Dom 18.03.2012
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VALE DECIR

La última cena

¿Somos lo que comemos? Para el fotógrafo neocelandés Henry Hargreaves, con sede en Nueva York, la respuesta es un sí rotundo. Con esa idea en mente y cansado de que los condenados a muerte en Estados Unidos fueran apenas nombres y cifras en periódicos, decidió dedicarles su última colección y recreó la última comida de nueve asesinos conocidos, fotografiándolos con un detalle estremecedor. “Una vez que descubrí qué fue lo último que cenaron, empezaron a volver a la vida y pude ver un pequeño ángulo de sus personalidades”, explicó el otrora modelo y agregó que “la idea era recrear los platos como si el prisionero se acabara de sentar y los mirase por primera vez”.

Fiel a la exactitud, como cada caso responde a un momento, un estado y una prisión diferentes, Henry eligió mantelitos y cubiertos acordes con la época de la ejecución, compró alimentos y los cocinó él mismo. Al menos, no tuvo que invertir demasiado: a los condenados se les suele negar cualquier bebida alcohólica y sus menúes no pueden costar más de 40 dólares. “Es una nueva mirada a un ritual tradicional”, definió el artista que, a la hora de la sesión, eligió casos de Estados Unidos (donde se estima que más de 3 mil condenados esperan su hora) que le resultaran “bizarros”.

¿El más extraño? Sin duda el de Victor Feguer, ejecutado en la horca de una penitenciaría de Iowa en 1963, quien sólo solicitó una aceituna. A John Wayne Gacy (alias “El payaso asesino”) le tocaron doce camarones fritos, pollo de Kentucky Fried Chicken y papas fritas, todo cubierto por fresas. Un pedido, en verdad, agridulce. Al acusado de 168 cargos de asesinato Timothy McVeigh, por su parte, se le sirvió helado de menta con chispitas de chocolate. Ricky Ray Rector también pidió helado, pero no lo comió; dijo que lo comería después.

Ted Bundy, por su parte, no solicitó nada especial y se tuvo que conformar con el plato de los demás reclusos: filete, huevos, tostadas, jugo y leche. Allen Lee Davis mostró un estómago de hierro: antes de pasar por la silla eléctrica, se embuchó langosta frita, camarones, almejas y pan de ajo. Distinta fue la situación de Angel Nieves Díaz, quien se negó a comer. ¿Los demás? Stephen Anderson y sus sandwiches de queso a la parrilla y Ronnie Lee Gardner, quien ligó por partida doble; además de una cena, se le concedió un último deseo: ver la trilogía de El Señor de los Anillos.

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