VALE DECIR
Las líneas telefónicas de emergencia de la policía de Uganda están que arden, pero por razones bastante menos terrenales que los delitos comunes de cada día. De hecho, se quejan los oficiales ugandeses, sólo el 10 por ciento de las llamadas que reciben son genuinas: el resto corre por cuenta de “mujeres locas, borrachos y gente que busca hablar con sus parientes muertos” (sic). El vocero de la fuerza, Simeon Nsubuga, fue aún más específico al respecto y contó que muchas mujeres llaman para hablar de sus vidas amorosas, y algunos hombres lo hacen para buscar pareja, pero que nada es tan irritante como el caso de los que quieren comunicarse con el más allá. Al parecer, alguien hizo correr el rumor de que si uno llama 15, 20 veces al 999 por las noches puede comunicarse con los muertos, pero lo cierto es que si uno llama repetidamente a ese número eventualmente termina comunicándose con la policía. Y lo intentan una y otra vez porque es gratis, agrega con resignación Nsubuga, “como todas esas mujeres que llaman al departamento pidiendo asistencia de la policía, porque están solas y su cama está muy fría”. Sic de nuevo.
El hada de los dientes, la versión menos pobre del ratón Pérez que pasa a buscar las piezas dentarias caídas de los niños británicos, ha ajustado sus pagos generosamente en el último cuarto de siglo. De hecho, según un estudio reciente a cargo de la organización The Children’s Mutual, la dadivosa mujer ha oblado un total de 20 millones de libras esterlinas (más de 120 millones de pesos) por los dientes de leche de los niños del país. La inflación en el mercado de los dientes en los últimos 25 años asciende a un 500 por ciento, mientras que el costo de vida general ha subido un 150 por ciento en el mismo lapso. El diente promedio negociado bajo la almohada cuesta alrededor de una libra, mientras que los de sus padres se pagaban apenas 17 peniques. Nunca tener una sonrisa agujereada fue tan buen negocio, al menos si uno todavía va al jardín de infantes.
Mientras el Vaticano denuncia que conducir imprudentemente también es una forma de pecar, en Australia al exceso de velocidad se lo considera un efecto de la falta de masculinidad. O al menos eso parece expresar el lema de una nueva campaña publicitaria oficial: “Conduce deprisa. Nadie cree que la tengas grande”. El objetivo de los creativos de esta campaña es relacionar el exceso de velocidad con los alardes de masculinidad, y de esta manera intentan reducir las muertes por accidentes automovilísticos. La campaña costó más de dos millones de dólares, pero está dando sus frutos y varios importantes medios de comunicación a nivel mundial se han hecho eco de ella. En el video publicitario, cuando un conductor maneja demasiado rápido varias mujeres levantan el dedo meñique con cara de desprecio y se miran entre ellas con complicidad. El mensaje es simple: si van rápido, la tienen chica.
En la Universidad de Salisbury tiene lugar por estos días una exposición de obras de perros artistas. No perros en sentido peyorativo de “malos pintores” sino literalmente de canes, de mejores-amigos-del-hombre. Los tres pichichos autores, un terceto de encantadores labradores ingleses, aprendieron una técnica particular de pintura en la escuela de la instructora Mary Stadelbacher. El sistema de entrenamiento inventado por la mujer aspira a desarrollar habilidades no tradicionales en los perros. Sammy ha resultado ser el animal más hábil de los tres que tienen sus obras en exposición actualmente: agarra el pincel con los dientes y tras los primeros pincelazos con los que esboza algunas figuras sobre el lienzo se detiene, mira a su instructora a la espera de un Go Sammy!, y prosigue o empieza otro cuadro. Los cuadros se han convertido en motivo de una serie de postales que Stadelbacher tiene en venta, y por una de las cuales ya obtuvo 350 dólares; seguramente de algún incauto a quien consiguió meterle el viejo perro del arte “no convencional”.
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