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Meses atrás, dábamos la noticia de la norteamericana que, en Nueva York, daba abrazos por dinero. Nada sexual: sólo apoyo moral, cariño y respeto (por unos billetes, claro). Pues parece ser que el asunto es más común de lo imaginado porque, en Londres, Anna Nathan, de 36 años, y Neil Urquhart, de 42, dan talleres de mimos cada dos semanas por 29 libras el mes. ¿En qué consiste su propuesta? Precisamente en eso: abrazar y ser abrazado.

Ojo, no es tan sencillo como aparenta; la dupla –que lleva dos saludables años ofreciendo el cariñoso workshop– ha instaurado una serie de reglas que deben ser cumplidas para que las sesiones de cuatro horas salgan bien. Lo primero que destaca Anna es que “nadie tiene que hacer nada que no quiera”. Lo siguiente es mantener una capa de ropa en todo momento, poner la energía sexual a un lado y –lo más importarte– no dar besos.

Así, entre cojines verdes y rojos y un clima acogedor, divorciados en sus 30, jubiladas y solitarios en general se hacen presentes en clases que, además de con reglas, vienen con ejercicios. Para empezar, la gente camina por la habitación al son de “Don’t Worry, Be Happy”, tocando con la punta de sus dedos las manos de los participantes que pasan a su alrededor. Poco a poco, se da luz verde para pasar al hombro, los pies, las orejas y, finalmente, las caderas. Luego se replican las prácticas en parejas y en pequeños grupos, evitando siempre el manoseo en torsos y pelvis (no vaya a ser cosa).

Lo fundamental, según los creadores del taller, es evitar que la cercanía o el contacto conduzcan a una atracción física. Sin embargo, hasta el momento, nunca han tenido que separar a dos personas y han logrado lo buscado: ayudar a que las personas obtengan un poco de consuelo en una sociedad digital en la que el contacto humano está en vías de extinción, una caricia a la vez.