VALE DECIR
Lágrimas
sin cocodrilos
Primero fue la pasta dentífrica infantil que “no pica
en la lengua”, un éxito del marketing industrial de los años
80. Pero aún no se avizora el día en que la ciencia se encuentre
con límites verdaderamente infranqueables, y un nuevo anuncio pone al
mundo patas para arriba. En un laboratorio de Inglaterra, un grupo de abnegados
hombres de ciencia, auténticos cruzados de la razón, han logrado
aislar un objeto que amenaza con revolucionar nuestras vidas cotidianas: la
cebolla que no hace llorar. La “Supasweet onion” no es una cosa
para tomarse a la chacota: es por el contrario un objeto bien complejo, compuesto
de múltiples capas como cualquier cebolla ordinaria, pero tan amable
al paladar que, dicen, se la puede comer como si se tratara de una manzana.
Quienes han puesto su fe y sus libras en tamaño proyecto han sido nada
menos que unos granjeros británicos de Bedfordshire y Cambridgeshire,
a partir de un tipo de siembra especial, sin alteraciones genéticas.
El secreto: suelos con bajos niveles sulfúricos, que reducen a la mitad
la cantidad de ácido pirúvico, el elemento responsable de tanto
dramón de cocina. La cebolla Supasweet sale a la venta el próximo
domingo a 99 peniques la unidad. “Se viene una nueva era de comida sin
lágrimas”, exageró un tanto enigmáticamente un tal
Steve Murrells, director de este proyecto avalado por el Estado. Próxima
parada del tren de la revolución gastronómica: coliflor que se
cocina sin olor.
Trabajo
buscado
Frederick McDowell conoce el valor de un buen golpe publicitario. Conoce el
valor de un buen golpe a un banco. Y pronto tal vez esté conociendo el
valor de unos cuantos buenos golpes en la espalda. Es que el bueno de Frederick,
habitante del estado de Texas de 32 años de edad, creyó tener
el plan perfecto y puso manos a la obra descuidando algún que otro detalle.
Entró a la filial del banco Wells Fargo en Fort Worth. Se dirigió
a una de las cajas. Apoyó un bolso justo detrás del mostrador,
y exhibió una hoja de papel indicando que en su interior había
una bomba. El cajero puso entonces unos cuantos miles de dólares en otra
bolsa y Fred se retiró, dejando la nota en el banco. Y cuando todo parecía
indicar que se había salido con la suya, el sargento Morton, a cargo
del caso, levantó el papel con la amenaza, lo dio vuelta, y se encontró
con que en el anverso estaba detallado el currículum vitae del asaltante.
Condona
nuestros pecados
Basta de forradas.
Es hora de ir a lo seguro, y ellos son muchos, son variados y son el último
alarido de la moda en materia de preservativos masculinos. Conejos, chanchitos,
toritos, búhos, ranitas. Todo muy lindo pero nos queda una duda: ¿qué
es lo que hay que meter en el bracito alzado de la Estatua de la Libertad?
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