Dom 30.11.2014
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LOS CHICOS ESTÁN BIEN

MUSICA Alguna vez fueron los niños precoces del rock argentino, además de herederos de un linaje ilustre. Pero ya pasaron muchas vidas desde entonces: los Illya Kuryaki and The Valderramas tuvieron hits infecciosos, definieron una estética, fueron pioneros del hip hop y exitosos en América latina, se separaron y encararon carreras solistas. Ahora están juntos otra vez y más afilados que nunca, ya en la madurez y con un cóctel de soul, funk, una pizca de rock, algo de jazz y toques latinos, además de shows impecables como el que registra su nuevo disco en vivo, Aplaudan en la luna, que presentarán el sábado que viene en el Luna Park.

› Por Sergio Marchi

En el espacio, nadie te escucha aplaudir.

Pese a esta verdad científica, Illya Kuryaki and The Valderramas redobla la apuesta y va a presentar Aplaudan en la luna, su flamante disco en vivo en el Luna Park, el 6 de diciembre. “Llegaste a la luna, y te llevamos a otro lado”, le dice Dante Spinetta a Radar, sobre lo que aparece como una redundancia: la presentación en vivo de un disco en vivo. “Lo estamos encarando de un modo diferente, como un show distinto, porque si no sería como un clon”, continúa Spinetta. A su lado, Emanuel Horvilleur asiente y aporta: “Salimos de la comodidad de ciertas cosas, queremos seguir creciendo, y esto de juntarnos con alguien (el puestista Wally Rodríguez) y darle la derecha de un show, por cómo somos, bastante recelosos de todo lo que tiene que ver con la estética y con lo nuestro, es algo distinto y hasta riesgoso”.

Aplaudan en la luna es un muy buen disco en vivo, que sin embargo no alcanza a reflejar en su totalidad la potencia y la clase de Illya Kuryaki & The Valderramas en esta versión 2.0, que se generó a partir de su reunión. Los que alguna vez fueron niños precoces de nuestro rock, ya son señores grandes, y con hijos; Dante porta treinta y ocho años y Emanuel va por delante aunque no por mucho. Así como ellos dejaron los pantalones cortos hace rato, su música también, convirtiéndose en un caldero sensual de elementos poco convencionales dentro del rock argentino, alimentado por la cultura negra afroamericana que abrazaron desde un comienzo y nunca soltaron. Pero lo que en algún momento fue gobernado por la deformidad y el atrevimiento, hoy ha madurado en un show tan consistente como el que dieron en marzo en el festival Lollapalooza, que atraía a la gente como un imán, pese a que en los otros escenarios tocaban importantes números internacionales. Soul, funk, una pizca de rock, algo de jazz, toques latinos tocados por una banda impecable en su precisión, y animados por Emanuel y Dante, que son los que dirigen el circo y le dan luz, alegría y color. Hoy su apuesta consiste justamente en superar esos laureles que supieron conseguir; en lograr un sonido que se escuche en la luna o al menos en el Luna Park.

“Es una experiencia distinta –retoma Dante–. Es también lo que nos calienta a nosotros; la gente que vivió un momento mágico con nosotros, va a vivir otro pero muy distinto. También es un cierre de año, pero espiritualmente es el summum del año: es una fiesta donde no queremos que nadie falte, porque nos estamos jugando en un montón de cosas.” También se trata de otro tipo de cierre, porque la etapa del regreso tiene que finalizar con éxito para darle lugar a un nuevo tiempo. Emanuel saca la cuenta y concluye que “ya llevamos tres años reunidos; a esta altura es más que una vuelta”.

Recapitulemos. El mundo de los Ku-ryaki había implosionado en el 2001, y de él se desprendió a modo de saludo final un fragmento musical llamado Kuryakistán (al que consideran “el disco paria”), con algún tema nuevo y reversión de viejas canciones. No se pelearon, pero se agotaron y decidieron “ver a otras personas”. “Era un momento en que noso-tros estábamos muy diferentes en nuestra relación –reconoce Dante–, no había mala onda. ¡Fueron las famosas diferencias musicales! Yo estaba mucho más rapero, él estaba más pop: no pegábamos. Y se nota en la carrera musical que hizo cada uno por su lado. Pero después llegamos a un lugar donde nos volvió a gustar la idea de volver a hacer música juntos, donde nuevamente teníamos algo para decir juntos. Y fue algo real. En realidad nunca nos dejamos de ver, pero cuando nos comenzamos a juntar la única duda era ver si podíamos combinar de nuevo.” “Creo que cualquier cosa que a uno le haya quedado, se fue dilucidando con el tesón que cada uno le puso a su trabajo –explica Emanuel–. En el caso de IKV, donde somos dos artistas con su propia personalidad, ninguno estuvo esperando a que el otro se decidiera a volver, sino que cada uno estuvo concentrado en su propio universo, su propio mundo. Y cuando sentimos que podíamos volver con una fuerza renovada y con algo que decir, ahí realmente nos juntamos.”

