MUSICA 2 Dentro del contingente de grupos españoles que integran el ciclo Sounds from Spain, liderado por Los Planetas, asoman los Guadalupe Plata, un sorprendente trío andaluz dedicado al blues más crudo y sanguíneo. Con tres discos editados y un cuarto por venir, el grupo reverencia a Skip James y Charlie Patton y vibra con una guitarra irritable y letras de desazón, furia y humor negro, que confirman su convicción de que no hay nada más punk que el blues.
› Por Andrea Guzmán
La sombría procesión de penitentes, los tronos enormes y el sonido de tambores y trompetas fúnebres que perforan la ciudad completa son un clásico del folklore del sur de España en Semana Santa, un evento que de niños recuerdan como milagrosa aventura los integrantes de Guadalupe Plata. La tradición dedicada a la patrona local sirvió como gen primigenio y también como nombre del trío nacido en Ubeda, pequeña población en Jaén, famosa por ser la ciudad de Joaquín Sabina, pero donde ellos responden con el blues más despojado e impregnado de su desgarro original, atravesado por la desazón del flamenco, la imaginería sobre la muerte y la tradición y preocupaciones españolas.
“No somos personas religiosas ni acérrimas a ningún tipo de santo, pero en Ubeda hay una atención muy grande por los ritos religiosos. En Semana Santa ves la procesión, las bandas impresionantes en la calle, los tronos grandísimos. Es una especie de feria misteriosa que viene acompañada de una música increíble que tenemos inculcada. No renegamos de ese folklore, es parte del carácter nuestro como banda, de donde crecimos, y los sonidos que escuchamos; no queremos ser una copia de algo, retomamos elementos que son parte nuestra”, dice Carlos Jimena, baterista de la banda que en el 2013 ganó el premio europeo Impala al mejor álbum del año –encima de Sigur Ros y Junip, por nombrar algunos– y que del jueves al sábado se presentará por primera vez en Buenos Aires dentro del marco de los ciclos Sounds of Spain y Music is my Girlfriend.
Jimena y Pedro de Dios Barceló, guitarra y voz del trío, fueron adolescentes en una época analógica y recuerdan que por las limitaciones obvias de vivir en pueblo pequeño se la pasaron viajando a ciudades aledañas con ansia de conocimiento musical. En esos viajes se encontraron con un profesor de inglés, coleccionista de discos compulsivo, que les abrió las puertas a la psicodelia y el rock and roll, y con eso a los albores de la banda. “Nos puso el veneno en las tripas”, cuenta Jimena, vía celular desde España, y una vez más desde la ruta –ya entrados en los treinta, los tres viven actualmente en ciudades diferentes– directo al ensayo de lo que serán las canciones de su inminente cuarto disco. El anterior –el premiado– fue editado por Everlasting Records y lo grabaron en Austin, Texas, donde llegaron después de grabar un EP de cuatro temas con el genio de la armónica blusera Walter Daniels como invitado, que los había visto durante una gira norteamericana y pidió –acá sacan pecho, orgullosos– tocar con ellos. Un detalle para complicar la vida de curiosos y coleccionistas: todos sus discos, que además tienen tradición de ser editados siempre en vinilo, se titulan simple y certeramente Guadalupe Plata. El debut es de 2009, y es el que tiene la versión del clásico “Devil Got A Woman”, de Skip James, con la que empezaron a llamar la atención dentro de la escena local, y también más allá. Las fúnebres fotos y dibujos que ilustran el arte de tapa de todos sus discos son generados por los mismos integrantes de la banda y sus amigos, porque a pesar de que ya no son unos principiantes, y son famosos sus demoledores, numerosos –casi 100 al año– y concurridos shows en vivo, lo que les gusta es conservar el espíritu de pandilla. “Somos personas de pueblo, la gente de la misma calaña acaba juntándose”, explica Jimena.
El trío quedó cerrado cuando a Jimena y Barceló, que tocan juntos desde los 16 años porque tienen familiares en común, se les sumó Paco Luis Martos al bajo y barreño, un precario instrumento construido por una cuerda amarrada a un palo en un cubo de hojalata que usaban los viejos bluseros pobres, y que acompaña a una percusión primitiva con maracas y cencerros, una guitarra irritable y letras de desazón –“nunca de amor ni nada de esas cosas”–, furia y humor negro. “No es una música fácil de escuchar, no te puede hacer bailar con tu novia ni tiene un ritmo pegadizo, es más duro. Esa manera tan directa de plantear las cosas puede llegar fácilmente a todo el mundo. Como un puñetazo, una patada en los huevos, cualquiera lo puede entender”, dice Jimena con convicción arrolladora porque además, asegura, no existe nada en el mundo más punk que el blues.
“Es una actitud ante la vida, una actitud punk de personas que pueden pararse solos con una guitarra y nada más.” Por eso optaron por el blues más primitivo y endemoniado de los años ’20 –prefieren el más pantanoso y sucio sobre el rococó– y en primera instancia sin buscar más originalidad que tocar sus canciones favoritas de la adolescencia, homenajeando a Skip James o Charlie Patton, pero al que han agregado dosis de psicodelia y también de tormento andaluz. Una propuesta estética resuelta que acompaña a la música y que incluye referencias a películas e historietas norteamericanas, cierta aparatosa teatralidad –tienen la tradición de tocar en burdeles y mezclar ambos públicos– y un gusto especial por la improvisación en el escenario y las cábalas, ropa interior de mujer mediante, son algunas de los elementos favoritos de la banda. “No tienes por qué renegar de donde vienes, ni de lo que eres”, se entusiasma el baterista. “Cuando haces las cosas con honestidad, al blues se le une tu carácter.”
“¿Qué se siente matar un gatito?”, es la única frase en una canción de un minuto y medio de total histeria, y acompaña otros títulos como “Jesús está llorando”, “Pollo Podrío” o “Boogie de la muerte”, de una banda en vivo por excelencia, que promete un show de violencia ancestral. “Elegimos hacer blues porque nos encanta y sentimos que tiene que ver con nosotros, tiene mucho sufrimiento contenido. Se basó en cierta historia y de algún modo comparte cosas con la música andaluza, en los cantos de la viña, la borrachera, desamores, historias”, explica Jimena. Y agrega, sabiendo que después no se puede decir nada más: “Además, no sabemos tocar otra cosa”.
Guadalupe Plata toca este jueves dentro del ciclo Music Is My Girlfriend junto a Los Planetas, Boogarins, AJ Davila y Crema del Cielo (M.O.D. Club, Balcarce 563), el viernes en Morón con Las Diferencias (Detroit Club, Morón, Rivadavia 17.558) y el sábado en el ciclo Sounds from Spain, nuevamente con Los Planetas y también Los Enemigos, Lori Meyers y Rozalén (Niceto Club, Niceto Vega 5510, gratis).
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