Durante años, Caetano Veloso se dedicó a escribir textos sobre sus propios discos y sobre otros tantos temas que hacen a la cultura, el arte y la mitología brasileñas. Dio un paso rotundo hacia la literatura cuando en 1997 apareció su volumen de memorias Verdad tropical. Años después, el poeta Eucanaã Ferraz lo convenció de publicar una compilación de todas sus letras y, a continuación, se dedicó tenazmente a recopilar textos de Caetano desde las primerizas crónicas cinematográficas de los años ’60 hasta los de 2005, año en que finalmente se publicó el volumen que ahora editorial Marea publica en castellano: El mundo no es chato. De la modelo Gisele Bündchen a la escritora Clarice Lispector, de Carmen Miranda a Milton Nascimento, de Alegría, alegría a A Foreign Sound: el mundo según Caetano.
› Por Martín Pérez
Con la salida de cada uno de sus discos, desde hace ya mucho tiempo que Caetano Veloso practica una saludable costumbre: la de escribir un texto compartiendo los entretelones de su concepción. De dónde salió la idea inicial del proyecto, los vaivenes de la composición de cada tema, sus sensaciones ante el producto final: en sus líneas suele estar todo lo que el ocasional oyente necesita para ampliar el disfrute ante su escucha, en el caso de necesitarlo. En la época del vinilo, sus felices poseedores solían sostener el cartón de la enorme tapa entre sus manos mientras giraba la bandeja, la púa recorría los surcos y la música salía por los parlantes, buscando secretos –o simplemente compañía– en las imágenes y en cada frase escondida su gráfica. Los textos de Caetano para sus discos generan una empatía similar: completan la escucha, y al mismo tiempo abren la puerta a un jardín de secretos irresistibles tanto para el fanático como para el que se acerca por primera vez a su música.
Alguna vez Caetano resumió magistralmente la dialéctica entre el rock norteamericano y el británico diciendo que el primero era la verdad, mientras que el segundo era un pensamiento sobre esa verdad. Semejante reflexión funciona también para su música: su obra siempre es un pensamiento sobre lo brasileño, y al mismo tiempo sobre sí misma. Lo dejó en claro en el prólogo de Verdad tropical, sus indispensables memorias, donde sólo se presenta como uno de los pensadores y ejecutores del proyecto de la Tropicália –así es como menciona al movimiento– después de asegurar haberse convertido, más o menos involuntariamente, en cantante y compositor de canciones. Escribe entonces: “João Gilberto, mi maestro supremo, hablando de mí en una de sus rarísimas entrevistas, dijo que mi contribución era la de ‘un acompañamiento reflexivo’ a la música brasileña, esto es, a su propio trabajo”.
Ese pensar, ese particular decir de Caetano, protagoniza todos sus textos, y siempre resultó frustrante que acceder –al menos– a los que se refieren a sus discos haya resultado tan difícil para el conocedor de su obra alejado del Brasil y de la lengua portuguesa. Porque raras veces han sido traducidos o difundidos, incluso los que fueron escritos específicamente para acompañar oficialmente cada lanzamiento. Por eso su recopilación en este finalmente traducido El mundo no es chato, originalmente editado en el 2005, alcanzaría para convertirlo en uno de los acontecimientos musicales del año. Pero, felizmente, el libro compilado por el poeta y catedrático carioca Eucanaã Ferraz no se detiene sólo en ellos, sino que apenas funcionan como puerta de entrada de un volumen que reúne la mayoría de los escritos con los que Caetano regó sus amplios intereses en la alta y baja cultura brasileña, entre las que siempre fue gran contrabandista. Divididos en amplios capítulos temáticos –“Brasil”, “Música”, “Discos”, “Cine”, “Teatro, literatura & cía”, “Gente”, “Extranjero” y “La prosa”– y hábilmente estructurados desde los más recientes a los más viejos, su recopilación comienza en el 2005 (año en que fue editada originalmente la compilación, cuya traducción no agrega ni quita ningún texto) y se remonta hasta 1960, año en el que están fechadas unas iniciáticas reseñas sobre cine, publicadas en el diario O archote, de su natal Santo Amaro, localidad del estado de Bahía, cuando su autor tenía apenas 18 años.
