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Domingo, 14 de septiembre de 2003

PáGINA 3

Los amigos ausentes

Por Juan Ignacio Boido

El tiempo vuela, el tiempo pasa cada vez más rápido: hasta hace una semana la noticia era que Warren Zevon se moría. Desde hace una semana, la noticia es que Warren Zevon se murió. Durante esta semana, muchos hombres en el mundo que todavía no se habían hecho a la idea de que Warren Zevon se moría, hombres que no se conocen, que no hablan el mismo idioma, que ni siquiera planean visitar alguna vez en sus vidas el país del otro, llegaron a sus casas, prendieron el equipo de música y pensaron en lo mismo: en que Warren Zevon se fue.

Lunes Dicen que Warren Zevon se fue mientras dormía la siesta. Es raro pensar en alguien que llega con sus últimas fuerzas a grabar el último suspiro de su último disco y que –cuando está todo listo, cuando dijo lo último que quería decir– se va a dormir la siesta antes de morir. Pero no es tan raro –o es mucho más raro– si es alguien que cantó durante años y en todos los equipos de música de todos los que lo quisieran escuchar: I’ll sleep when I’m dead. Voy a dormir cuando esté muerto.

Martes I’ll sleep when I’m dead también es el nombre de una caja de grandes éxitos que salió hace un tiempo. Trae dos CD. El primero se llama The Asylum Era, en honor a los años en que grababa los discos para el sello Asylum gracias a los amigos que lo sacaban y lo devolvían a los neuropsiquiátricos. El otro disco se llama The Virgin/Giant Era y recopila las canciones que grabó para esas dos empresas. Es raro: entre las canciones de los neuropsiquiátricos y las canciones de los grandes sellos, no hay diferencia.

Miércoles Las canciones de Warren Zevon son todas raras. Hay todo tipo de rarezas. Hay canciones para todos los diferentes grados de la desesperación. Hombres que pueden hacer al amor desaparecer y preguntan si para su próximo truco hay alguien que se quiera ofrecer. Alguien aferrado con los dientes al zumbido de un aire acondicionado. Alguien que atraviesa una crisis metafísica bajo la indiferencia del cielo. Alguien que clama por un poco de higiene sentimental. Alguien encerrado en un país del que sólo se sale con dinero, armas y abogados. Alguien que necesita hasta de su hijo para cantar su humillación. En la tapa de la caja Warren Zevon aparece con anteojos espejados. Así, decía alguien, son las mejores canciones: el que las compone las usa para mirar y los demás nos sentimos reflejados.

Jueves Así como hay músicos que son poetas (Leonard Cohen) o profetas (Dylan), hay otros que son escritores. Y –como los libros que nos gustan y leemos a solas– las canciones de Warren Zevon son –también– para escuchar a solas. Canciones para cuando uno duerme en el living. O para cuando uno no se puede dormir. O canciones para cuando uno piensa para qué dormir si total uno va a dormir cuando esté muerto. En esos momentos, algunos escuchan a Warren Zevon como otros en Casablanca entraban a Rick’s: cuando no hay nada que hacer salvo esperar y desesperar.

Viernes Warren Zevon es donde se encuentran el Rick de Bogart y el Gatsby de Fitzgerald. Warren Zevon es la desesperación y el estoicismo. Es el cínico sentimental. Warren Zevon es lo que escucha la gente que se desgarra y no sabe gritar. Porque –como las mejores novelas y las mejores películas– las canciones de Warren Zevon están llenas de personas desesperadas. El Enviado, un hombre que recorre Medio Oriente buscando solucionar por las buenas las amenazas a la paz mundial. El fantasma de Roland, el mercenario decapitado que recorre las guerras del Tercer Mundo. El árabe que recorre en su taxi todas las noches las calles de Nueva York. El hombre que se cansa de todo y cambia de lugar con el gorila del zoo.

Sábado Ahí están. Porque –como las novelas y las películas– las canciones de Warren Zevon también son un lugar. Un lugar donde el tiempo no vuela. Donde el tiempo se para. Donde el tiempo se rompe. Las canciones de Warren Zevon son un lugar donde abrazar a los amigos que no están.
Y ahora hay uno más.

Domingo El tiempo vuela. El tiempo
se detiene. La vida vuelve al mar. Y
contemplamos la eternidad bajo la vasta
indiferencia del cielo, canta Warren
Zevon en una de las canciones que
dejó cuando se fue. Puede que tenga
razón. Puede que no. Puede que sea como él dice. Puede que Warren Zevon no se haya ido sino que haya vuelto al mar.
Pero la cosa es que ya no está, y nosotros seguimos acá un rato más, como una ola que baila antes de romper.

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