En tiempos de streaming, el Bafici resiste como principal reducto porteño del cine que cada vez se estrena menos en la cartelera. En esta edición que arranca el próximo miércoles, la 17 , Francia es el país invitado y la visitante de lujo es Isabelle Huppert acompañada de una retrospectiva con trece de sus películas. Además, habrá muestra plástica dedicada a Mario Monicelli en el centenario de su nacimiento y, como siempre, buena parte de lo más interesante del próximo cine argentino y un programa repleto de obras a descubrir entre 400 propuestas. A continuación, Radar ofrece cuatro seleccionadas, en un recorte arbitrario y pop, apenas una vía de entrada posible al panorama del cine contemporáneo que tendrá lugar del 15 al 25 de abril, una vez más con sede central en Recoleta.
Chico conoce chica: él lleva un disfraz de vampiro clásico y recorre las calles del pueblo un poco intoxicado con éxtasis; ella es una figura nocturna, espigada, ominosa, que más que recorrerlas en su skate, se adueña de las calles del pueblo por la noche con su mirada hipnótica y vigilante, sedienta de sangre. No está disfrazada, es una vampiresa de verdad.
Desde su aparición en el circuito festivalero el año pasado, se ha promocionado a A Girl Walks Home Alone at Night, la ópera prima de la directora Ana Lily Amirpour (europea de raíces iraníes radicada en EE.UU.), como “el primer western de vampiros persa de la historia”, aunque esto es así a medias: sus realizadores y sus actores son efectivamente iraníes (de nacimiento o sangre), pero Bad City, el desgraciado pueblo olvidado por Alá en que transcurre todo el asunto, fue recreado en Taft, California, y entre sus productores occidentales está acreditado Elijah “Frodo” Wood. Amirpour dice no haber pretendido hacer una película enteramente iraní sino una acorde a su identidad pluricultural, híbrida; y de todos modos puede suponerse que un film sobre una “nosferata” de burka y ambientada en suelo musulmán no es el tipo de relatos que favorece el régimen que ha condenado a cineastas como Jafar Panahi por sus películas.
Nacida en Inglaterra, Amirpour se instaló cuando era chica, junto a su familia, en Miami, donde creció viendo “miles de veces” el making-off del clip de “Thriller”, de Michael Jackson (“Así es como aprendí cómo ser norteamericana”) y filmando cortos gore en la videocámara de su padre. Antes de meterse a la escuela de cine de la UCLA intentó estudiar biología, pero no funcionó: su destino estaba marcado.
Conviene no contar mucho sobre A Girl Walks Home... , pero no porque el argumento importe: el chico es un muchacho iraní caballeroso, casi chapado a la antigua (la estrella germano-iraní Arash Marandi); un tipo desesperado por abandonar el pueblo pero atado a él por su padre, un drogadicto y jugador terminal aplastado por las deudas que ha contraído con el monstruoso dealer local, Saeed. Por su parte, a la chica en cuestión, la criatura de la noche, le gusta maquillarse y bailar sola en su habitación diminuta decorada con afiches de Madonna antes de salir a alimentarse, en particular de hombres que maltratan a otras mujeres. Porque lo cierto es que en buena medida, A Girl Walks Home... es un ejercicio estético, fuertemente atmosférico, fundado en la presencia de la actriz Sheila Vand y la pregnante fotografía en blanco y negro de Lyle Vincent, y surcado por un erotismo pulsante que la convierte en una mirada modernizadora del mito, contemporánea de experiencias diversas como True Blood, la sueca Déjame entrar, o el Only Lovers Left Alive de Jarmusch (vista el año pasado en el Bafici). Una fábula femenina, un retrato social que elude lecturas fáciles; y, en palabras de Amirpour –que ahora se apresta a filmar “una historia de amor caníbal en la que un caníbal rompe la regla de no jugar con la comida”– “un relato sobre la soledad, y no hay nada más solitario que un vampiro”.
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