PáGINA 3
NOMBRES/LUGARES
Parece el nombre de un programa infantil. Pero no. Chapapote es como se llama
por aquí al petróleo vertido por el naufragio del buque Prestige
hace poco más de un mes y que, desde entonces, llega al litoral de Galicia
para protagonizar una formidable catástrofe ecológica. Cachivache
es el apodo con que se lo conoce a Matías (también conocido como
Tone), concursante argentino de treinta y pico de años en la presente
edición del Gran Hermano español. El chapapote contamina
y parece imparable. Cachivache también. Autodenominado vagabundo,
surfero y bohemio con look de publicidad de cigarrillos LM o de
galán playero decadente en esas películas de los setenta u ochenta,
donde cantaban Los Angeles de Smith y Tristán hacía de camarero
de hotel, el argentino más famoso en España junto a Andrés
Calamaro y Ricardo Darín no deja de hacer de las suyas y ya es firme
candidato a llevarse los doblones del gran premio gran. A mí no es que
me caiga mal: es que no lo entiendo.
HABILIDADES/EXAGERACIONES
Las sesiones de control en el Congreso donde se piden cuentas y explicaciones
al Partido Popular en el gobierno por la torpeza con que pasearon al moribundo
Prestige derramando sangre negra por todas partes antes de partirse
en dos y hundirse tienen, por estos días, mucho de las particularidades
del ecosistema Gran Hermano: todos bien encerraditos, discutiendo
y lo más fascinante de todo actuando, superando pruebas,
mirando a cámara de reojo, esas cosas. Tal vez sea ingenuo de mi parte,
pero a mí no deja de asombrarme la velocidad con que el ser humano se
trumaniza y acepta su condición de animal catódico. Sobre todo
cuando, se supone, no están haciendo otra cosa que ser él mismo.
Paradoja: la supuesta espontaneidad televisiva acaba derivando como barco condenado
hacia las aguas de la exageración. No se puede ser natural ahí
adentro. Alcanza con ver a esos políticos que buscan el timing perfecto
de un episodio de Seinfeld y Friends. La clave está
en ser ingenioso por más que se esté hablando de algo terrible.
Matías alias Tone alias Cachivache es, en este sentido, un misterio y
es su misterio el que lo ha convertido en alguien apasionante, parece. Cachivache
es por un lado el típico argentino que los españoles
detestan fuera de la televisión pero que, catódico, se vuelve
apasionante. Y Cachivache está contaminado por ciertos detalles novedosos
y no tanto. Por un lado, está el misterio de las feromonas que segrega
y que hace que todas las concursantes (y buena parte de la audiencia femenina
de Gran Hermano) desfallezca por él. Los españoles
están pasmados por su poderío y cosa rara lo quieren
y argumentan que tiene poesía en sus palabras. Verso, bah.
Por las fauces de Cachivache siempre al acecho, siempre en malla, siempre
flotando en la piscina-jacuzzi ya pasaron Anita, Judith y, ahora, la neumática
y ligeramente autista Rocío, a la que dice amar mientras la besa y le
dice frases como: Ahora Tone está jugando sin las torres ni los
caballos, pero con los alfiles y Hay cositas que Cachivache no puede
frenar, mi niña. Rocío lo mira con la boca abierta. Yo también.
ARRIVALS/DEPARTURES
Pero a quien no puede frenar Cachivache es a Inma(culada). Mezcla de Bernarda
Alba con Patora (la hermana en constante celo de Patoruzú) con Gloria
Swanson en un Sunset Boulevard almodovarizado, Inma se enamoró de Cachivache.
Y se volvió loca. Fuera de la realidad. Al punto que la producción
del programa decidió canjearla por un concursante del Gran Hermano
porteño (Eduardo, una especie de Paul Newman devaluado) y allí
la tienen ustedes ahora, seguro que la conocen y por acá la gente está
enojada porque esa bestialidad un tanto folk de Inma, dicen, deja mal parada
a España. Alguien dijo, piadoso, que la Argentina ya tiene suficientes
problemas como para que, encima, lemandemos a Inma. Es posible. El otro
día pasaron escenas del Gran Hermano de ustedes. Sorpresas
y no tanto: la casa donde están presos es más bien fea y crota
comparada a la versión high-tech de la de acá, el parejo bronceado
de las chicas y esa voz de ardillitas histéricas cuando le preguntaban
al vozarrón de Inma: ¿Pero vos querías conocer nuestro
país, no?. Y esto ya no sorprende a nadie salvo a mí
el inevitable regalo de bienvenida de la camiseta de la Selección Argentina
de fútbol. ¿Para qué? ¿Qué sentido tiene?
