Dom 12.12.2010
radar

VALE DECIR

Detective de rabonas

“La gente no quiere dejar su trabajo, aunque no le guste, por miedo a no encontrar otro”, cuenta el director de una empresa al diario San Francisco Chronicle. “Con menos satisfacción laboral, hay una mayor propensión a abusar de las licencias.”

Una solución creativa sería buscar formas de reencontrar a los trabajadores con su dignidad laboral, pero toda acción que no sea represiva confunde a los jefes. Entonces tomaron otro camino: contratar detectives para pescar a los empleados mintiendo.

En el 2008, un juez dictaminó que si bien el seguimiento de empleados “no es el mejor comportamiento de un empleador”, no es ilegal. Eso abrió la puerta a un nuevo mercado, muy lucrativo, para los investigadores privados.

Rick Raymond, como si hubiera salido de una novela negra, ha trabajado en más de 300 casos; desde ladrones hasta esposas infieles, lo ha visto todo. Ahora las corporaciones le pagan para que se fije qué hacen los empleados cuando se piden un día por enfermedad.

Así es como Raymond va a canchas de bowling, partidos de fútbol, casamientos e incluso funerales. El trata de ser imparcial con sus objetivos pero dice que “en el 80 al 85 por ciento de los casos, hay fraude”.

El detective privado es lo último en una escalada de control empresarial. Algunas compañías empezaron dándoles teléfonos con GPS a sus empleados –para tenerlos ubicados en todo momento– pero no sirvió de nada; algunos mandaban el teléfono por correo a donde supuestamente tenían que estar y se iban a otro lado.

Hay quienes llegan a usar un chiche llamado SpoofCard, una tecnología que permite hacer que una llamada telefónica provenga de un número a elección. De esa forma el “caller id” puede anunciar que alguien llama desde su casa, cuando en realidad anda por ahí dándose la gran vida.

Los detectives privados sirvieron para justificar varios despidos y es imposible no preguntarse: ¿y si el dinero que se fue en detectives y teléfonos con GPS se hubiera gastado en subir los salarios? El que crea que el sueldo no tiene nada que ver con la satisfacción laboral, es porque duerme en una pila de dinero y en un colchón de lágrimas de trabajadores explotados.

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