JUNTOS A LA PAR

Emanuel y Dante se conocen desde hace tanto tiempo que ya no lo recuerdan. Sus padres, el fotógrafo Eduardo Martí y el músico Luis A. Spinetta, eran amigos cuando ambos salieron del vientre de sus madres, a mediados de los ’70. “Eramos muy chicos cuando nos conocimos. Dante tiene dos años menos que yo y cuando nos conocimos ésa era una diferencia muy grande. Quiero decir, lo podría haber cacheteado mucho más.” “Nos cagamos mucho a palos –concuerda Dante–, pero siempre empatábamos peleando, no había una tendencia. Hasta los veintipico lo hacíamos seguido. Nos sometíamos, nos tirábamos al piso, patadas voladoras, jodiendo, pero cuando comenzamos a usar muchos anillos y todo eso la cortamos porque siempre terminábamos lastimándonos, sangrando de pelotudos que somos. Pero no sólo pasaba entre nosotros sino que también sometíamos al resto de la banda. Había un par que eran muy pacíficos, y cobraban por eso, por pacifistas. En cambio, Sergio Verdinelli era más chico físicamente que nosotros, pero tenía una fuerza de oso y nos cagaba a trompadas a los dos juntos.”

No sólo se criaron juntos con la adrenalina juvenil de la infancia y la adolescencia, sino también en el aprendizaje musical. Pero, pese a lo que se pueda suponer, sus padres no fueron una influencia tan decisiva. “Más que saquear las discotecas de nuestros viejos –aclara Emanuel–, saqueábamos las de las discográficas. Me acuerdo de que en PolyGram nos metíamos en el área de hip-hop, y nos llevábamos los compactos que no editaban, que eran casi todos.” Si Illya Kuryaki fue un grupo original dentro de la historia del rock, es porque fue casi el único en su tiempo, que se metió con la música negra. “Cuando comenzamos con Dante a escuchar hip-hop –dice Emanuel–, también fuimos a buscar las bases, y encontramos artistas increíbles como Marvin Gaye, Bill Withers, Stevie Wonder, Earth Wind & Fire, Cameo, Ohio Players, Prince.”

Dante no piensa que el hecho de que Illya Kuryaki haya abordado en poco transitado camino de la música negra en Argentina lo diferencie de la generación de sus padres. “Si vos escuchás música de mi viejo, de Charly o de Fito, vas a encontrar rastros de música negra, pero ellos la decodificaron de otra manera. Los Abuelos de la Nada tenían funk, también. Cada uno hace lo que puede; nosotros cambiamos los porcentajes de mezcla y pusimos más cosas que venían de la cultura afro.” “Pero acá hay música negra hasta en Pappo, que hizo ‘Ruta 66’, que es un tema muy viejo –apunta Emanuel–. Igual, hay una intelligentzia rockera que acá confundió música negra con bolichera. Ahí está el error.” “Yo me compré discos nacionales todos de funk –asegura Dante–, y me preguntaba ¿estos discos salieron acá? ¿Y cómo no hay bandas con esa influencia? Bueno, mi viejo escuchaba un montón de música negra, pero en general el rockero, todo lo que era medio bailable lo mandaba a la B. Y no sabía diferenciar el funk de la disco.”

