VALE DECIR
En su extenso catálogo de ilustraciones, el sueco Dennis Carlsson muestra una evidente propensión hacia lo macabro, dedicando gran cantidad de piezas a reimaginar célebres monstruos de ayer, hoy y siempre: desde el vampirito Nosferatu hasta el noctámbulo Freddy Krueger, sin dejar de mencionar su versión –más dark– del Hombre Químico, del demoníaco payasito Pennywise o de Leatherface, tan masacre, tan Texas. Empero, no son estas las imágenes que han convertido en fenómeno viral al dibujante y tatuador nórdico, dueño del estudio DC Tattoo en la ciudad Borås. Oh, no: lo que lo ha puesto bajo el foco de atención en las redes ha sido su retorcida necesidad de arruinar a bonachones personajes de niñez. Acaso porque no ha hecho mas que exponer lo que tantos imaginaban: que detrás de la adicción a la miel, Winnie Pooh escondía algo siniestro. Según las pinturas digitales del joven artista, el lado oscuro del osuno personaje es un canibalismo recalcitrante, más zombie que reino animal. Feroz rasgo, y dentadura, que comparten otros tantos bonachones devenidos en abominables, como Totoro, Pikachu, Piglet, Ígor y Tigger, Tweety, Shrek y Mike Wazowski, entre otras perturbadoras (re)creaciones. Interrogado por la revista virtual Nightmare acerca de sus más profundos temores, el muchacho Carlsson asegura que no son los seres pesadillescos los que le quitan el sueño: “Definitivamente son las personas. Lo que alguna gente es capaz de hacer me da más escalofríos que cualquier película de horror, o incluso que las obras que realizo”.
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