El Rey se fue de tapas

Alerta en la Casa Real Española: esos freaks mutantes que son a veces los autores de historietas de ciencia ficción, se metieron esta vez con nada menos que el Rey Juan Carlos. Marvel, la mayor editorial norteamericana de cómics –la de El Hombre Araña y Los Cuatro Fantásticos, para más datos–, recurrió a una foto oficial del monarca, en la que aparece con uniforme de gala de capitán general, modelando sobre ella la nueva presentación de Magneto, el supervillano de los X-Men (el que interpretó Ian McKellen en las dos películas protagonizadas por estos personajes), más conocidos en la Madre Patria como Patrulla X.

El dibujo saldrá en la tapa de algún número del mes que viene en Estados Unidos (un poco más adelante en España), como parte de la nueva colección The Pulse: House of M, en la que Magneto será presentado como el “Rey de los Mutantes”. La similitud entre la foto institucional y el dibujo de Magneto fue descubierta por un usuario del blog La cárcel de papel, un foro para fanáticos de la historieta. El susodicho adjuntó los dibujos del nuevo Magneto –obra del dibujante Mike Mayhem– y la foto de “Juanca”, tomada por Alberto Schommer, poniendo en evidencia que se copiaron hasta el sillón de fondo (por no mencionar las condecoraciones del monarca, el anillo en su meñique y algún otro detalle).

Puesta al tanto sobre el asunto, la Casa Real estudiaba junto a sus “servicios jurídicos” si sería necesario reclamar que la citada editorial retire los dibujos de su página web y rectifique los diseños del personaje. “Se trata de un guiño humorístico”, explicó José Luis Córdoba, el director de revistas de Panini, la empresa que tiene los derechos de la Marvel en España. Pero la familia de Su Majestad todavía no decide si el chiste les causa gracia, joder.

El tipico odio frances

Hasta ahora muchos de sus vecinos continentales los odiaban en silencio. Los norteamericanos se burlaban de ellos en sus películas –y después de la invasión a Irak, hasta en sus papas fritas: las French Fries pasaron a ser, en su momento, las Freedom Fries–. Pero ahora el asunto se puso serio; más que serio: académico. “¿Por qué los franceses son la peor compañía del planeta?”: tal es el elocuente título con que acaba de publicarse un estudio realizado por dos habitantes de la nación del queso gruyère –nada menos– acerca de por qué sus compatriotas son detestados en buena parte del globo. Teniendo en cuenta los resultados del estudio, podría decirse incluso que el odio hacia los franceses es aquello que tienen en común países que no tienen ninguna otra cosa en común. Uno de los autores del texto es un tal Olivier Clodong, profesor de comunicación social de la Ecole Superieur de Commerce (en París), para quien el viejo dicho según el cual “Francia es maravillosa, el único problema son los franceses” está bastante más difundido de lo que muchos sospechan.

Los franceses son “pésimos conductores de autos, pésimos en lo que respecta al servicio al cliente, obsesivos del sexo y la comida y faltos de sentido del humor”, enumera el ensayo. Y la lista continúa: los británicos los describen como “chauvinistas, cabezaduras y malhumorados”. Y puede que esas críticas no resulten tan duras a la luz de lo que tuvieron para decir sobre ellos los alemanes (“son pretenciosos, informales y frívolos”); los holandeses (“hablan mucho y son superficiales”); los españoles (“son fríos, distantes, vanos y poco amables”); y los italianos (“son snobs, arrogantes y egocéntricos”). Para los griegos son “bons vivants egocéntricos”, para los suecos, “desobedientes, inmorales, desorganizados, neocolonialistas y sucios”. Y lo mejor de todo es que nadie les preguntó a los entrevistados qué era lo que menos les gustaba de los franceses, sino tan solo cómo los definirían en cinco epítetos. Como consuelo, aporta Clodong, se puede decir que los franceses tienen también su cuota de odio para repartir por el mundo, y que en general el sentimiento de los británicos hacia ellos es correspondido. Lo que equivale a decir que los ingleses también son destinatarios de un poco de ese amor tan particular que es el amor francés.