VALE DECIR
No es el juego de las cinco diferencias, aunque a simple vista se le parezca, sino apenas un experimento con fuerte base especulativa, que dio su puntapié inicial cuando el diseñador e investigador estadounidense Nickolay Lamm, de 24 años, de Pittsburgh, Pennsylvania, decidió asociarse con Alan Kwan, doctor en genómica computacional de la Universidad de Washington. Su intención fue descifrar en imágenes las posibles evoluciones que la raza humana experimentaría en 20 mil, 60 mil y, por qué no, 100 mil años.
Teniendo en consideración el exponencial desarrollo de la tecnología, la dupla imaginó cómo sería la adaptación de la biología humana de cara a futuras necesidades y dibujó una “línea de tiempo posible”, inspirándose en el simple hecho de que, entre 800 y 200 mil años atrás, los cambios climáticos de la Tierra coincidieron con una triplicación en el tamaño del cerebro y el cráneo humano y un aplanamiento de la cara.
Suponiendo, sin embargo, que el hombre llegaría a un control total de la ingeniería del genoma y le “arrebataría el control” a la evolución natural para adaptar el cuerpo a las necesidades, dentro de 20 mil años, un cráneo más largo sería la norma para acomodar un cerebro de tamaño aún superior; la frente, en consecuencia, sería más alta. Además, lentes de comunicación habrían sustituido dispositivos tales como los Google Glass, advierte el Dr. Kwan.
Para el año 62.013, el mismo doc augura que las personas habrían colonizado otras partes del Sistema Solar y, por tanto, necesitarían ojos más grandes para adaptarse a vivir más lejos del Sol. La piel será más pigmentada con el objeto de protegerse de los rayos UV —más dañinos fuera de la atmósfera terrícola— y los párpados, gruesos para acomodarse a la gravedad baja o cero, que afecta la vista. A esta altura del partido, los lentes serían reemplazados por dispositivos miniatura implantados por encima de la oreja para la comunicación y el entretenimiento.
La ruta especulativa tiene su parada final 100 mil años en el futuro, cuando, al parecer, el control genético sería total y la humanidad, de cráneo y ojos enormes, viraría a modificaciones morfológicas regidas por el gusto estético, orientándose el gusto hacia lo que entonces será “atractivo”: líneas fuertes y majestuosas, narices rectas, mirada intensa y rasgos faciales de simetría perfecta. Una monada digna del mejor cine de ciencia ficción. O de las Chicas Superpoderosas.
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