Domingo, 8 de abril de 2007 | Hoy
PáGINA 3
Por Neil Young
La persona más sabia que he conocido jamás tiene que haber sido mi acompañante en el hospital. Me estaba recuperando de las complicaciones de una operación para extirpar un aneurisma de mi cerebro. Ella tenía unos 85 años de edad y medía un metro y medio. Era una anciana negra de Carolina del Sur. La joven enfermera no se las arreglaba bien en su trabajo, y la anciana le decía cómo hacer lo que tenía que hacer, sin decírselo. Nunca le daba lecciones, tan sólo le daba ejemplos. Sentí que esa anciana debía ser profundamente religiosa, pero no había nada forzado en ella. Me desperté una mañana a las seis menos cuarto y miré por la ventana. Afuera la niebla cubría el puente, y dije: “Eso es sencillamente hermoso”. Y ella dijo: “Sí, lo es”. Se dirigió hacia mí con este rostro de 85 años que no tenía ni una arruga, ni una línea, nada, y dijo: “Así que el Señor no te va a llevar. No es tu turno”.
El coraje es algo irreflexivo. La gente dice: “¿Cómo hiciste eso?”. Y uno contesta: “¿Cómo podía no hacerlo?”.
Encontré la paz en el paganismo. Jesús no iba a la iglesia. Retrocedí hasta mucho antes de Jesús. Hasta el bosque, los campos de trigo, el río, el océano. Voy adonde está el viento. Esa es mi iglesia.
La epilepsia me enseñó que no estamos al control de nosotros mismos.
Y sí, algo bueno salió de haber tenido polio cuando era chico: caminar.
La mayoría cree que es al revés: que el tiempo va más rápido y que estamos haciendo menos. Pero la verdad es que el tiempo parece ir más rápido porque estamos haciendo muchas cosas.
Nuestro sistema de educación aspira básicamente a lo normal –lo cual es una verdadera pena–. A veces a lo excepcional se lo clasifica como anormal y se lo pone a un costado.
Algo que es resultado de tener un hijo con parálisis cerebral es la fuerza. Al principio me enojaba mucho. Prácticamente buscaba pelea. Eventualmente, él me enseñó que no era necesario, y me lo enseñó simplemente siendo él mismo. Siendo un regalo para nosotros. Nos mostró cómo tener fe y fortaleza interior, y a nunca darnos por vencidos. Miro a mi alrededor y veo gente que se lastima a sí misma sin motivo. Bebiendo demasiado. Tomando drogas. Golpeándose a sí misma de alguna manera psicológica. Eso realmente me molesta: saber que toda esa gente tiene todo lo que necesita para tener éxito. Todo lo que tienen que hacer es creer en ellos mismos y en los dones que están desperdiciando.
A veces, cuando estoy tocando la guitarra, llego a un punto en el que mi interior se vuelve muy frío, gélido. Es un momento muy refrescante. Cada aliento es como si estuviera en el Polo Norte. La cabeza se me empieza a congelar. Las inhalaciones son más grandes; más aire que el que jamás creí que hubiera empieza a entrar. Tiene algo de mágico. A veces, cuando ocurre, me pergunto si voy a estar bien. ¿Podré lidiar con eso?
Cuando mi médico descubrió el aneurisma en mi cerebro, me dijo que lo había tenido como por 100 años. Me dijo que lo había tenido tanto tiempo que no debía preocuparme pero que tendríamos que deshacernos de él inmediatamente. Sí, así es la medicina zen. El es muy sabio. Confié en él completamente. Todos quienes me cuidaron eran los mejores en lo que hacían –aunque hubo una complicación, una complicación que tiene una posibilidad en 2700 de ocurrir–.
Los médicos se meten en tu cerebro a través de una arteria en el muslo. Más tarde, cuando ya había salido del hospital, mi pierna estalló. Estaba en la calle y simplemente explotó. Tenía el zapato lleno de sangre. Estaba en verdaderos problemas. Había unos 50 metros hasta el hotel, y logré llegar. La ambulancia llegó unos diez minutos después.
No sé si necesito contar todo esto. No sé si el episodio del aneurisma es importante. Pero el resultado lo fue. Eso es lo que me condujo hasta aquella señora. La persona más sabia que he conocido jamás.
Acaba de editarse en Argentina Neil Young: Heart of Gold, la película dirigida por Jonathan Demme (El silencio de los inocentes) que registra dos conciertos que Young y una banda integrada por leyendas como Emmylou Harris y Ben Keith ofrecieron en el también mítico Ryman Auditorium de Nashville en agosto de 2005. En esas funciones presentó canciones de su último disco, Prairie Wind, compuesto en un tornado de creatividad apenas unos meses antes, cuando acababan de diagnosticarle un potencialmente fatal aneurisma cerebral.
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