“Caetano tiene una rara aptitud para el discurso público”, señala Ferraz en su prólogo, al tiempo que subraya una frase que su antologado escribe sobre la película Je vous salue, Marie, de Jean-Luc Godard. Caetano observa en el film de Godard “una danza del intelecto entre los signos visuales”. Escribe a continuación Ferraz: “La escritura de Caetano muestra, del mismo modo, una danza del intelecto: entre la racionalidad y la intuición, la argumentación lógica y la inestabilidad de la declaración apasionada, el rigor del análisis y el aprecio por la expresividad provocativa de la incoherencia”.
La dialéctica de ese bascular perceptible en sus escritos, termina siempre mezclando los supuestos opuestos, al tiempo que Caetano parece disfrutar borrando esos límites. Pero siempre sin dejar de decir, de opinar, de terminar hablando desde un mismo lugar: el del autor que defiende la necesidad de ubicar al objeto de sus intuiciones o afirmaciones más allá de los supuestos establecidos. Caetano rompe y pega en sus textos, al igual que con sus canciones.
El vínculo del compilador con su compilado comenzó con una antología previa, la de sus letras en un volumen titulado simplemente Letra só –Sólo letra–, aún sin traducción al castellano. Una lástima, porque aquel lujoso volumen publicado en Brasil por la editorial Companhia Das Letras en el 2003 viene acompañado por un librillo adictivo, auténtica perla del lote, en el que el autor explica por orden alfabético una a una sus canciones. De alguna manera, tanto aquellos volúmenes como este flamante El mundo no es chato, funcionan como notas al pie, prólogos o continuaciones –depende desde dónde se los lea– de Verdad tropical, en su momento traducido al castellano por Salamandra. El lector de aquel libro encontrará en El mundo no es chato ciertos documentos de época, mencionados en las memorias, desde esas primeras críticas cinematográficas de un Caetano estudiante al despuntar los 60, hasta las admirables y juguetonas columnas que publicaba en la revista de humor político O Pasquim durante su exilio en los primeros años 70. Tampoco falta la columna que avivó la polémica sobre la prohibición del film de Godard en los ’80, que lo enfrentó directamente con Roberto Carlos, quien había celebrado la censura.
Pero los grandes hallazgos del volumen son los dispersos prólogos, las contratapas y presentaciones de libros realizadas por Caetano, que rescatadas y reunidas en sus páginas componen un gran mapa sobre sus gustos y preferencias, y permiten caprichosos recorridos entre sus recuerdos y convicciones. De la modelo Gisele Bündchen a Clarice Lispector, en los textos del libro adelantados a continuación, Caetano es capaz de bucear al mismo tiempo profunda y superficialmente en lo brasileño, y también lamentar una timidez que no se condice con el personaje que se deduce de su libertad y decisión con la letra escrita. Hay más, mucho más en el libro, desde la columna con que acompañó los desnudos de Gal Costa en la revista Status brasileña –donde confiesa que intentaron salir, pero nunca funcionó– hasta sucesivos retratos admirados ante la obra de Milton Nascimento o la belleza de Maria Bethânia.
La deliciosa conclusión a la que llega Caetano en una columna en la que celebra el crecimiento de dos amigos de su hijo Moreno, Davi Moraes y Pedro Sa, a los que considera como sus hijos, es de donde sale el título del volumen. El mundo no es chato, piensa Caetano, después de recorrer orgulloso sus logros. Y es lo mismo que puede llegar a pensar el ocasional lector después de recorrer los textos reunidos en un libro que construye un mundo, o al menos lo rompe y lo pega. Un mundo que decididamente dista de ser chato.
Palabra de Caetano.
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