VALE DECIR
Dos amigos de Arlès, en Francia, llevaban ya más de veinte años de compartir las pequeñas cosas de la vida. Su relación incluía a sus respectivas familias; se veían seguido, acompañándose en las buenas y en las malas.
Durante los últimos tres años, estos amigos habían cultivado la tradición de jugar a la lotería. En Navidad les costaba apenas diez euros entre los dos ilusionarse al mismo tiempo con el enorme premio de 10 millones. Daba igual perder; lo importante era que perdían todos juntos.
No jugaban para la lotería de Año Nuevo, pero uno de los amigos, quizá por una corazonada, le jugó a los números de siempre. Cuando se enteró del resultado, se juntó con el amigo para pedirle que le pagara su parte del boleto de Año Nuevo y recién ahí le contó que habían ganado.
“Lo que hice es normal, ya que somos amigos hace 22 años”, declaró el ganador a la cadena de noticias TF1. “Somos dos familias francesas con 3 o 4 hijos, como tantas miles.” Los amigos fueron discretos con respecto a sus proyectos, pero adelantaron que, por lo pronto, están planeando un viaje.
Esto es noticia sólo porque a veces sucede todo lo contrario. ¿Qué le impedía a este hombre quedarse con toda la ganancia si el costo del boleto lo había pagado él por completo? Pero lo que hizo, en cambio, fue ponerle un precio a la amistad; prefirió tener 5 millones menos que perder a su amigo.
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