Domingo, 12 de febrero de 2006 | Hoy
VALE DECIR
Catástrofe: Rusia podría quedarse sin reservas de vodka dentro de los próximos cuarenta días. Así, al menos, lo vienen advirtiendo los titulares de varios de los principales medios del país. La mano viene más o menos así: el 1º de enero de este año se puso en efecto una ley promulgada durante el 2005 que estipula que cada botella de vodka debe llevar una estampilla fiscal, pero como por alguna vuelta burocrática no se han producido ni distribuido una cantidad suficiente de estas etiquetas, los productores de vodka pararon la máquina hasta nuevo aviso. El director de la Asociación Nacional de Alcohol, Pavel Shapkin, dice que la situación es absurda, y pidió las cabezas de los agentes oficiales responsables de semejante torpeza. Como consecuencia de esta medida, advirtió, la gente se ha lanzado sobre las pocas botellas que quedan en las góndolas de los supermercados y ya está tratando de sacarles hasta las últimas gotas. El peligro, agregó Shapkin en tono apocalíptico, es que el vodka “trucho” que hay en circulación en el mercado negro –que ahora se ha incrementado inevitablemente– ha provocado enceguecimientos y hasta muertes en sus consumidores. Una de las pocas declaraciones que festejaron la sequía fue la de Dima Bilan, un cantante de música popular, que dijo: “Esto sólo puede alegrarme; significa que menos personas van a morir congeladas en las calles por caerse borrachas durante la noche”.
Los jefes de la Dirección de Transporte de Holanda acaban de tener una idea: reclutar barrabravas para poner a prueba la calidad y resistencia de sus nuevos trenes. La convocatoria se abrió a los “hooligans”, hinchas mayormente adolescentes, quienes tendrán rienda suelta para hacer lo que se les dé la gana con los asientos de los vagones. La idea, por supuesto, no es distraer a los chicos de sus impulsos más violentos, sino identificar las partes más vulnerables de los vehículos. “Queremos asegurarnos de que los trenes de nuestra ciudad están hechos totalmente a prueba de idiotas.”
Se supo esta semana: la misión para seducir a los pingüinos gays con hembras suecas con el fin de asegurar su reproducción terminó en un rotundo fracaso. El caso se hizo conocido mundialmente unos meses atrás, cuando el zoológico de Bremerhaven, Alemania, anunció que pondría en acción un plan para conseguir que un grupo de pingüinos que habían decidido andar en parejas del mismo sexo –y que habían tomado la costumbre de adoptar piedras como si se tratara de huevos– se interesaran en las hembras de su especie. También fue un arreglo de cooperación: el zoo de Bremerhaven tenía demasiados machos, y el Kolmarden de Suecia tenía superabundancia de hembras. Lo intentaron dos veces, pero no funcionó. La primera vez habían llegado demasiado tarde. Ahora dicen que los bichitos resultaron ser muy tímidos, y sólo cuatro pingüinitas suecas consiguieron pareja; los restantes veintidós machos siguieron en la suya. El año pasado, militantes homosexuales bombardearon al zoológico con e-mails y cartas de protesta, diciendo que el proyecto interfería con la libertad sexual de los pingüinos. El tema es que ahora no se sabe cómo van a hacer para reproducirse. Las suecas –una nacionalidad que tanto supo darle a la cultura erótica– esta vez no calentaron a nadie.
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