¿Pueden las listas –esas notas escritas a mano en forma de columna, con cantidades, deberes o cosas, hechas a partir de un propósito– enseñarnos algo nuevo sobre genios como Franz Kline o Adolf Konrad? La exhibición Lists: Todos, Illustrated Inventories, Collected Thoughts, and Other Artists’Enumerations, del Museo Morgan, en Nueva York, no sólo lo cree: está convencida de que una tarea tan menor como cotidiana (y, por eso, no tenida en cuenta) puede ser una pieza clave para adentrarse en la vida de artistas, en su forma de pensar, en sus necesidades básicas, sus hábitos y manierismos.

Por eso recolectó 80 inventarios de puño y letra de renombrados y los dispuso como las piezas de arte que, al parecer, son. ¿De qué otra manera enterarse que Kline compraba copos de maíz, tocino y papel higiénico? ¿O que a Joseph Cornell le gustaba adquirir baratijas con forma de cisne o figuritas de cera en ferias de antigüedades? Usadas para ir al mercado, organizar viajes o desgranar gastos del mes, las listillas no sólo dan el insight menos pensado. También ayudan a develar gestos románticos o gustos personales.

Tal es el caso del excelso arquitecto Eero Saarinen que, allá por los ‘50, enumeró los atributos positivos de su segunda esposa, Aline Bernstein. Del 1 al 12, las particularidades incluían: “Primero, me di cuenta que eras muy inteligente”, “Séptimo, que eras terriblemente organizada”, “Décimo, que tenías un cuerpo muy muy hermoso”. Viniendo del hombre que diseñó la Terminal TWA del aeropuerto JFK, el criterio estético no está en discusión...

En 1913, Pablo Picasso –otro gran hacedor de listas– garabateó los nombres de artistas que le gustaban (Léger, Gris, “Ducham”, Braque) como recomendación para su amigo Walt Kuhn, que organizaba el Armory Show. En los años ‘30, el diseñador Harry Bertoia hizo lo propio con su “My-self Rating Chart”, enumerando 21 características de sí mismo que (auto)puntuó de “muy pobres” a “excelentes”; en Salud, Limpieza, y Cortesía, sacó las mejores notas; para Velocidad de Pensamiento y Coraje, dispuso las más bajas. Entonces, las listas... ¿hallazgo artístico o voyeurismo solapado?