Susanne Eman, de 32 años, está obsesionada con su peso pero, sin duda, no es el estándar 90-60-90 lo que la tiene a maltraer. Su dieta consiste en ingerir no menos de 20 mil calorías al día, contra las 2 mil de una dieta normal. Su objetivo, de más está decir, es volverse la mujer más gorda del mundo y, al ritmo que lleva, va bien encaminada. “Me encantaría descubrir si es humanamente posible alcanzar la tonelada”, se pregunta en voz alta, aunque, por el momento, se conforma con los 330 kilos con los que ha pasado a Donna Simpson (la mujer de Nueva Jersey que, con 317 kilos, ostentaba el título de “mamá más gorda del mundo”).

Y va por más: esta pretenciosa madre de dos (Gabriel, de 16, y Brendan, de 12) ya se ha propuesto una nueva marca: los 730 kilos. “A este paso, debería llegar a los 42 años”, señaló esperanzada. La comunidad SSBBW (Super-Size Big Beautiful Woman: “Mujer hermosa desproporcionadamente enorme”) la apoya, pero su médico no está muy contento. “Está jugando a la ruleta rusa”, declaró el doctor Patrick Flite, aunque reconoció que, por el momento, los chequeos no muestran mayores complicaciones. “Cuanto más grande me vuelvo, mejor me siento. Más confiada y sensual. ¿Por qué no debería ir al límite y ver cuán gorda puedo llega a ser, manteniéndome saludable?”, retrucó la paciente, que se hace controles regulares. Y agregó: “Si algún día me enfermo, ya he hablado con mi hermana para que se encargue de mis hijos”.

En su página web personal, Eman hace carne la cruzada, con imágenes donde atestigua su crecimiento y sus convicciones: “La manera en que mi cuerpo se mueve por su cuenta es poesía. Hay algo de rebeldía en mi peso. ¿No nos enseñan acaso que está mal ser gordos? Pues, yo amo ir a mi propio ritmo, evitar los convencionalismos. Ser así de obesa me ha dado un sentimiento total de libertad y confianza. Ojalá todas las mujeres pudieran sentirse de esta forma”. Una bonita aspiración, si no fuera porque si sigue así se puede matar...