Después, enseguida, allá bailaron sevillanas y aquí tango.
ORIGENES/PATRIA
Cachivache es, creo, de Mar del Plata. No hace mucho leí en una revista
una entrevista con su familia que, parece, al principio negó su existencia
por miedo a secuestros. Pero Cachivache es, en realidad, ciudadano
del mundo: ha viajado por veinticinco países tal vez en busca de la Gran
Ola Perfecta, trabajado de lo que venga y, desde su reclusión en el programa,
desarrollado un acento extraño que nada tiene que ver con la exagerada
versión plasha-cashe que rescatan varias publicidades españolas
a la hora de ser argentinamente graciosas. No, Cachivache habla raro: tonito
canyengue y susurrado la producción subtitula varios de sus parlamentos
como si se tratara de una película extranjera, pero puntuado por
un curioso y constante ¿sáe? (contracción de
¿sabes?) y un omnipresente mi niña. Un amigo argentino
de Matías el parco Ramón, de aspecto cuanto menos ominoso
es a menudo invitado a otros programas de televisión para que explique
a Cachivache. Cuando esto ocurre, Ramón, misterioso, se limita a sonreír
y a encogerse de hombros y a decir: Matías... Matías....
CATASTROFES/SORPRESAS
La producción de Gran Hermano decidió infringir una de las reglas
del engendro por motivos de causa mayor y les contó lo del chapapote
del Prestige a los concursantes. La rubiecita Desi especie
de Meg Ryan se puso a llorar porque es de Galicia y, enseguida, todos
se pusieron a elaborar 5 mil postales para contribuir a la causa o algo así.
Justo ahí llegó de visita Diego Torres. Parece que lo quieren
imponer por estos lados. También estuvo en Operación Triunfo
y no dejan de emitir esos clips donde Diego se presenta como una especie de
mesías chueco que hace que crezca el pasto y la gente se amigue al oír
su canto color esperanza y todo eso con lo que ya lucró en otros momentos
oscuros de nuestra historia un tal Palito Ortega. Cachivache se emocionó
a Cachivache siempre le brillan sus ojitos traviesos, pero a mí
no me engaña: a Cachivache no puede gustarle Diego Torres. En cualquier
caso, le dijo varias veces ¿sáe? y después
se fue a participar de una cena sorpresa y argentina con bandoneonista incluido
que tocaba y observaba aterrorizado a Cachivache mientras éste le gritaba:
¡Grande, Pichuco, Pichuquini!. Algo así. A su lado,
Rocío, la boca entreabierta, parecía preguntarse qué tendrá
que ver un señor tocando un instrumento raro con Pikachu de Pokémon.
Mientras tanto, en una pantalla, proyectaban fotos de Matías cuando era
chico. Cachivache, extático, gritaba aaaaaaeaaaaaeeeea¿sáe?.
Después, un flash informativo mostraba la situación exacta de
la tercera oleada de chapapote lista para conquistar las playas de la Costa
da Morte.
PREDICCIONES/PELIGROS
Como están las cosas, todo parece indicar que por culpa de lo del chapapote,
el Partido Popular va a perder varios puntos en los próximos comicios
y que Cachivache tiene todo lo necesario para ganar en Gran Hermano.
Los otros candidatos un boxeador hardcore, un pastoril personaje de Berlanga,
un relaciones públicas de discoteca, un seminarista que entraba para
poner a prueba su vocación han probado no estar a la altura del
morbo que provoca su presencia. No hacen nada. Noson competencia para nuestro
Cachivache de exportación. Sólo algo puede detenerlo: que Inma
retorne de la Argentina cargada de furia de mujer despechada. Y que lo ahogue
en el jacuzzi. O que el chapapote llegue a la casa de Gran Hermano.
O... No, ahora que lo pienso, nada puede detener a Cachivache.
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