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Domingo, 6 de enero de 2002

VALE DECIR

Porno para el nene

El hi tech hogareño sigue haciendo estragos en la cultura norteamericana: primero llegó el V-chip, diseñado para evitar que los niños vean televisión “inconveniente”, bloqueando la señal según lo programen sus padres. Ahora llega a los hogares del consumidor concienzudo, y por tan sólo 50 dólares, el Movie Mask Player, aparato que acciona un programa por el cual cada vez que uno se disponga a ver una película en DVD, se le preguntará cuál versión de ésta prefiere ver: ¿La original? ¿Sólo apta para mayores de 13 años? ¿Familiera? Trilogy Studios Inc., la empresa creadora del software, se ha tomado el trabajo de “marcar” varios films con la intención de ampliar las ofertas con esta opción de censura para menores, que incluye no sólo el corte de escenas de sexo y violencia, sino que en algunos casos hasta se toma la molestia de alterar digitalmente algún que otro plano (por ejemplo, “vistiendo” ligeramente a Kate Winslet en la escena de Titanic en que Leonardo DiCaprio la dibujaba a lo Goya). El Movie Mask amenaza con convertirse en el juguete más eficaz de censura paterna en mucho tiempo, ya que si bien los DVD no suelen traer distintas versiones predeterminadas según calificación, el programa de Trilogy levanta esas opciones de edición automáticamente de su propio catálogo en Internet. Obviamente, algunos directores ya han puesto el grito en el cielo ante este nuevo avance de la cultura ñoña. Joe Dante, cuyo Gremlins es un obvio candidato a la reedición hogareña, plantea posibilidades que van más allá de la vulneración de la “integridad artística de la obra”: “¿Cómo vamos a hablarnos entre nosotros si cada uno ve una versión única del material? ¿Cómo vamos a discutir Los tres chanchitos cuando muchos sólo van a haber visto dos? Por otro lado, creo que pasteurizar el material para que lo puedan ver los chicos cuando originalmente no estaba destinado a los chicos es absurdo”. En la línea del planteo de Dante, uno ya se puede imaginar a los adolescentes de futuras generaciones preguntándose por clásicos del erotismo ochentoso como aquel que hiciera famosa a Kim Bassinger: ¿Cuáles 9 semanas y media? Tres y a dormir.

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