El fusilero Lalbahadur Thapa tiene noventa y tres años y una mirada todavía feroz. Su hermano Dilbahadur es alguito más joven y lleva sus medallas en el pecho de una camisa que parece que alguna vez fue un uniforme. Los hermanos de patas de pájaro y grandes bigotes son el centro de una pieza de propaganda francamente insólita: proteja a su gurka. The Gurkha Welfare Trust es una ONG con sede en un barrio paquete de Londres que usa de logo dos kukris cruzados y manguea con avisos en las revistas más conservadoras de Gran Bretaña para ayudar a ex soldados nepaleses que sirvieron a la reina en sus guerras.

Los gurkas son un grupo étnico de montañeses del norte de la India que viven más que nada en el independiente Nepal. Los ingleses los encontraron hace algo más de dos siglos, cuando buscaban un lugar fresco en el subcontinente asfixiante. En las montañas de Darjeeling, los sahibs hallaron un invierno, buen té y unos tipos petisos, flacos y forzudos a los que les gustaba pelear y no se llevaban muy bien con los habitantes de los llanos, más mansos. Los gurkas fueron primero un simple regimiento regional, luego fueron aliados férreos en el Gran Motín de la India de 1857 y finalmente fueron una especie de leyenda militar algo forzada.

Miles de gurkas sirvieron cada año en el Real Ejército y fueron por décadas la principal fuente de divisas de Nepal. Los años 70 vieron el fin: apenas queda un regimiento gurka, el que vino a Malvinas, y los veteranos arman manifestaciones reclamando pensiones y atención médica.

“Los gurkas ganaron 13 Victoria Crosses sólo en el siglo XX”, recuerda el aviso. “Si hiciéramos un minuto de silencio por cada baja gurka de la Segunda Guerra Mundial, deberíamos callarnos por dos semanas.” Por eso, no parece exagerado que el mangazo arranque en veinte libras y suba a 240 –un año de ayuda a un soldado o su viuda–.