VALE DECIR
Un siglo después de su muerte, Mark Twain todavía se guardó cosas por decir. Quedaron cinco mil páginas de memorias sin editar; el escritor dejó en claro que no quería que se publicaran antes de que hubieran pasado al menos cien años.
El manuscrito está en una bóveda en la Universidad de Berkeley, en California, y en noviembre saldrá a la venta el primer volumen.
“Hablo desde la tumba en vez de hablar con mi lengua viva por una buena razón: puedo hablar más libremente desde aquí”, se lee en el prólogo.
Michael Shelden, que este año publicó Man in white (El hombre de blanco), un relato de los últimos años de Mark Twain, cuenta al diario The Independent: “El tenía dudas acerca de Dios, y en la autobiografía cuestiona la misión imperial de los Estados Unidos en Cuba, Puerto Rico y las Filipinas. También critica a Roosevelt y declara que el patriotismo es el último refugio de los sinvergüenzas. Tampoco le gustaba el hecho de enviar misioneros al Africa; con los linchamientos que sucedían en el sur, Twain decía que deberían tratar de convertir a esos herejes primero”.
Algunas partes de la autobiografía ya salieron a la luz en diversas publicaciones. Pequeños fragmentos fueron publicados antes de la muerte del autor porque necesitaba el dinero. De todas formas, según la gente de Berkeley, más de la mitad de la obra nunca fue impresa; sólo pudieron leerla completa los que viajaron hasta la universidad.
“La gente me pregunta si realmente la intención de él era esperar cien años”, dice Robert Hirst, director del equipo de editores de Berkeley. “Yo les respondo que Mark Twain era alguien que sabía cómo hacer que la gente tuviera ganas de comprar un libro.”
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