Pioneros del rap argento, revitalizadores de todo lo negro, Illya Kuryaki evolucionó rápidamente desde su debut, Fabrico Cuero (1991), portador de la frase “nieto insalubre” que un abuelo indignado le dedica a un nieto que le ofrece un pancho, a la sofisticación de un disco como Versus (1997), pasando por la popularidad que el hit “Abarajame” le dio a un trabajo como Chaco (1995), y el favoritismo rockero que premió a Horno para calentar los mares (1993). “Horno... –dice Emanuel– es el primer disco en donde agarramos los instrumentos y creo que gustó porque tiene una cosa muy argentina que es la distorsión, la parada, las letras más sociales.” Sin embargo, ambos parecen estar de acuerdo con que su cúspide artística es Versus, aunque no haya sido un trabajo tan exitoso desde el punto de vista comercial. “Versus plantea la confrontación –explica Dante–; de Chaco a Versus hay un abismo de diferencia en lo que hacemos. Chaco está buenísimo, pero en Versus éramos una banda mucho más grossa, y la gente capaz no lo entendía tanto. Entonces nos vimos casi exiliados, por momentos. Pasamos a tener menos de la mitad de gente viniendo a ver nuestros shows, y nos iba mejor en México y Colombia. Acá nos venían a ver seiscientas personas teniendo un discazo en la calle, y en México metíamos cinco o seis mil personas y era una fiesta. Entonces, pasamos a tocar más en otros países. Después, el tiempo ajustició esa cuestión. El último show que hicimos aquí fue para mil personas, y cuando nos reunimos volvimos para veinticinco mil cantando todos los temas. Quiere decir que hicimos las cosas bien, que maduró bien nuestra carrera, que fluyó como tenía que fluir, que se acomodaron las cosas como tenían que ser: que la gente, al final, entendió Versus.”

LA CORRIENTE QUE FLUYE

Quizá Dante tenga razón y las cosas hayan fluido con naturalidad y a favor para Illya Kuryaki. La separación parece haber sido tan exitosa que tras una década de sendas carreras solistas concluyó naturalmente. En el medio hubo tentaciones y encuentros furtivos. “Tuvimos unas reuniones donde nos hablaron de guita, pero nada nos emocionó tanto como cuando nos metimos en el estudio y salió el primer tema. En el medio hubo cosas que fueron locas –dice Emanuel–, en el Vive Latino yo toqué con Dante ‘Abarajame’ en su show, y él tocó conmigo ‘Jugo’ en mi set. Después Dante vino a tocar un talk-box en mi disco Rocanrolero conmigo. Creo que en las zapadas que se dieron en lo de un amigo en común allá por el 2009 empezaron a hacernos creer de a poco que podíamos juntarnos. Pero nos dimos cuenta de que la cosa funcionaba cuando nos metimos en el estudio y grabamos ‘Helicópteros’; fue muy rápido el clic en donde nos dimos cuenta que podíamos seguir haciendo música juntos, que podíamos seguir fusionándonos de una manera real, con un mundo, un swing y una manera de fluir que nos representara. Somos el resultado de una mezcla de cosas, de influencias, de vidas, de ser hijos de quienes somos, de todo ese terreno ganado por la generación de nuestros viejos para que nosotros nos sintamos libres de hacer la música que se nos cruce por la cabeza. Cuando nosotros comenzamos con el hip-hop, no fue una rebelión: fue algo que apareció como para que lo podamos tomar y hacerlo nuestro.”

Dante da su propia versión del clic que los volvió a ligar. “Nos fuimos a Brasil de vacaciones con los niños, André, Brando y Vida. Y ahí empezamos a hablar, llevamos una guitarra cada uno, jugamos con algunas ideas, pero primero charlamos para ver primero si queríamos ir para el mismo lado. Después, cuando hicimos ‘Helicópteros’, dijimos que ya estaba y anunciamos la vuelta. Las cosas se acomodaron para que pase eso, fue de una manera bastante mágica. Pero lejos de la nostalgia de haber vuelto, ahora nos volvemos a meter en el estudio a grabar lo que sigue.”

Esa es la gran incógnita: lo que sigue. Y probablemente sorprenda a mucha gente porque de acuerdo con Dante, van a ir por el lado de las canciones, más que por seguir deformando el hip-hop. “Para el próximo disco, tenemos la idea de hacer un disco de canciones intensas. Hasta ahora estuvimos más identificados con el baile, el funk, la fiesta, va a haber de eso, sí, pero el que viene va a ser un disco más espiritual. Nos gusta lo que pasa con esas canciones, queremos explorar ese lado más intenso y dar un salto de madurez en el sentido de hacer el mejor disco de nuestras carreras. Apostar todo. Creemos que va más para el lado de la canción, nos está saliendo eso. Con la edad algunos cantautores se ponen peores; nosotros, que no lo fuimos, esperamos ser mejores.”

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