“Estoy dando por sentado que se trata de una broma”, explica Michael Braun, vicepresidente del Partido Demócrata Cristiano de Berlín. “He recibido muchos e-mails de protesta pidiendo que se prohíba ese restaurant, si es que existe.”

Braun está hablando de Flimé y no sabe si se trata de un ardid publicitario o una terrible realidad. Es un restaurante que abrirá sus puertas el 8 de septiembre y funciona igual que un club exclusivo: hay que inscribirse para cenar ahí. Ahí se terminan las similaridades, porque el otro requisito indispensable para ser un comensal es donar una parte del cuerpo para el menú.

Según el diario The Guardian, el restaurante ha hecho una prominente campaña en Internet, en los diarios y en la televisión. En esos anuncios se explican las condiciones para formar parte de su clientela y se aclara también que Flimé corre con todos los gastos médicos para procurar los ingredientes clave de su cocina.

La inspiración caníbal les viene de la tribu brasileña waricaca, que solía practicar la antropofagia ritual: comerse partes del difunto como ayuda para superar el duelo. “Comer es más que satisfacer el hambre”, explican en el sitio web del restaurant, www.flime-restaurante.com. Allí también describen el menú, que consta de comidas brasileñas tradicionales. Definen “feijoada” como “variedad de carnes con porotos negros y arroz”; huelga decir de qué carne están hablando.

El resto es un secreto: no se sabe dónde será la ubicación física del restaurante y tampoco se sabe quiénes son los dueños. Están buscando personal y piden “un cirujano de mente abierta”.

La ciudad de Berlín no es ajena al canibalismo: en 2006, Armin Meiwes fue condenado a prisión perpetua por comerse a Bernd Jürgen Brandes, un técnico informático cuyo fetiche era ser devorado. Armin le hizo realidad su deseo: lo mató en 2001 y lo hizo vianda –por suerte nadie más abría su heladera–, durándole varios meses. Si hubiera habido un Flimé en esa época, quizás Armin podía haber pedido delivery... ¡mucho más fácil!