VALE DECIR
El sitio web The Pirate Bay —pilar de la piratería internética— vive bajo la tutela de Anónimo, el inconsciente colectivo de la red. Pero eso no es suficiente: por más que Anónimo pueda encargarse de tirar los sitios de sus enemigos, algún día The Pirate Bay, junto con otros sitios de torrents, caerá víctima de las leyes que frenéticamente tratan de ponerse al día.
Hace cuatro años, The Pirate Bay quiso comprar la micronación de Sealand —una plataforma en el mar, a kilómetros de la costa de Inglaterra— para tener su propio puerto seguro, a salvo de los abogados. La idea no prosperó por falta de fondos.
Ahora el Partido Pirata Internacional —el brazo político de The Pirate Bay, que agrupa organizaciones de casi cincuenta países— juega con otras ideas de dónde esconder un servidor. Se habla de un barco a control remoto, moviéndose constantemente por aguas internacionales. Otros sugieren un globo aerostático, para aprovechar aquello de que “el aire es libre”.
Los más osados proponen una solución increíble: poner los servidores dentro de un satélite en órbita. La idea no deja de tener sus problemas logísticos, desde cómo pagarlo hasta cómo garantizar la conectividad. No sirve de nada tener un servidor en el espacio si los proveedores de Internet de todo el mundo bloquean el acceso al mismo.
Hay que aplaudir la tenacidad pirata: barco, globo o satélite, están dedicados a luchar contra el copyright. Aun si eso significa que, llegado el caso, haya que vestirse de astronauta para ir a arreglar una computadora que tiene problemas.
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