necesario, y pude capturar el momento”, explica don Albert, que logró convencer a quince damiselas de embarcarse en una empresa donde no debía simularse nada. “Cada ser humano es distinto, al igual que sus orgasmos. No traté de que lucieran diferentes a cómo lucen en la vida real”, esgrime sobre un experimento cuidado, que, no tan curiosamente, ya es fenómeno viral.
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